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Como todas las calles del Avilés antiguo, San Bernardo, tenía soportales. He aquí la muestra, existente hasta no hace mucho.
La de San Bernardo es calle de esencias y presencias históricas
LOS EPISODIOS AVILESINOS

La de San Bernardo es calle de esencias y presencias históricas

El trazo antiguo que tuvo, de Cabruñana al puente San Sebastián, sirvió de cauce al Camino Real que venía de Pravia e iba hacia Luanco

ALBERTO DEL RÍO LEGAZPI

Domingo, 4 de marzo 2012, 13:20

Es la más desconocida entre las calles del Avilés primitivo. Formó, con La Ferrería, La Fruta y El Sol, el núcleo habitado de la villa medieval, siendo la más larga de todas ellas.

Hay noticias vagas de, que un principio se la conocía como la del Postigo, y más claras las que la nombran como Calle Real. Pero a partir del último tercio del siglo XVI, ya fue 'calle de San Bernardo', en razón al monasterio de las monjas Bernardas que en ella existió. Pero en 1897 -vuelta la burra al trigo- se cambió por 'Conde de Mirasol', en 1931 'Galán y García Hernández', en 1938 'Martínez Anido' y finalmente, en 1979, recupe­ró su nombre de San Bernardo'.

Servía de tránsito al Camino Real que unía a Grado con Gozón y cruzaba todo el casco histórico avilesino, entrando por la puerta de Cabruñana, discurriendo -en el antiguo trazado- por esta calle y saliendo de la muralla por la puerta del Puente, para cruzar la ría por el legendario puen­te de San Sebastián o de Los Pilares, siguiendo hacia Gozón.

Decía que su nombre le viene del monasterio cisterciense (de monjas Bernardas), que ocupó la parte derecha del primer tramo de la calle, desde 1552 cuando se trasladaron aquí las religiosas -desde Gúa (Somiedo)- y ocuparon 5.321 metros cuadrados de suelo y casas quemadas (restos del gigantesco incendio que había destruido gran parte de la villa, en noviembre de 1478) para edificar el convento con huerta, iglesia, claustro y cementerio.

Hay, por desgracia, muy pocos testimonios del complejo religioso. Incluso sabemos exactamente que Jovellanos, estuvo en él en la tarde del 31 de julio de 1792, copiando varios documentos antiguos que las bernardas conservaban. Pero no dejó comentarios.

Ni Jovellanos, ni su tía. Con la excepción (no podía ser otro) del mayor 'publicista' que Avilés ha tenido a lo largo de su historia. Hablo de Armando Palacio Valdés, que en 'La novela de un novelista' cuenta que iba, al convento, a visitar a una tía suya, monja de clausura: «A veces, a través de la puerta veía el claustro con su vetusta arquería de piedra y en el centro algunos árboles, cuyo follaje apenas dejaba entrar la luz en él. Nada me ha parecido jamás en la vida más poético, más fantástico y misterioso que aquel claustro del convento de San Bernardo».

Las religiosas ocuparon el monasterio hasta 1869 cuando los decretos de exclaustración las desalojaron. Para entonces ya se habían arruinado las murallas y este terreno ponía los dientes largos al personal de estas cosas de las casas.

Total, que lo demolieron por completo -y ahí va que te preste- para edificar exclusivamente viviendas particulares, ante la pasividad del Ayuntamiento, que lo había adquirido para «plaza, calles y ensanche de la población». Sabido es que este tipo vergüenzas abarcan la Historia de cabo a rabo.

Gran parte de sus ruinas sirvieron para rellenar la marisma de Las Meanas. Y el terreno donde se asentó, el monasterio, es hoy un patio de luces 'lujoso' -por aquello de las esencias históricas- que se puede gozar desde la terraza del café 'Pandora', ubicado en el inicio de la calle.

A la mitad de San Bernardo, donde hace un giro leve a la derecha, estuvieron los almacenes de la familia Carbajal, donde -en el verano de 1896- tuvo lugar la primera sesión cinematográfica en Avilés.

La calle, también fue sede de las oficinas de los inventos que, por entonces, modernizaron la ciudad: telégrafos y teléfonos. Y, en 1905 se instaló, en ella, el Juzgado de 1ª Instancia y Paz.

Siguiendo el recorrido, la estrechez de la calle despeja su horizonte, topándose con la impresionante arquitectura del palacio de Camposagrado, uno de los edificios más suntuosos de Asturias. Edificado sobre la antigua casa-fortaleza de la familia de Las Alas, es todo un episodio aparte.

Actualmente, la calle sigue recta y termina frente a los muros de la románica iglesia de Los Padres Franciscanos (San Nicolás de Bari en tiempos de muralla), dejando a la derecha -y haciendo esquina con La Ferrería- el edificio, en obras, del futuro museo sobre la Historia Urbana de Avilés.

Sin embargo, durante siglos, San Bernardo cruzaba por el centro de la hoy plaza de Camposagrado y llegaba a la actual de Carlos Lobo, atravesándola y terminando en la ya citada puerta -del recinto amurallado- del Puente también conocida como la de Los Pilares.

En este tramo final, y a la izquierda (en lugar ocupado, en parte, por el restaurante 'La Parra') se situaban los alfolíes, nombre árabe que remite a los almacenes de sal, protagonistas -junto con el tráfico marítimo de mercancías- de la riqueza comercial que permitió el despegue del Avilés medieval, ya que la villa tenía el monopolio en Asturias de la sal, producto vital para la economía de la época.

Hoy San Bernardo vuelve a estar dentro de la muralla, electrónica, y los bolardos la protegen del tráfico masivo.

Es, quizá, la calle más sosegada y elegante del Avilés antiguo. Tiene clase.

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