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MARCO MENÉNDEZ ,
Lunes, 6 de mayo 2013, 12:48
El 25 de mayo de 1993, cerca de la una de la madrugada, nada más finalizar el debate televisivo entre Felipe González y José María Aznar en plena campaña de elecciones generales, el socialista Juan Luis Rodríguez-Vigil hacía pública su dimisión como presidente del Principado por el escándalo del 'petromocho'. El jefe del Gobierno regional admitía que había resultado engañado por un intermediario francés, de nombre Maurice Jean Lauze, que se había presentado a las autoridades como representante del Saudí International Bank con un proyecto industrial multimillonario bajo el brazo, la instalación de un complejo petroquímico en Carreño.
La renuncia de Rodríguez-Vigil se producía una semana después de que la inversión fuera anunciada a bombo y platillo en la sede de la Presidencia en un acto en el que había participado el jefe del Ejecutivo, su consejero de Industria, Víctor Zapico, que había llevado directamente las negociaciones con los promotores, el propio Lauze y el empresario asturiano Juan Blas Sitges, que había actuado de mediador y tenía intereses en la operación. Según el intermediario galo, el SIB tenía previsto invertir en la planta petroquímica 366.000 millones de las antiguas pesetas y la instalación generaría 1.100 puestos de trabajo directos y otros 5.000 inducidos.
Aquel proyecto, que venía persiguiendo con ansiedad el Gobierno asturiano desde hacía varios años mediante contactos fallidos con distintos inversores, permitía dar continuidad a la política activa de búsqueda de iniciativas empresariales emprendida en la última legislatura de Pedro de Silva para la reindustrialización regional.
Sin embargo, lo que había sido presentado como un rayo de esperanza para una sociedad que estaba sufriendo con dureza los embates de las reconversiones, se transformó en poco tiempo en una pesadilla para el gabinete de Rodríguez-Vigil y el socialismo asturiano. Al día siguiente de que el Gobierno anunciase la inversión, EL COMERCIO ponía en duda su veracidad tras varias comprobaciones realizadas desde la redacción con el objetivo de ofrecer a sus lectores más datos sobre el proyecto. El Saudí International Bank, la entidad que según el intermediario francés estaba detrás de la iniciativa, desmentía a través de este periódico su participación en la operación, y el supuesto príncipe Abdoullah Ibn Faisal, al que decía representar Maurice Jean Lauze en sus negociaciones con el Principado, era, en realidad, un personaje ficticio.
Durante una semana, EL COMERCIO, mediante un riguroso trabajo periodístico, fue desmontando una a una cada versión que ofrecía el Gobierno para sostener el anuncio, poniendo de manifiesto la ingenuidad en la que había caído el consejero de Industria y su equipo al renunciar a realizar comprobación alguna sobre la verdadera identidad de Lauze y la falsedad de la documentacion que aportaba, en favor de una mala entendida discrecion ante el temor de que el proyecto se frustrara.
Aquel exceso de confianza en quien resultó ser un auténtico embaucador llevó al Ejecutivo de Rodríguez-Vigil a un callejón sin salida, a una pérdida de credibilidad sin precedentes, que obligó al presidente a la renuncia. La decisión recibió los elogios de todas las fuerzas políticas del arco parlamentario asturiano y aunque no tuvo apenas repercusión inmediata en los resultados de los comicios generales celebrados el 6 de junio, pocos días despues, donde el PSOE volvió a ser la fuerza más votada en Asturias con el casi el 40% de los apoyos, sí supuso un factor importante de erosión del partido en la región, de tal manera que en las elecciones autonómicas de 1995 perdió el poder después de trece años de gobierno.
Juan Luis Rodríguez-Vigil ha sido el único presidente del Principado que abandonó el Gobierno en toda la historia democrática de Asturias. En su carta de dimisión, explicaba que en política y en un momento en el que «cada vez era más necesaria la transparencia y la claridad en la cosa pública» no bastaba con ser honrado, sino que también había que responder «con dignidad ante los errores propios o de subordinados».
Rodríguez-Vigil se comprometía, además, a clarificar antes de dejar la presidencia una semana después todos los extremos del escándalo, mediante una investigación. Pero realmente nunca se llegó a saber las verdaderas intenciones de Maurice Jean Lauze con aquella operación.
El francés, que había pertenecido al temible grupo armado OAS, tenía un amplio historial delictivo por intentos de estafa y falsificaciones de documentos y prácticamente toda su actividad empresarial había estado relacionada con el cobro de comisiones en operaciones comerciales con países de África y Extremo Oriente. Cuando intentaba engañar al Gobierno asturiano, Lauze atravesaba un momento económico difícil por las deudas que arrastraba como consecuencia de los negocios agrícolas que había mantenido en Murcia, donde entonces residía.
El francés, un personaje atípico y extravagante, no llegaría a ingresar en la cárcel por el 'petromocho'. Fue condenado a un año de prisión menor por un delito continuado de falsedad en documentos oficiales y mercantiles, y absuelto del delito de estafa en grado de tentativa. Su intervención en el fraude de la petroquímica no llego a más al ser interrumpida por la investigación realizada por EL COMERCIO, que desde hoy inicia un relato sobre la historia de aquel escándalo, elaborado por Ángel M. González, con la colaboración de Chema Fernández y Marco Menéndez, que conformaron el equipo de periodistas de este diario que destaparon aquellos hechos.
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