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IVÁN VILLAR
Miércoles, 4 de julio 2012, 10:38
Por lo general no representan peligro alguno, pero siempre cabe una excepción. Los responsables de la atención de las aves que viven en el entorno del estanque del parque de Isabel la Católica tratan de averiguar cuál de sus pavos reales fue el responsable, el lunes, del ataque a un niño que, como consecuencia de este incidente, tuvo que recibir varios puntos de sutura en alguna de sus heridas. José Luis García, encargado de estos animales, señala que una vez logren identificar al ejemplar será apartado del resto para evitar que un hecho similar vuelva a ocurrir. El plan para aislarlo podría pasar por dos alternativas. La primera, enjaulándolo. La segunda, intentando alcanzar un acuerdo con alguna persona dedicada a la cría de pavos reales, para cambiarlo por otro.
En cualquier caso, la tarea de identificación no será sencilla. José Luis García recuerda que, aunque los pavos reales del parque están anillados, los afectados por este ataque no han sabido indicar de qué color era la anilla del animal que atacó al pequeño, lo que habría permitido centrar la búsqueda. También lamenta no haber estado presente en el momento del incidente «porque si me hubieran dicho 'es éste', ya estaría enjaulado».
Sí tiene al menos alguna pista. La primera, que se trata de un macho, algo que no admite dudas, dadas las evidentes diferencias morfológicas entre uno y otro sexo -la más evidente, el vistoso plumaje que despliegan los machos durante sus tareas de cortejo-. Sólo eso ya reduce el número de sospechosos a la mitad, pues los 34 pavos reales del parque se dividen entre machos y hembras casi a partes iguales. Además José Luis García busca a un ejemplar joven, de unos tres años, y lo hace basándose en la más que probable causa de la agresión: el celo del animal.
Los pavos del parque viven sus días de máximo apetito sexual. Dado que los machos suelen 'apropiarse' de varias hembras y marcar su propio territorio, todo apunta a que el agresor estaría intentando crearse su propia zona de dominio, por lo que debía encontrarse especialmente irascible. Aunque estas circunstancias nunca han desembocado en agresión alguna a los paseantes, en esta ocasión la presencia del pequeño pudo ser interpretada como una amenaza por el pavo, que optó por atacar.
La captura del ejemplar serviría para evitar que la sospecha afecte a la reputación del resto de ejemplares, que según García no son en absoluto violentos. Ni ellos, ni las 54 ocas, ni los 20 cisnes del parque son «peligrosos», aunque el responsable de su cuidado advierte del riesgo de ofrecerles comida, algo prohibido. «Ya tienen un vicio enorme con los gusanitos, y cuando se los dan se tiran a la bolsa y ahí sí se puede llevar alguien un picotazo sin querer».
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