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MARCO MENÉNDEZ
Domingo, 17 de febrero 2013, 10:57
El martes 25 de febrero de 1913 fue un día aciago para Gijón. Una explosión controlada en una ladera de El Musel para extraer relleno con el que construir la Estación Marítima del puerto ocasionó la muerte de 22 personas. 'Horrorosa hecatombe', titulaba al día siguiente EL COMERCIO, que narraba con pelos y señales un infausto accidente que cogió por sorpresa a unas 300 personas que habían acudido al puerto a presenciar lo que tenía que haber sido un espectáculo de la ingeniería, ideada por el contratista de la obra, Antonio Alvargonzález.
Ocurrió hacia las seis y diez de la tarde. Al colocar el explosivo, se dudaba de que tuviera la fuerza suficiente, debido a las condiciones del terreno, por lo que se utilizaron seis toneladas de pólvora y dinamita. El resultado fue que los presentes recibieron «un violento chorro de tierras que nublaron el espacio». Poco a poco, se pudo comprobar la magnitud de la tragedia. Cuerpos desmembrados y numerosos heridos, incluso en alguno de los barcos que estaban atracados en los muelles de El Musel.
Las crónicas de la época explican que en la montaña había ocultas entre la piedra grandes vetas de arcilla que no resistieron la fuerza de la explosión, produciendo una lluvia de piedras y rocas sobre todo aquel que se encontraba en los alrededores.
Las labores de auxilio fueron penosas. Médicos y sanitarios con camillas de Cruz Roja, Paz y Caridad, y la Casa de Socorro acudían en todo tipo de vehículos al puerto para socorrer a las víctimas. Los heridos eran trasladados en barca hasta el Muelle, desde donde los llevaban al Hospital de Caridad, ubicado en lo que hoy es El Náutico.
Uno de las primeros muertos en ser reconocidos fue el contratista de la obra, Victoriano Alvargonzález, mientras que entre los heridos más graves estaban algunos personajes ilustres de la ciudad, como el concejal Francisco Prendes Pando o el ingeniero Eduardo Castro, que al final conseguirían salvar la vida.
La conmoción en la ciudad fue tal que muchísimos vecinos se echaron a la calle y acudieron al puerto a ayudar y a recibir noticias. Incluso, los teatros Jovellanos y Dindurra suspendieron los espectáculos que tenían programados en señal de duelo.
Las víctimas
En un primer momento se registraron 19 fallecidos, pero otros dos de los heridos más graves acabarían muriendo días después. Además de Victoriano Alvargonzález, fallecieron por la tremenda explosión Lorenzo Morán, Adolfo Toral, Celestino Busto, Cástor Nieto, José Iglesias Sorribas, Eusebio Alonso García, Agustín Castro Villares, Antonio Delgado, Miguel Fernández, Álvaro García, Bernabé García, Antonio García Cueto, Emilio García Pérez, Alfonso Guarido Casado, Cástor Lajo, su hijo Eulalio -había acudido al lugar para despedirse de su padre e incorporarse a filas-, Jacinto Pérez Aparicio, Anacleto Rico González, Adolfo Torres y Remigio Valverde. Más tarde, la familia de Miguel López también reivindicó que su pariente había fallecido en este escabroso suceso, siendo la víctima 22.
La alarma llegó incluso a Madrid. El propio ministro de Fomento, señor Villanueva, acudió a Gijón a interesarse por lo sucedido. Fue recibido por el alcalde en funciones, Joaquín Menchaca, y su equipo de gobierno, que junto al director general de Administración Local, Luis Belaunde; el general gobernador, señor Brualla; el gobernador civil, señor Canella, y otras autoridades, visitaron el lugar del accidente para después trasladarse al Hospital de Caridad, donde se interesaron por el estado de los heridos.
Los jardines del centro sanitario sirvieron también de inicio al imponente cortejo fúnebre organizado para los primeros 19 fallecidos. Comenzó a las cinco de la tarde, si bien una hora antes «las calles de Jovellanos, Cabrales y Pidal eran hormigueros: la inclemencia del tiempo, pues a la hora crítica cayó un chaparrón, no fue capaz de diseminar la apretada multitud, que impávida soportó el aguacero. No obstante la animación, el aspecto de aquellos lugares era lúgubre», rezaban las crónicas.
La comitiva se puso en marcha, encabezada por una sección de municipales y otra de guardias de seguridad. A continuación, la Banda Infantil de Música, la cruz parroquial de San Pedro y los 19 féretros llevados a hombros por obreros municipales, siendo el último el de Victoriano Alvargonzález. A continuación, la banda militar del Príncipe, una sección de la guardia municipal, la Banda de Música de Gijón y el clero de las tres parroquias locales. De seguido, el ministro de Fomento, el obispo Francisco Baztán y Urizar, el alcalde y otras autoridades civiles y militares. También acudió el alcalde de Oviedo, José Cuesta, con 16 de sus concejales.
El recorrido fue la calle Cabrales, Jovellanos, San Bernardo y subida hacia el cementerio de Ceares. Al paso de la comitiva ante el domicilio social del Orfeón Asturiano, sus componentes cantaron el 'Miserere', de Perosi, mientras que la orquesta del Dindurra ejecutó la 'Marcha fúnebre' del maestro Maya.
La del 25 de febrero de 1913 permanecerá siempre como una de las fechas más fatídicas de la milenaria historia de Gijón.
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