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TERRY BASTERRA llanes.co@elcomercio.es
Sábado, 17 de septiembre 2011, 11:25
Hoy se cumplen 10 años desde que se inauguró de manera oficial el funicular de Bulnes, una infraestructura cuya construcción fue polémica en su día y que en la actualidad también sigue generando disparidad de opiniones tanto entre los vecinos como en los turistas que se acercan a conocer esta pequeña localidad cabraliega situada a 649 metros de altitud y en la que apenas reside una docena de personas.
Pese a los 10 años que lleva en funcionamiento este medio de transporte -cuya construcción tuvo un coste de 1.310 millones de pesetas (787 millones de euros) y que ha sido utilizado por más de medio millón de personas desde el 17 de septiembre de 2001- son muchas las quejas que sigue despertando, en especial entre los vecinos este pequeño pueblo de montaña, uno de los pocos de todo el territorio nacional que no tiene acceso rodado. Aunque también entre ellos hay diferencia de opiniones.
«El funicular fue un alivio muy grande porque necesitábamos una salida por abajo. Hacer una carretera que llegue a la localidad por arriba es muy difícil», afirma Hortensio Mier, vecino de esa localidad de 72 años que aún se dedica a las labores del campo. «Es cierto que con el funicular notamos más gente por el pueblo, pero me parece un poco caro. Menos mal que los que somos de aquí no tenemos que pagar porque con esto de la crisis bastante nos tenemos que apretar ya el cinturón», bromea.
El precio, así como los horarios, son dos de los principales inconvenientes que ven a este medio de transporte tanto vecinos como turistas. Éste es el caso de otro de los pocos residentes habituales de esta localidad: Rufino Mier. «Habría sido mejor hacer una carretera porque el horario del funicular, sobre todo en invierno que lo cierran a las seis de la tarde, es muy corto. Tendría que estar abierto hasta medianoche», explica Mier, quien recuerda que cuando estuvo trabajando durante un tiempo en Sotres «tenía que bajar y subir caminando todos los días porque no me coincidían los horarios».
Útil para el turismo
Rufino Campillo es otro de los vecinos de Bulnes. Pese a haberse criado en esta aldea, este jubilado ya sólo pasa en su localidad natal los meses de verano, ya que el resto del año vive en Lugones. «El funicular no es lo que nos hacía falta. Está bien para explotar el turismo y para los hosteleros, pero no para los vecinos. Además es muy caro para los turistas. Una familia de 5 personas que quiera venir a ver Bulnes tiene que pagar por coger el funicular más de 100 euros por un trayecto de menos de 7 minutos», lamenta.
Lo cierto es que este medio de transporte sirvió para dar un lavado de cara a esta localidad de montaña que en la actualidad cuenta con gran parte de sus caminos empedrados. «El pueblo ha cambiado de la noche al día. Está más limpio y ordenado. Y también hay más bares», asegura Rosa Martínez, madrileña de adopción aunque descendiente de una familia de Bulnes y que vuelve con su esposo y su hijo a la localidad de sus antepasados cuando puede. Martínez cree que «el funicular ha sido bueno para Bulnes».
Entre los hosteleros de la localidad las quejas son similares. «El funicular nos ha servido para subir el género y el material para arreglar las casas», señala Alberto Rodríguez Montes, del restaurante La Casa del Puente.
Este hostelero también asegura que este año han subido a la localidad menos turistas «por el tiempo, pero también por el precio del funicular que cuesta más de 20 euros por persona». Otro aspecto que piensa que hay que mejorar son los horarios, en especial durante el invierno, aunque no ve muy factible esta posibilidad. «Llegamos a recoger más de 4.000 firmas en dos meses para que funcionase durante más tiempo pero los que lo llevan no nos hicieron ni caso», cuenta el hostelero con un deje de rabia. Entre los turistas hay opiniones para todos los gustos. Algunos, como el caso de los franceses de la Bretaña Marie Angels Galliou y su esposo Dennis optan por subir andando por el sendero pese a que es un paseo largo y, sobre todo, «muy cansado».
Eric Miranda y Sonia Martínez, de la provincia catalana de Lérida, piensan que «es normal que coger el funicular tenga un precio tan alto. Lo mismo pasa en las estaciones de ski. Se aprovechan». Lo que más ha sorprendido a esta pareja es que sea «el único medio de transporte» para acceder a la localidad.
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