JOSÉ L. GONZÁLEZ
Domingo, 5 de junio 2011, 12:40
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Entre Cádiz y Cuba hay 7.279 kilómetros. Desde ayer, ambas localidades están un poco más cerca. Los dos conciertos que ofrecieron en el auditorio del Centro Niemeyer el baterista cubano Ignacio Berroa y el pianista gaditano Chano Domínguez, contribuyeron a acercar las fronteras de estas dos localidades merced a los abrazos a la música latina ligada con jazz de ambos intérpretes.
Le tocó abrir fuego a Ignacio Berroa que, en formación de cuarteto, decidió iniciar su concierto con una versión de un tema de otro músico que lleva toda su vida experimentando con la fusión de los ritmos latinos y el jazz: Chick Corea. La apuesta sirvió para marcar las pautas de lo que iba a ser un concierto en el que demostró por qué le consideran uno de los máximos exponentes de la fusión de la música cubana con las escalas del jazz.
De sus inmóviles brazos, apenas le hacía falta moverlos para llegar a todos los rincones de su batería, salían con la misma facilidad las claves de la música de la isla del mambo, que las espirales que acostumbran a tener los que practican esa música con un mucho de improvisación y que empezó a gestarse en Nueva Orleans.
Junto a él, tres músicos con la misma capacidad para moverse entre las aguas que separan ambas culturas, sobre todo su pianista, John Di Martino, que pareció divertirse a lo grande durante todo el concierto. Cuatro músicos ensamblados con sutileza que consiguieron arrancar los aplausos del público en todas sus intervenciones.
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Acabado el viaje entre Estados Unidos y Cuba llegó el billete a Cádiz, para volver a transitar desde allí a los dos espacios anteriores. El capitán de la nave, Chano Domínguez, que junto a su banda, New Flamenco Sound, mostró su último repertorio, 'Piano Ibérico'.
El viaje que propuso ayer este hombre nacido y criado musicalmente en Cádiz, que se lanzó a los circuitos americanos del jazz bien temprano, llevaba varios acompañantes: creadores clásicos como Isaac Albéniz o Manuel de Falla pusieron la base de las versiones que trajo ayer a Avilés bajo el título de 'Piano Ibérico'.
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Un viaje que puso el broche a una noche de músicos virtuosos y que contó con unas seiscientas personas como testigos excepcionales de que se pueden recorrer infinidad de países desde la silla de un auditorio.
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