El Trisquel, un bar tatuado de música

Ya van 30 primaveras. El café Trisquel, un negocio familiar afincado hoy entre los arcos de Marqués de San Esteban pero que comenzó su andadura en Pedro Duro, está de cumpleaños. Para que cada aniversario sea único y especial, su propietario, Ramón García, elabora cada año una postal conmemorativa. Ésta ha tenido como emblema desde el tradicional símbolo del trisquel hasta un collage con fotos de clientes y actuaciones. Pero en 2013 Ramón «estaba en blanco». Fue a su hermana y a la vez compañera de trabajo, Silvia, a quien se le iluminó la bombilla. Y de ahí que la imagen de este año se corresponda con una portada de EL COMERCIO del 30 de mayo de 1983, fecha de la apertura del establecimiento. Además de la tarjeta, también han creado una camiseta con el logotipo del local.

En treinta años pasan muchas cosas. Bien lo saben las paredes del Trisquel, que han sido testigo de cada una de las actuaciones de la multitud de grupos musicales que dejaron su huella en el bar. Y a cada cual más diferente. «Unos 700», apunta Ramón haciendo memoria. En esas paredes, incluso en el techo, quedan a modo de cicatrices las pegatinas, carteles y pósters que recuerdan aquellos espectáculos musicales de ayer y de hoy. «Los conciertos empezaron a aumentar cuando cambiamos de local», señala. Entonces ganaron en espacio y en clientela. «Aunque con estas cosas ya se sabe, unas veces tienes más, otras veces tienes menos... Va variando», indicó.

¿Anécdotas? «Muchas». Y buenos momentos, «también». «Quedarse con uno solo es imposible», anota. Pero Ramón recuerda dos episodios con especial cariño. En 1985, «aparece de improviso Blaze Road, un grupo folk de Gran Bretaña considerado el mejor grupo folk de toda Europa en ese año. Llegaron por la mañana a tomarse algo, a la media hora -la una de la tarde- ya estaban descargando los instrumentos de la furgoneta. Se pusieron a tocar y cuando dieron las dos de la mañana, seguían tocando. Era increíble, la gente empezó a avisar a todo el mundo, y eso que de aquella no había móviles... Pero se montó una fiesta total en el local». Tocaron hasta que se agotaron.

Un «fiestón» que tuvo una segunda parte en versión asturiana hace diez meses. El concierto homenaje a Carlos e Igor, «máximos representantes del ritmo folk de Asturias», quedó grabado en su memoria. «Se montó una fiesta impresionante, histórica y emotiva», explica.

Pese a que han pasado 30 años desde que su hermano Beto García, junto con otros dos socios más, abrieran las puertas del Trisquel, Ramón asegura que «el bar no ha cambiado, se ha adaptado a la sociedad, que es la que cambia». «Antes el único ocio que había era ir al bar, algunos incluso se escapaban a la montaña, pero ahora hay mil opciones alternativas. La gente lo vive desde Facebook». Aún así, adelanta que «hay Trisquel para rato, es cadena perpetua». Todavía queda hueco en esas «recargadas» paredes para más tatuajes, «para que los que lleguen puedan mirar y mirar». De hecho, para su aniversario preparan un fin de semana cargado de música, con los artistas más representativos del local en todos estos años. «Lo de siempre pero a la grande».

«La cultura ante todo»

Desde su rincón favorito del bar, un taburete de la barra que se oculta de las mesas tras una columna, Ramón García asegura que la clave del éxito es «la gente, que lleguen aquí y se encuentren a sus amigos. Pero también disfrutar trabajando».

Además de la música, el Trisquel apuesta por la cultura. «La cultura ante todo», subraya. El local ha acogido recitales de poesía y representaciones teatrales. Pero la literatura también tiene su sitio. Bajo el televisor, hay un espacio para «libros libres». Quien quiere y cuando quiere puede coger o dejar un libro, «sin llevar a cabo ningún tipo de registro... Porque hay algo más allá del fútbol», sentencia Ramón García.