Un vecino de la zona da de comer a los animales. :: MARIO ROJAS
Oviedo

«Vivir aquí es para envidiar»

San Lázaro de Paniceres, nombre que proviene de una antigua malatería, conserva la tradición a tan solo un kilómetro de Oviedo

PPLL

Lunes, 22 de abril 2013, 11:31

Marisol Álvarez se trasladó a San Lázaro de Paniceres con tan solo 6 años, hace ya 56, cuando sus padres abrieron allí el bar tienda La Trapa, del que actualmente se ocupa ella. Desde entonces, poco han cambiado las cosas en este lugar, situado a tan solo un kilómetro de Oviedo. Las nuevas zonas residenciales de Las Campas y La Florida han transformado los accesos hasta esta localidad, donde cada vez los vecinos son menos. Hoy en día, unos 50. Los dos únicos cambios que Marisol ha visto en medio siglo.

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Cientos de años atrás, hubo en el lugar una malatería, de la que únicamente se conserva el nombre, con el que popularmente se conoce a la localidad, San Lázaro de Paniceres. Allí, poco antes de llegar y en la margen izquierda de la carretera, lo que sí se mantiene son los restos de la Quinta Méndez, una construcción levantada por la familia Méndez-Vigo aprovechando los bienes adquiridos en la desamortización de la vieja malatería de Paniceres. Tampoco permanece ya la capilla, derribada para la construcción de los nuevos accesos, en la que se guardaba la imagen de San Lázaro, desaparecida en la guerra civil, y procedente de la iglesia del equipamiento vecino.

De no ser por el bar, asegura Marisol, «no verías casi gente en la calle». La tranquilidad, afirman sus vecinos, es uno de los mayores atractivos que pueden encontrar. Y añaden que «vivir en un pueblo es para envidiar». Tanto que «no lo cambiaríamos por Oviedo». Paniceres conserva en su edificación la arquitectura tradicional rural, con algunos hórreos y paneras, además de la llamada fuente María Suárez y un antiguo lavadero, rehabilitado hace años pero inservible de nuevo.

En San Lázaro de Paniceres, como decía Marisol, cada vez quedan menos. Sus hijos no quieren seguir con el negocio, para el que parece que «no hay descendientes». Uno de ellos, Luis Miguel Ramos, entra en el establecimiento. El bar es ya como su casa, pero dice que tiene su vida hecha fuera de él. Coge unos trozos de pan y sale a alimentar a sus ovejas, una raza inglesa que apenas puede verse en Asturias. «Disfrutar de algo como esto tan cerca de la ciudad es increíble», valora.

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