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ALBERTO DEL RÍO LEGAZPI
Domingo, 5 de febrero 2012, 11:44
Esta plaza avilesina le hubiera encantado a Marcel Proust, un fanático del tiempo y de las magdalenas. Porque es la mejor conjunción cultural y artístico de lo que Avilés ha venido atesorando, a lo largo de aquellos tiempos por las que atravesó, en su navegación por la historia.
En principio fue territorio franciscano, desde que la orden religiosa llegó a esta villa amurallada en el siglo XIII (solamente se instalaban en poblaciones muy destacadas) y construyó -según su costumbre- en las afueras. Aquí lo hizo en una colina cercana al sur de la muralla, de ahí su nombre primigenio: Convento de San Francisco del Monte.
Unos cuatrocientos años más tarde comenzó Avilés a crecer por esta zona (y por el arrabal de Rivero) y parte de los terrenos -dedicados a huertas- de los frailes fueron 'secularizados', para que discurriera por aquí la nueva calle de Galiana. Porque sabido es que el uso hace costumbre y ésta, según el dicho, hace hábito. pues héteme aquí que el hábito urbano desplazó al frailuno.
De tal guisa nació la plaza, bautizada como de San Francisco. Aunque mucho después, en 1922, cambió el nombre por el de Domingo Álvarez Acebal, ilustre maestro que había dedicado más de cincuenta años a la educación. No obstante el imaginario popular a esta plaza también le adjudica el nombre de 'El jardinin'.
En Álvarez Acebal desembocan las calles de San Francisco y Alfonso VII (que el personal conoce, faltaba más, como 'La calleja los cuernos'). Y de Álvarez Acebal salen Galiana (que ya pasaba por aquí hace trescientos y pico de años) y Julia de la Riva (desde 1907).
En este sitio, inaudito, está el convento (hoy parroquia de San Nicolás, desde 1849) con muestras de románico, gótico y hasta un claustro, barroco, que luce un vestigio prerrománico. También la más funcional Casa de Cultura de Asturias (realizada por las Corporaciones presididas por Manuel Ponga y Santiago Rodríguez, sin olvidar el empeño del concejal de Cultura, Pepe Martínez). Por aquellos años ochenta, el Ayuntamiento adquirió el palacio Balsera (1920) para convertirlo en Conservatorio de Música.
Otra, que tal baila, es el edificio de Artes y Oficios, inaugurado, en 1892, siendo alcalde Florentino Álvarez-Mesa. Fue un proyecto arquitectónico del genial Armando Fernández Cueto, que era maestro de obras.
Estos edificios se pueden comprobar visualmente, si uno se sitúa en la posición que sugiere la fotografía central de esta página.
Y al terminar la vuelta al ruedo propuesta, la mirada comienza a caminar por la monumental muestrario arquitectónico de la calle San Francisco abajo, traspasa El Parche más artístico de España (siglo XVII) y termina en la chimenea del Sinter (106 m. de altura), símbolo de aquella ENSIDESA que revolucionó Avilés, a mediados del siglo XX
El otro día, comentaba con Luz Villasana, que esta plaza te coloca, te emplaza en Avilés, una villa premiada, por la historia, a efectos monumentales -lo último fue el Niemeyer- que ojalá sepa conservar por los siglos de los siglos, amén.
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