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Naturaleza política del ser humano
OPINIÓN ARTICULOS

Naturaleza política del ser humano

La «política» es consustancial a nuestra circunstancia de seres sociales y entenderlo así es iniciar con buen pie el camino de la dignificación de la política

FULGENCIO ARGÚELLES

Sábado, 15 de octubre 2011, 04:41

Nuestra mirada y nuestro corazón necesitan aprendizaje para adquirir la capacidad de distanciamiento de nuestras contingentes pulsiones de superficialidad, generalización, curiosidad perversa y perezosa simplicidad con respecto a la naturaleza singular, causas, variables y consecuencias de los hechos. Utilizamos la palabra pronunciada con premura para manifestar nuestra nada ilustrada interpretación y sucumbimos a la inclinación irresistible de opinar, condenar, justificar o, en definitiva, juzgar cuando se nos aproxima, encaminándonos seguidamente a una amnesia rápida que afecta no solo a los acontecimientos interpretados sino a nuestro propio juicio, casi siempre momentáneo, emocionado y propenso al desvanecimiento al no haber sido previamente fundamentado. Como si nuestras mentes fueran máquinas fotográficas que producen atroces instantáneas al azar que luego son despreciadas y arrojadas a las cloacas. Un ejemplo al alcance por su cercanía y cotidianidad es aquél que se refiere a los hechos relacionados con la política y a la política misma.

Hay palabras que engordan con el paso del tiempo, que se hacen presentes y consistentes, que crecen, que se tornan imprescindibles al volverse su significado nítido y exclusivo. También hay palabras cuya timidez las mantiene al margen, detrás de la puerta del último de los desvanes. Pero hay algunas tan pronunciadas y de presencia tan permanente que el brillo inicial de su significación se trasforma en pátina confusa, equívoca e incluso maloliente. Así ocurre con la palabra «política», cuyas acepciones reconocidas parecen haberse desvanecido. Y no se debe esta circunstancia a que los hablantes necesiten para esa palabra una nueva acepción que satisfaga necesidades lingüísticas, más bien la transformación del brillo expresivo en barniz decadente se produce por convertirse la palabra referida en alegoría necesaria para la expiación común, en símbolo de lo desfavorable, en atributo del engaño y efigie de la hipocresía y en algo negativo que acarrea corrupción, perversión e injusticia.

Es la política el arte, doctrina u opinión sobre el gobierno de los Estados, sobre la organización de la convivencia, sobre la ordenación y disposición de los asuntos que a todos los miembros de una comunidad afectan. En este sentido, pudiera haber tantas «políticas» como personas pensantes y tan política es la disposición acordada por un político representante como la contestación social o personal que pueda producirse ante la misma. Es decir, tan político es el «político» como quien asegura renegar de los políticos, porque en uno y otro lado, en el de quien legisla u organiza de manera más o menos afortunada, y en el de quien responde más o menos efusivamente a la decisión ajena y oficial que lo afecta, existe una idea de la organización social.

Es lícito pues calificar determinadas políticas de manera propicia o desfavorable, pero hablar mal de la política como circunstancia sustantiva e ineludible a nuestra naturaleza social es hablar mal de uno mismo, porque al expresar opiniones sobre la forma corrupta de gobernar, sobre las malversaciones, sobre la injusticia de las prebendas, sobre los impuestos abusivos o los privilegios sin justificar, al hacerlo, digo, uno está haciendo política en su acepción más principal del término, pues está expresando su propia opinión sobre el gobierno de la sociedad a la que pertenece. Si aceptamos la necesidad de una articulación social y de unos preceptos que regulen la convivencia, la economía, el trabajo, que determinen unos deberes y garanticen unos derechos, entonces, aceptamos la existencia de unos representantes que propongan políticas, legislen sobre ellas y regulen su cumplimiento.

Asombrado me quedo ante declaraciones como las recientes de una presidenta autonómica, quien en un alarde cinismo y perversión comunicativa desmerece y reprueba unas legítimas manifestaciones públicas de profesores, padres y alumnos contra su política educativa calificándolas despectivamente de «manifestaciones políticas», como si lo «político» fuera algo negativo y como si cualquier manifestación pública no fuera otra cosa que una manera de reclamar formas diferentes de organizarse. Es sólo un ejemplo. Manifestarse es siempre expresar públicamente una idea política en contraste con la que impera o se quiere imponer. La «política» es consustancial a nuestra circunstancia de seres sociales y entenderlo así es iniciar con buen pie el camino de la dignificación de la política. Los desmanes, delitos, corruptelas, menguas, deméritos, fangos, ruindades, robos y alevosías de políticos de todas las tendencias no deben ensuciarnos el concepto ni mancillarnos la palabra «política». Diferenciar, pues, entre las desiguales formas de hacer política (es decir, artes, doctrinas y opiniones, actitudes, tendencias, adhesiones sectoriales y sociales, favores, fundamentos, etcétera) es muestra de sensatez e inteligencia, al igual que generalizar lo es de ignorancia manifiesta.

Política es, por ejemplo, pensar que es más útil y solidario recaudar más impuestos en el grupo de los que más tienen que retirar las ayudas a las personas dependientes. También lo es lo contrario. Política es creer que una empresa modélica y saneada no tiene por qué pagar los platos rotos de otra que por su ineficacia y su mala gestión, cuando no por sus comportamientos corruptos, está al borde de la quiebra. También lo es lo contrario. Política es pensar que deben ser los representantes políticos quienes dirijan los mercados y no estos quienes dicten las políticas a seguir. También lo es lo contrario. Política es no entender la sanidad y la educación como negocios. También es política pensar lo contrario. Política es pensar que la guerra contra el hambre debe ser más importante que la guerra contra los misiles de nunca jamás. Pero también lo es lo contrario. Política es escribir este artículo y también es política expresar contra él argumentos de desacuerdo.

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