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ANA MORIYÓN amoriyon@elcomercio.es
Domingo, 19 de agosto 2012, 04:39
El buque mercante de bandera croata 'Neretva', cargado en el puerto de Bilbao con 5.492 toneladas de cenizas de pirita, ponía rumbo a Turquía hace ahora veinte años. Hacía buena temperatura, el cielo estaba parcialmente nublado y la visibilidad era inmejorable. La mar, ligeramente tendida del Noreste y con escaso oleaje, no presagiaba ningún imprevisto, por lo que sus 20 tripulantes, dirigidos por el capitán croata Josip Brodiro, navegaban con total normalidad hacia el país balcánico.
Sin embargo, el 'Neretva' nunca llegó a su destino. Se hundió frente a la costa riosellana, a penas 1,3 millas de la punta Palo Verde. No hubo que lamentar pérdidas humanas porque fue posible rescatar a todos sus tripulantes, pero sí una molesta marea negra en plena temporada turística en las costas de Ribadesella y Llanes. Ahora el 'Neretva' reposa en el fondo marino, a unos 50 metros de profundidad, y con el tiempo se ha convertido en un atractivo turístico más para los aficionados al submarinismo. El suceso ocurría el 13 de agosto de 1992, hace ahora veinte años. La tranquilidad del mar Cantábrico se rompió aquel día a las cinco de la madrugada, cuando el piloto de guardia advirtió de que algo raro estaba ocurriendo. No se le dio mucha más importancia. Dos horas después, en torno a las 6.45 horas, en una posición de dos millas al norte de Ribadesella, el barco cogía una escora inestable de 25º como consecuencia del corrimiento de la carga que almacenaba en las bodegas y el capitán hacía la primera llamada de socorro a la Capitanía Marítima de Gijón.
La tripulación trató por todos los medios de reconducir la carga y salvar la nave, pero todos los esfuerzos resultaron fallidos. A las 7.10 horas de la mañana, el capitán Josip Brodiro ordenó el abandono del barco a los veinte tripulantes, que se hacían a la mar en su inestable bote de rescate. A las 9.30 horas, el buque croata, ya muy escorado a estribor, se hundía irremediablemente.
Testigo presencial de aquel naufragio fue Andrés Garrido. Vecino de Lastres y entonces con unos 30 años, era en aquel momento presidente de la Cruz Roja de Lastres y tenía a su cargo la embarcación de salvamento 'Asturmar'. «Hacía muy poco tiempo que Lastres tenía una embarcación de este tipo y nos llamaron al amanecer desde Capitanía Marítima de Gijón para informarnos de lo que estaba ocurriendo», recuerda. Garrido, acompañado por el ya fallecido Silvino Braña, entonces jubilado de la mar y también voluntario de la Cruz Roja, se echaron a la mar en auxilio de la tripulación del 'Neretva' y fueron los primeros en llegar al lugar del naufragio. «Vimos cómo el barco se iba a pique, estaba totalmente escorado y se dio la vuelta. Pudimos comprobar que ya estaba abandonado pero al principio no encontrábamos a la tripulación por ningún sitio», rememora.
Andrés Garrido no podrá olvidar nunca aquella imagen ni los minutos de angustia que pasaron en la embarcación 'Asturmar' hasta que consiguieron localizar a la tripulación, sana y salva, en un bote ya muy cerca del pedrero de Ribadesella, justo debajo de la capilla de Guía, y visiblemente asustados. «Había alguno con algún golpe, pero ninguno grave, y sólo uno de ellos sabía algo de español. Aunque pasaron todos a nuestras lancha, al principio no querían que les sacáramos al puerto de Ribadesella, tenían miedo a ser detenidos y también a que nuestra lancha volcara porque allí, en el pedrero, rompía con bastante fuerza la mar», recuerda Garrido.
Fueron finalmente los helicópteros de salvamento de Asturias y Cantabria, desplazados hasta la zona, quienes se ocuparon de la evacuación de los tripulantes, primero a Ribadesella, y luego a la Casa de Mar de Gijón. En el rescate intervinieron también la embarcación de salvamento 'El Sueve' y el buque de salvamento 'Punta Salinas'.
Arrecife artificial
Hoy, veinte años después, el 'Neretva' es un arrecife artificial donde los bancos de peces se acumulan por todo el amasijo de hierros que lo forman, entre sus 106,43 metros de eslora y 16,44 metros de manga. Pero también se ha convertido en un atractivo turístico más para los aficionados al submarinismo y es raro el fin de semana que no se organicen inmersiones en la zona, aunque no todo el mundo puede hacerlas. «Tiene mucho atractivo, viene gente de toda la cornisa cantábrica para verlo. El pasado fin de semana, sin ir más lejos, vino gente de León», explica Orlando Candás, propietario de la empresa de buceo Aula del Mar, de Lastres. No es fácil llegar hasta el buque ya que se encuentra en una cota de entre 38 y 50 metros. «Es casi buceo semiprofesional porque no todos los buceadores deportivos pueden llegar hasta allí, sólo los de niveles más avanzados», puntualiza.
Orlando Candás recuerda perfectamente el naufragio porque por aquellos años trabajaba de socorrista en las playas de la zona «y me tocó vigilar la llegada de chapapote» pero, además, fue uno de los primeros submarinistas que pudieron contemplar esta embarcación en el fondo del mar, en el verano de 1993. Desde entonces han sido muchos los que han podido disfrutar de este arrecife artificial y ser testigos de su evolución en el fondo marino. «La estructura está más o menos igual, rota y dividida en tres partes. Tiene la popa hacia la costa y la proa mar adentro, y escorado sobre el costado de estribor con las bodegas mirando hacia Llanes y la quilla del barco mirando hacia Lastres», describe con total precisión Orlando Cándas, quien comenta también que con el tiempo se ha cubierto de vegetación y las bodegas se fueron hundiendo cada vez más. El 'Neretva' conserva su ancla y su hélice, aunque muchas otras piezas de valor, como los ojos de buey, fueron 'saqueadas' durante las tareas de extracción de fuel.
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