PACHÉ MERAYO
Domingo, 3 de febrero 2013, 02:39
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En el aire la datación del primer retrato de Jovellanos realizado por Goya, que ya Somoza fechaba en 1780 y en los estudios actuales ronda los años 1782-83, lo que queda son dos mujeres para dar identidad a la solitaria figura que fue hallada bajo sus trazos por la restauradora del Museo de Bellas Artes de Asturias, Clara González-Fanjul, tras un minucioso estudio radiográfico.
Una, María Teresa de Vallabriga, esposa del infante don Luis y cuñada de Carlos III, es defendida por la propia restauradora y la otra, Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente, casada con el duque de Osuna, es la aportación del profesor de la Universidad de Oviedo, Javier González Santos. Ambas tienen parecidos muy razonables con la imagen que arroja la radiografía, es decir, con la mujer que Goya rechazó para pintar sobre ella al ilustrado gijonés. Ambas fueron también pintadas en varias ocasiones posteriores por el maestro aragonés.
En la primera (María Teresa de Vallabriga) Clara González-Fanjul determina varias «coincidencias de su rostro» con la mujer oculta bajo Jovellanos, constatadas mediante superposición de sus características faciales con otro cuadro de Goya que la representa, propiedad de la colección Pérez Simón. «Con ese método se pudo comprobar las concordancias existentes», dice la restauradora, «en las facciones alargadas, las narices y las barbillas prominentes de ambas mujeres, al igual que en la factura de sus bocas, las cejas redondeadas, los ojos de expresión despierta, aunque con una mirada profunda y distante».
Pero antes de llegar al retrato de la que fue esposa del infante don Luis, el equipo de Clara González-Fanjul se detuvo en otro parecido razonable. Un óleo de María Teresa de Borbón, también de Goya, realizado en 1783. La retratada, hija de la Vallabriga (con el tiempo se convertiría en la Condesa de Chinchón), ofrece a las investigadoras «ojos, boca, tocado y mantillas con gran parecido con los de la joven desconocida de la composición subyacente a la de Jovellanos». Su edad, sin embargo, hace imposible la correspondencia, pero documenta la relación de la familia con el pintor, por lo que el estudio se adentra en ella, llegando hasta la madre.
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Por su parte, el profesor de Historia del Arte observa también varias similitudes entre la mujer de la radiografía y la que él defiende. En su caso recurre a una pintura de 1784-85, asimismo de Goya, propiedad de los herederos de Bartolomé March, para hacer las comparaciones. Según él, la condesa-duquesa de Benavente y la dama misteriosa tienen: «la cara afilada, de silueta oval, casi una elipse, la mandíbula inferior robusta, el mentón pronunciado, en el que apunta la sombra de un hoyuelo, los labios carnosos, la nariz larga y ancha de aletas y la mirada con un aire de tristeza». Para hallar las coincidencias, González Santos voltea el retrato de la comparación, de manera que quede en idéntica posición que el del cuadro de Jovellanos.
Pero los dos investigadores fueron más allá de los rasgos. La restauradora del Museo de Bellas Artes profundizó en el conocimiento de la vida de María Teresa de Vallabriga y de la familia que formó al lado del infante don Luis, «así como los avatares de sus miembros y de los lazos que les unían a Francisco de Goya y Lucientes». En realidad, ambas mujeres tuvieron una intensa relación con Goya.
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De María Teresa de Vallabriga se sabe que ésta inició su amistad con el pintor en el palacio de Arenas San Pedro durante el año 1783.
Según González Santos a María Teresa no lo conoció hasta bien entrado el verano y, en sus palabras, para entonces el aragonés ya había concluido su cuadro del ilustrado. Es más está convencido de que «llevaba meses colgado en los salones de su casa de Gijón».
Por otro lado, para poner origen a la relación que el genial pintor tuvo con los duques de Osuna, uno de sus principales clientes entre los nobles que frecuenta Goya, el profesor de la Universidad de Oviedo recurre a una pareja de retratos pintados en 1785 como única documentación conocida. Sin embargo, advierte, que de ser cierta la identidad de la esposa de la condesa-duquesa de Benavente para la imagen oculta bajo la figura del ilustre Jovellanos, la relación que tuvo con el de Fuendetodos debería ser adelantada un buen periodo de tiempo «de 1785 a 1780-82».
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