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Juan Cueto, antes de la presentación de 'Cuando Madrid hizo pop' en el museo Evaristo Valle. :: PURIFICACIÓN CITOULA
Juan Cueto: «Madrid me despertó el entusiasmo del provinciano»
Cultura

Juan Cueto: «Madrid me despertó el entusiasmo del provinciano»

La presentación de 'Cuando Madrid hizo pop' se convirtió ayer en un homenaje al escritor al que se sumaron destacados representantes sociales y culturales

PPLL

Martes, 22 de febrero 2011, 14:49

Dice Juan Cueto que «al principio Madrid, provocó en mí el entusiasmo del provinciano». En torno a esa reflexión, pero sobre todo, alrededor de su propia figura giró ayer la presentación en el Museo Evaristo Valle su libro, 'Cuando Madrid hizo pop', subtitulado 'De la posmodernidad a la globalización' (Ediciones Trea). Un acto que en el que estuvo arropado por destacados representantes sociales y culturales como el director emérito vitalicio de la Fundación Príncipe de Asturias, Graciano García; el viceconsejero de Cultura, Jorge Fernández de León; el expresidente del Principado, Juan Luis Rodríguez-Vigil; la directora de Laboral, Centro de Arte y Creación Industrial, Rosina Gómez-Baeza, o el presidente del Foro Jovellanos, Jesús Menéndez Peláez.

En la mesa de la presentación, junto al autor, Juan Cueto, también comparecieron el introductor de la obra, el novelista y colaborador de EL COMERCIO, Miguel Barrero; la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, así como los escritores Juan Cruz y Manuel Vicent.

Tomó la palabra en primer lugar la regidora gijonesa, prometiendo ser breve, lo que cumplió con exactitud. Ensalzó las ideas «deslumbrantes y reveladoras» a las que Cueto ha tenido acostumbrados a sus lectores. Y en esta actualización de algunos de los textos publicados hace tiempo y que recoge el volumen, resaltó «la vigencia» que conservan a pesar del paso de los años. Y ello debido a la capacidad que posee «este inquieto e inteligente carbayón, al que hemos hecho hijo adoptivo de Gijón, para desplegar sus antenas y captar en todo el mundo la actualidad más significativa».

Siguió en el turno de intervenciones Miguel Barrero, quien relató la primera entrevista que le había hecho a Juan Cueto, hace un año y medio, en la cual germinó la posibilidad de llevar a cabo el libro, bien que ante algunas resistencias del protagonista implicado. Resumiendo la sustancia de los textos, opinó que atendían a la mayor de las preocupaciones del autor en su análisis de nuestra época, es decir, «el cambio de paradigma que nos ha llevado de la sociedad industrial a la de consumo de masas, que generalmente no se ha entendido o se ha entendido mal».

Por su parte, Juan Cruz confesó abiertamente que participar en el acto le suponía «uno de los días más felices de mis últimas décadas». Y ello en razón de que Juan Cueto «es una personalidad capital, radicalmente importante, que nos ha ayudado a entender el carnaval del mundo, como se decía en el tango de Gardel». Abundando, indicó que «lo que sabe Cueto no sólo está en los libros o las pantallas, sino en los intersticios de la intuición, que le otorga a sus escritos una rabiosa potencia». Y señaló dos características de los mismos, «la profundidad y lo aéreo».

Manuel Vicent optó por el humor. Y así, definió a Juan Cueto como «el motorista de una Harley, con los cabellos al viento, en cuyo carenado resplandeciente las chicas modernas se miraban para pintarse los labios». O como «el guardián en el centeno» (en homenaje fugaz a Salinger). Y siguió por las frecuentes visitas del hijo adoptivo de Gijón al Bocaccio, local madrileño a la última, en el que se reunía con Juan Benet, Juan García Hortelano Fernando Savater, y que «hoy, para que vean cómo han cambiado los tiempos, es un prostíbulo». Pero, en fin, Juan Cueto era por encima de otras menudencias, «un tipo al que se le ocurrían las cosas un minuto antes que a tí».

De ahí, pasó Vicent a lo que llamó distintas catas de Madrid, ciudad fundamental en el libro que se ponía de largo. Y para el autor de 'Balada de Caín', «Madrid es una ciudad en la que nadie quiere morir. Quieren irse a morir al lugar de procedencia. Está bien para vivir». Con todo, su recuerdo le evocó su propia llegada a la capital, en un avión en el que también viajaban «una chica que leía el Paris-Match, con una perrita 'lulú' y un sindicalista con brazalete negro». Según parece, en aquel vuelo acabó vomitando el pasaje y hasta la tripulación. Hipérboles, acaso, para definir una ciudad a la que empezaban a llegar los pollos Alaska, que en algunas cafeterías daban vueltas ante unos expectantes Carpantas.

En realidad, Vicent sostuvo que «la modernidad entró en Madrid una semana después del golpe de Tejero, cuando el nido de serpientes que no habíamos asumido decidieron tirar la toalla». Y como mejor expresión de la modernidad y la posmodernidad, «la necesidad de ver y ser visto, son las miradas de los demás las que nos esculpen». O la feria de Arco, que «ofreciendo una modernidad artística que la izquierda finge comprender, y la derecha, ni eso, pues de vuelta a la calle te encuentras con un taxista con un palillo en la boca y oyendo la Cope». Para ser capaces de introducirnos en tales misterios, concluyó, «el notario es Juan Cueto».

Finalmente, el autor puso el colofón de forma sobria, rechazando, eso sí, que hubiera sido tan frecuente su paso por Bocaccio, y admitiendo que al comienzo Madrid le provocó «el entusiasmo del provinciano». Por lo que respecta al libro, declaró que Vicent había atinado «al identificar la modernidad con la necesidad de ser visto y aparentar».

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