PACHÉ MERAYO
Domingo, 3 de marzo 2013, 02:39
Se llama Jitka Hanzlová. Tiene 54 años, nació en Náchod, República Checa, y es una de las fotógrafas más respetadas de los cinco continentes. Su obra, que ocupa espacio propio en el MoMA de Nueva York y otros museos y colecciones del mundo (Colonia, Suiza, Amsterdam, Austria o Chicago), no había pisado, sin embargo, suelo español hasta que la Fundación Mapfre abrió las puertas para ella las puertas de Madrid el año pasado. De mayo a septiembre fue su artista invitada. Y la experiencia se saldó con éxito. Con él viene ahora Gijón, que pone a su disposición los 600 metros cuadrados del Centro de Cultura Antiguo Instituto (CCAI), a partir del próximo día 21.
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Allí colgará Hanzlová sus aplaudidas galerías de personajes, bosques, rincones de la ciudad y del campo, ventanas, puertas, animales y esencia de todo color y forma. Pero sobre todo mostrará su búsqueda de sus propias raíces.
Sus fotos, que en algunos retratos asumen los claoscuros renacentistas, son un viaje por el mundo. De su pueblo natal a Japón, pasando por Londres e, incluso, Madrid, el último objetivo de sus imágenes. Aunque su travesía, siendo física, es también interior y está marcada por el hecho de haberse visto obligada a dejar su casa muy lejos. «Convivimos con nuestro pasado y nuestra memoria», dice la fotógrafa en el catálogo de la exposición que reúne toda su trayectoria a modo de retrospectiva. «Vivir en el exilio significa aparcar nuestra memoria, el lenguaje propio, vivir sobre una pierna... perdiendo el equilibrio, poniendo toda nuestra esperanza en el futuro».
De esa sentencia parecen nacer las mujeres que retrata con miradas laterales perdidas. Pero también las que encaran el objetivo en un gesto de gobierno absoluto de su identidad. Unas y otras, que parecen más el motivo de un lienzo que el resultado de un instante atrapado, no en vano la Historia del Arte tiene un peso específico en la trayectoria de Hanzlová, son solo una parte de la muestra que podrá visitarse hasta el dos de junio en el CCAI.
La intención es colgar en Gijón las 142 fotografías que pudieron contemplarse en la cita capitalina con la intención de poder observar cómo la creadora checa plasma las relaciones y tensiones entre personas, naturaleza y objetos. Cómo las figuras humanas entran y salen del plano, en favor del paisaje o borrándolo totalmente o cómo se yuxtaponen en otro momento.
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El conjunto es una retrospectiva de toda una vida dedicada a la fotografía. En realidad, es la mayor de cuantas se han celebrado de su obra. Sus imágenes, directas, llenas de veracidad y de gran intensidad, al igual que las de su predecesor en las mismas paredes, García-Alix, aunque con un estilo bien diferenciado, empezando por el empleo de color, se organizan en torno a nueve series.
En ellas están sus propias experiencias vitales y con ellas reflexiona sobre lo que el mundo va poniendo delante de sus ojos, pero también explora cómo se han representado esos temas a lo largo y ancho de la historia de la pintura.
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La selección, que responde, según sus responsables, a una «minuciosa labor de construcción de vínculos entre las series actuales y las más antiguas, con el fin de ofrecer una lectura coherente de los últimos veinte años de su trabajo», responderá a un montaje cronológico, en el que llama la atención el hecho de que Hanzlová vea siempre el mundo en formato vertical.
La primera de las series se titula 'Rokytník' y abarca el trabajo de la fotógrafa de 1990-1994. Es su particular homenaje al pueblo en que creció y en el que aún viven sus familiares. «Las fotografías muestran un mundo melancólico, a la vez propio y extraño, en el que intenta atrapar el tiempo perdido». Le sigue 'Bewohner' con estampas de 1994 a 1996, que ponen de manifiesto «la soledad, la incomunicación y la pérdida de raíces de una gran ciudad».
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'Brixton', con fotos de 2002, es la tercera y responde a un encargo de la Photographer's Gallery de Londres, que invitó a Jitka Hanzlová a realizar un proyecto sobre este barrio. Aquí los retratos de mujeres «surgieron de los encuentros casuales, breves e intensos con desconocidas».
Las fotos de 2000 a2005 dan cuerpo a la serie 'Forest', con los bosque de su infancia. «Es la vuelta a las raíces, manifestando el lado extraño y siniestro del bosque». 'Here' reúne instantáneas de 1998, pero sobre todo de 2008 a 2010. Su escenario es la ciudad de Essen y su intención, mostrar al ser humano en plena naturaleza.
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'Cotton Rose', es el título de su colección de 2004-2006, en la que recluta la arquitectura del Japón, pero también sus habitantes y sus rincones. En 'There is Something I Don't Know' llega ya a 2012. La serie, iniciada en 2000, «muestra las señas de identidad distintivas del ser humano». El mismo que desaparece totalmente en 'Horses' (2007-2012), donde refleja su especial atracción por los caballos.
El recorrido se cierra con 'Flowers', que recluta fotografías del año 2008 al 2012. Es su última serie, aún inconclusa y abierta, en la que enlaza con la tradición de los bodegones. Sus fotos se convierten en retratos de naturalezas muertas, pese a ser de flores, «porque recuerdan la caducidad de la vida».
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