Un policía judicial toma fotografías de una de las víctimas. :: P. N.
Asturias

Una pareja de gijoneses fallece arrollada por un tren de mercancías en Villabona

Él tenía 82 años, ella 86. Regresaban del cementerio y según la investigación, tras despistarse optaron por seguir la vía del ferrocarril

RAMÓN MUÑIZ

Miércoles, 10 de octubre 2012, 16:58

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Antonio Insúa Oújo, de 82 años, y su mujer María Dolores Muñiz Fernández, de 86, fallecieron ayer, alrededor de las cinco de la tarde, cuando un tren de mercancías los arrolló en las vías del apeadero de Adif de Villabona-Tabladiello. Nadie se encontraba en ese momento en la estación y el maquinista que dirigía el convoy fue el único testigo. La hipótesis barajada por los agentes de la Guardia Civil encargados del caso apunta a un fatal despiste de las víctimas.

La pareja residía en la calle Los Andes, del barrio gijonés de La Calzada, y según las primeras averiguaciones, habría cogido un tren de Cercanías para acudir al cementerio de Veyo, en la parroquia de Villardeveyo, próximo al apeadero. Allí se cree que estuvieron limpiando la lápida de un familiar y al regresar pudieron desorientarse. Los agentes sospechan que en un momento dado encontraron las vías del ferrocarril y optaron por seguirlas al objeto de alcanzar los andenes de Villabona-Tabladiello.

Minutos antes de las cinco, el ferrocarril de Renfe 84-2-27, dedicado al transporte de carbón, procedente de La Robla y con Aboño por destino, alcanza la zona. A los mandos va un veterano de la compañía, del que sus compañeros dicen que «llevará unos 30 años conduciendo». La locomotora es capaz de circular a 100 kilómetros por hora y esa es la velocidad máxima que lleva regulada para el tramo. No tiene paradas intermedias. El maquinista supera la última curva y por delante se encuentra una recta. A unos 600 metros le queda el apeadero. El sol le da de espaldas, no hay nubes y la visibilidad es perfecta.

«Enseguida divisé dos bultos y me di cuenta de que eran personas», explica el profesional a sus allegados. El maquinista acciona insistentemente la sirena y activa el freno de emergencia, el que pone las zapatas de todos los vagones a la máxima presión. «Frenar más es imposible», ratifica un ferroviario. El estruendo es sorprendente. En la finca más próxima al apeadero, Gerardo González Díaz, Teodora Mazano y José Ramón Suárez dejan de recoger manzanas, alarmados por la señal. «Pensamos que igual el tren se iba a encontrar un animal, o a los chavales que últimamente se acercan mucho a la vía, con una bolsa, buscando tornillos que vender luego al chatarrero», cuentan. Cuando el sonido de los frenos se impone a la sirena «creímos que el tren estaba descarrilando».

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El hombre a los mandos de la locomotora hace lo que puede pero la física es implacable. El convoy iba vacío y supone 500 toneladas marchando pendiente abajo. «No hay manera de detener eso antes de un kilómetro o un kilómetro y medio», ratifican los ferroviarios consultados. Antonio y María Dolores se percatan tarde de lo que se les viene encima y, en lugar de buscar el refugio que les habría dado cambiarse a la vía 2, siguen caminando por la 1, la del mercancías. Un andén les quedaba al alcance de la mano, pero se alza más de un metro. «Incluso los chavales que cruzan las vías tienen difícil escalarlo», reconoce Teodora Mazano.

El mercancías logra detenerse en el punto kilométrico 166,4 cuando tres cuartas partes de sus vagones han arrollado los cuerpos, ya sin vida por el impacto.

El 112-Asturias registró a las 16.55 horas la primera llamada, probablemente del propio maquinista. Informa del accidente y señala que quizás las víctimas estén atrapadas. «Automáticamente movilizamos un furgón de primera salida de bomberos y otro multisituación, además de un vehículo sanitario de transporte de personal», explicó Pablo López, jefe de zona de Bomberos Asturias. Los operarios se encuentran los cuerpos deshechos, a 70 metros uno del otro. Cambian de vestimenta y se enfundan los monos blancos de tybek, los usados para limpiar el fuel de Aboño y el Prestige.

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Sobre el andén van localizando un zapato de tacón, una boina, un bolso azul con flores estampadas. También el audífono de una de las víctimas. La Guardia Civil de Posada de Llanera recoge los documentos que identifican a los cadáveres. Un furgón del tanatorio El Salvador se encargará de llevarlos hasta el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde descansaban anoche.

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