PACHÉ MERAYO
Domingo, 20 de enero 2013, 02:38
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El primero de mayo de 1937, cinco días después de que los aviones de la Legión Cóndor lanzaran sus bombas contra Guernica, Picasso se sienta sobre la mesa de estudio y crea, en grafito sobre papel azul, el toro y el caballo que darían la vuelta al mundo con su apellido ilustre. Las dos piezas fundamentales de su obra cumbre. Ese día de mayo ven la luz los primeros cinco bocetos de los 45 que finalmente compondrían el embrión definitivo de la obra que corona el arte del siglo XX, el 'Guernica'. El óleo gigante que hoy, tras años fuera de España, tras inviernos en el Casón del Buen Retiro, se deja contemplar por miles de ojos cada día en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Allí mismo se exhiben, como joyas de la historia, los estudios preparatorios en los que el genio malagueño fue desgranando sus intenciones, guiado por los sentimientos que había sembrado en su mente el bombardeo. Ahora esos trabajos, 42 de ellos, se colgarán en Gijón, en el Museo Evaristo Valle, a partir del día 3 del próximo febrero. Pero lo harán sin salir del equipamiento capitalino.
Y es que la serie de bocetos, que supone todo un tratado de la creación picassiana, fue reunida el siglo pasado en una edición de coleccionista y un cofre de papeles. El conjunto vio la luz gracias al desaparecido intelectual asturiano Rafael Díaz-Casariego y ahora se convierte en cuerpo de la exposición gijonesa. Para aquel trabajo, Casariego contó con el experto Joaquín de la Puente (también fallecido), uno de los que intervino en el regreso del 'Guernica' a España y al que se debe su instalación y conservación en el Casón del Museo del Prado, del que fue subdirector y conservador jefe.
La joya editorial titulada 'Picasso, los 42 estudios sobre papel para el Guernica', se completó con la fiel reproducción facsímil del tesoro artístico, en tres tipos de papel, los mismos que utilizó el propio Picasso. El resultado fue impreso en Austria y España y su apoyo literario contó con un prólogo de Juan C. Aramo (heterónimo del propio Casariego), además de un profundo análisis de De la Puente. Es, precisamente, ese trabajo con todos sus componentes, que llegó a merecer el Premio del Ministerio de Cultura a la mejor edición de 1990 en la modalidad de facsímiles, el que ahora alimenta el tributo del Museo de Somió. Con él quiere conmemorar los 75 años cumplidos el pasado abril del bombardeo de Guernica.
Con la exhibición de los estudios preparatorios, en los que, a diferencia de en la obra definitiva, el color sí está presente, el visitante también podrá acceder al contenido de dos trabajos audiovisuales: 'Picasso, diario de la vida de un pintor' y 'El Guernica', además de las fotografías que la amante del pintor Dora Maar fue realizando del proceso creador del famoso cuadro.
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Todo quedará reunido para su contemplación en la sala de exposiciones temporales.
Cabe recordar que en aquella primavera en la que Picasso encaró esta serie de bocetos lo que estaba haciendo, además de dejar una profunda huella en la historia del arte, era trabajar para la Exposición Internacional de París. El cuadro, que finalmente fue el 'Guernica' y que acabaría enfrentado a la mirada pública a finales de mayo de aquel 1937 en la capital francesa, era un encargo del Gobierno español para que el artista representara a su país natal, pese a ser para entonces casi más parisino que andaluz. Se sabe también que la obra que acabó siendo no respondía a la primera idea que el padre del cubismo tuvo para la Expo francesa.
Antes del aciago 26 de abril, había comentado a sus más allegados, incluso a los responsables de la Exposición Internacional, que quería crear un mural, sí, pero con un contenido muy determinado, una alegoría de la libertad. Sin embargo lo ocurrido en Guernica le hizo cambiar la oda por la denuncia. La esperanza que emana de una representación de la libertad, por el dolor que causa la guerra.
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Cuentan que, tras los bocetos sobre papel, Picasso comenzó a trabajar directamente sobre el lienzo el 11 de mayo de 1937. Las seis semanas siguientes no mira para otro lado. Sus tres metros y medio de alto, por siete, con 80 de ancho, son su única ventana al mundo durante ese tiempo, en el que no descansa. El resultado de aquel descomunal trabajo, por el que llegó a cobrar de la República española 200.000 francos en concepto de gastos (la obra en sí fue un regalo), es no solo una de las piezas más importantes del arte contemporáneo, sino tal vez una de las obras maestras de la pintura mejor documentadas, precisamente por el análisis de su desarrollo creativo que permiten los estudios preparatorios. Los estudios preparatorios que se podrán contemplar en febrero en Gijón.
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