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Falo Hevia es parte de una generación que puso colorido al Avilés de los años 80. :: SERGIO LÓPEZ
La vida son dos días... de fiesta
AVILES

La vida son dos días... de fiesta

PPLL

Domingo, 15 de mayo 2011, 12:28

La idea de que hay que sufrir para vivir no parece ir mucho con Rafael Hevia Menéndez. Primero, porque nadie lo conoce por su nombre de pila, sino bajo el alias de Falo Hevia o Falo 'el Cuzo'. Y segundo, porque este funcionario en horas laborales se convierte a partir de la salida del trabajo en lo que ha sido siempre: un músico de raza, un amante de las rutas en piragua, un promotor de fiestas populares, un agitador de la vida callejera de la villa y, sobre todo, un amigo de sus amigos y verdadero alma de cuantas iniciativas lúdicas se le han puesto a tiro en sus sesenta años de andadura.

Lo que hay que dejar claro desde un principio, para no llevarse a engaño, es que Falo se toma muy en serio que la vida es una broma de proporciones gigantescas. Y que intenta llevar a cabo la filosofía de que si realmente nuestra existencia son dos días, mejor que sean de fiesta. Algo que, no obstante, no le quita arrestos para asumir el trabajo de sacar adelante una romería, un concierto o unos carnavales como «una lucha personal». Y debe ser la misma 'enfermedad' que contagió -o le contagiaron- gente como Gonzalo 'Trasgu', Silverio González, Pepe Martínez, Cotera y toda una serie de entrañables personajes que hoy son, cada uno en lo suyo, pequeñas instituciones en la vida de la ciudad. Los que dieron colorido a las calles de un Avilés gris, oscuro e inmerso en una atroz reconversión que ellos intentaron reconducir a golpe de gaita, vinos, juerga, baile y mucha diversión.

Falo recuerda su infancia en Villalegre como «la existencia normal de un 'rapacín' de pueblo, porque aquello era un pueblo, y yo tengo a gala ser un chaval de aldea, y a mucha honra», afirma rotundo. A Avilés se llegaba en tranvía, y también a pie, lo que servía a aquel niño para enamorarse de la comarca y de sus paisajes como sólo ese paraíso inocente de la edad permite. Un amor para toda la vida y que pronto se extendió a Asturias entera. De ahí a la gaita, la sidra, las romerías y el 'corri corri' sólo hay un paso, que él dio con toda la alegría del mundo.

Faltaba un detonante, y era la llegada de la Transición política. Un momento que los que lo vivieron con veintipocos años y ganas de quemar cartuchos difícilmente lo habrán olvidado. Huelga decir que Falo Hevia estaba entre ellos. Más aún, iba en cabeza junto con la tropa antes mentada. La mecha estaba encendida y no iba a tardar en estallar a presión.

Carnaval, carnaval

Cuando hoy se habla del Antroxu avilesino, el Descenso Internacional Fluvial de Galiana viene a la mente de modo automático. Pero al principio era una cosa excéntrica que no se sabía si iba a prosperar. «Nosotros tampoco», relata Falo con una sonrisa. «Los primeros carnavales debieron de ser en el 79, o en el 80, y de aquella estábamos metidos en hacer música, animar verbenas en los barrios...». Fueron llegando otras celebraciones, caso del Concurso de Rock Villa de Avilés, pero el Antroxu se hizo un hueco importante en la agenda de Falo, que culmina en 1986 con ese Descenso de Galiana, inaugurado «con una piragua rota a la que pusimos ruedas». Hoy la propuesta «está asimilada y ninguno de los que la empezamos seguimos en ella».

Y eso porque Gonzalo y 'Cuzo', como una piña, estuvieron de acuerdo en que «nuestro papel fue empezar una cosa y que luego otros continuasen poniendo sus ideas, haciéndola evolucionar según criterios que no tenían por qué coincidir con los nuestros», explica. Surge la duda de si está contento con la forma en la que se llevan a cabo estas fiestas en la actualidad, pero él soslaya la cuestión con que «si la gente lo pasa bien, con eso vale, y mi opinión... pues 'ye' la mía, y ya está», responde con un acento inequívocamente avilesino.

El Descenso era la niña de los ojos de este hombre que pone su pasión en todo lo que se le pasa por la cabeza. Pero la música llevaba un tiempo apartada de sus ocupaciones, y le pareció oportuno retomarla con el mismo ímpetu de siempre. Dicho y hecho, un buen día se juntó con Santiago Gutiérrez 'Ajo' en un local de ensayo de Llaranes, y al grito de fiesta que se cantaba antiguamente en el Xiringüelu, en la Amuravela, en San Roque o en la Balesquida, surgió un grupo de música «ni folk, ni celta, ni rock, ni con ninguna etiqueta que no fuera la de asturiana». Fue en 1987, y se llamó Ixuxú. Gaita, tamboril y guitarras para peculiares himnos como 'No hay una línea trazada', frase que 'decoró' infinidad de paredes de Avilés y Asturias «como una propaganda barata y algo 'cutre', pero muy eficaz». Y vuelve a reírse.

Fueron ocho años de conciertos, discos de todos los tamaños, una casete que se vendió con un número especial de LA VOZ DE AVILÉS, premios en concursos dentro y fuera de Asturias... y polémicas «entre puristas, melómanos y juerguistas que, la verdad, dieron mucho que hablar y algún que otro 'botellazo' en un par de conciertos», relata entre la sorna y cierto resquemor diluido por el tiempo. Ixuxú desapareció del circuito de noches folk y verbenas «pero seguimos juntándonos en el local, para divertirnos entre amigos, que es de lo que se trata».

En todo caso, la fiesta seguía. Y como muestra, la 'Final de la Costera del Bonito de Sabugo', otra sana locura que convirtió el barrio en otra marea humana, durante tres ediciones rubricadas con el periódico satírico 'El Sabuguero'.

Precisamente allí es donde vive ahora Falo. «Con mi familia, que es lo mejor que tengo, saliendo en kayak o a pescar con los amigos, de ruta gastronómica con la Cofradía 'La Gocha Pinta'... y a ser feliz, que para eso venimos a este mundo». Lo dice la sabia voz de la tradición. Tradición festiva o lo que es lo mismo, la del alma de Falo Hevia, avilesina y universal.

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