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José Luis Martín Vigil fue un escritor de éxito en los sesenta. :: E. C.
Martín Vigil, legado de literatura y olvido
Cultura

Martín Vigil, legado de literatura y olvido

Nacido en Oviedo en 1919, fue un auténtico superventas en los sesenta con novelas dirigidas a jóvenes y de contenido social Escritor de éxito de obras como 'La vida sale al encuentro' y exjesuita, murió hace casi un año en Madrid

M. F. ANTUÑA

Miércoles, 11 de enero 2012, 09:57

En julio del pasado año el Boletín Oficial de la Diócesis de Oviedo daba cuenta del fallecimiento en Madrid de José Luis Martín Vigil. El escritor que triunfó en los sesenta y los setenta, el exjesuita adorador de San Ignacio, el homosexual confeso que incluso se permitió discutir de sexo con Susana Estrada ante las cámaras de Televisión Española, el autor de 'La vida sale al encuentro', la obra que hizo llorar a más de una generación, se fue en silencio. Sin hacer un ápice de ruido, sin dejar ninguna huella impresa en los últimos años de una vida marcada por la enfermedad -salvo algún que otro comentario en internet-, sin dejarse ver ni notar... En una residencia de Alcobendas y con 91 años, falleció el 20 de febrero de 2011. Tal fue su silencio que no fue hasta ayer cuando el autor recuperaba un poquito de vida en la actualidad española a través de un artículo de Luis Antonio de Villena en 'El Mundo', que daba noticia de sus últimos días y su adiós.

No fueron esos días los mejores. Solo, enfermo, en una residencia de Alcobendas y no en la casa del barrio de Salamanca que había habitado en Madrid, esperaba una muerte que acabó por llegar. Tuvo, en cualquier caso, una vida larga, marcada por la religión y la literatura para la que deja como legado medio centenar de obras.

Nacido en Oviedo en 1919, se formó como ingeniero, combatió en la guerra civil con los nacionales y dio el salto a las letras formándose en Filosofía y Letras y Humanidades y Teología. El siguiente paso fue ingresar en la Compañía de Jesús. En 1953 se ordenó sacerdote y aunque cinco años después le dijo adiós a la casulla, siempre mantuvo intacta su fe y se consideraba un 'sacerdote ad aeternum'. Tanto es así que en los ochenta se refugió en el secreto de confesión para no desvelar ante un juez el nombre del joven ladrón de unos grabados de Picasso que, arrepentido, confió en él su devolución al museo madrileño del que fueron sustraídos.

Anécdotas al margen, queda su obra. Nutrida de historias de jóvenes como el ladrón de los grabados de Picasso. Porque fueron los adolescentes y los temas sociales su fuente principal de inspiración. En la memoria de colectiva del país está 'La vida sale al encuentro', novela publicada por primera vez en México en 1960 y que relata los descubrimientos vitales de los quince años. Fue fruto de sus experiencias en un colegio de Vigo. Su éxito, rotundo.

También lo serían muchas de las novelas que llegaron después, editadas incluso más allá de las fronteras españolas. 'Sexta galería' (Premio Ciudad de Oviedo), ambientada en Asturias y que cuenta la historia de unos chicos bien de Oviedo que se van a trabajar a la mina en verano, llegaría casi a la par de ese primer éxito. 'Réquiem a cinco voces' (con la que obtuvo en en 1965 el Premio Pérez Galdós), 'Un sexo llamado débil', 'Muerte a los curas', 'Cierto olor a podrido', 'El rollo de mis padres', 'Doce indeseables', 'El faro de barlovento', 'Un tal Marcos', 'Mi nieto Jaime', 'Una chabola en Bilbao', 'Habla mi viejo' (Premio Gran Angular 1986), 'Beatriz, un caso aparte', 'Yo Ignacio de Loyola', 'Iba para figura' y 'Me llamo Tolo' son solo algunos de sus títulos.

Pero hay más, como 'Los curas comunistas', de 1968, de la que se llegaron a publicar 18 ediciones y que en pleno franquismo se atrevió a defender y elogiar la tarea de esos sacerdotes que elegían los barrios más humildes y marginales para hacer su trabajo. Las drogas y la homosexualidad fueron también argumento para el escritor ovetense en obras como 'La droga es joven', 'Una comuna en Madrid' o 'El sexo de los ángeles'.

La última de sus novelas se instaló en los estantes de las librerías en 1994. A partir de ese momento llegó el olvido de un personaje fundamental en aquella España que daba el salto del blanco y negro al color y que tuvo también un cierto protagonismo en la pequeña pantalla.

Claro que Martín Vigil también tuvo un lado oscuro. Sus relaciones con chicos jóvenes, el hallazgo de pelucas de mujer en su casa de la madrileña calle de Velázquez por parte de la policía y alguna que otra historia más conforman la biografía no literaria de un hombre que tenía muy claro lo que era: «Yo soy sustancialmente un narrador de historias».

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