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El doctor Bellmunt en el centenario de su muerte
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El doctor Bellmunt en el centenario de su muerte

Acaba de cumplirse un siglo de la muerte de Octavio Bellmunt y el centenario ha pasado inadvertido. Así que bueno será recordar en unas líneas a quien todavía homenajean sendas calles en Gijón y Oviedo

SERGIO SÁNCHEZ COLLANTES

Martes, 26 de octubre 2010, 05:01

Octavio Bellmunt y Traver vino al mundo en Avilés en 1845. Su padre, Antonio Bellmunt, catalán, se había formado como médico en la Universidad de Edimburgo y luego fijó su residencia en Asturias, donde participó directamente en los sucesos revolucionarios de 1868. Muchos años después, Octavio todavía conservaba en la buhardilla su fusil de miliciano nacional. El avilesino se licenció en Medicina en 1869. Había iniciado la carrera en Madrid, pero tuvo que interrumpirla por razones de salud y la concluyó en Barcelona. Desde entonces vivió en Gijón, donde contrajo matrimonio con Natividad Truan, hija del industrial protestante Luis Truan. En esa población labró merecida fama como tocólogo y, durante unos años, ejerció de médico de las populares cigarreras de la Fábrica de Tabacos. La consulta de Bellmunt, en el número 19 del paseo de Begoña -entonces de Alfonso XII- se anunció profusamente: 'Especialista en partos y en enfermedades de la matriz'. Allí era homenajeado cada mes de noviembre (San Octavio) con una serenata. El agasajado doctor correspondía invitando a un té, aunque también obsequiaba a sus amigos más íntimos con suculentos banquetes. En un trabajo que Ataulfo Friera escribió para EL COMERCIO en 1889, describió el «saloncillo» de Bellmunt: «artísticamente decorado y con las paredes tapizadas de libros, de cuadros al óleo y de instrumentos quirúrgicos».

Bellmunt acumuló no pocos méritos científicos. La Academia de Medicina de Madrid premió algunos de sus trabajos e incluso gozó de cierto renombre en el extranjero. De hecho, en 1880 asistió al Congreso de Beneficencia de Milán, junto con Ángel Pulido y otros. Igualmente, se le atribuye la segunda ovariectomía realizada en Asturias, intervención que practicó en Gijón en 1891, extirpando un tumor de 14 kilos. Jacinto Laverón inmortalizó el momento en un cuadro excepcional, que Fernández-Ruiz pudo divulgar gracias a la amabilidad de Pedro Hurlé. Pero, como era habitual en los médicos de aquellos tiempos, Bellmunt destacó en otras muchas facetas. Una de ellas fue la música. Tocaba el violín con pericia y admiraba fervientemente al compositor Pablo Sarasate. De ahí que José Prendes Pando lo representara sosteniendo dicho instrumento en una famosa caricatura que publicó en 'La Comedia Gijonesa' en 1889. También destacaron sus conocimientos de historia, bellas artes y arqueología. De hecho, llegó a poseer una valiosa colección de objetos que su familia vendió después de su muerte, según relata Constantino Suárez. Tan variopintas inquietudes desembocaron en un ambicioso proyecto editorial que, no sin grandes sacrificios, dirigió con Fermín Canella en los 90, tras reclutar un grupo de colaboradores de excepción. Se trata de la indispensable obra por entregas 'Asturias: su historia y monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones'. La Fototipia y Tipografía de Bellmunt, instalada en la carretera de Villaviciosa en 1894, llevó una existencia paralela a ese colosal trabajo, que finalmente abarcó tres volúmenes. Esos talleres, que también imprimieron los programas de las ya reputadas fiestas del verano gijonés, sufrieron daños considerables en un incendio declarado en 1897. Dos años antes, precisamente, Bellmunt se había distinguido por su anticipación en otro fuego en los Campos Elíseos, donde salió en plena representación al escenario y rogó al público que abandonara el local ordenadamente, cuando los espectadores no se habían percatado de las llamas. Profundamente incardinado en la vida local, Octavio Bellmunt se enzarzó en las rencillas portuarias, alineándose con los que defendían el Apagador, o sea, reformar el puerto local en vez de hacer otro en El Musel. Como director del semanario 'Gijón', que lo fue unas diez semanas, mantuvo largas controversias con 'El Fuete', que dirigía otro popular médico, el federal Eladio Carreño. A tanto llegaron las discordias y las riñas a causa del puerto, que un día Bellmunt fue agredido en plena calle.

La nómina de honores, actividades y cargos desempeñados por Bellmunt es extensa: presidente de la Asociación Asturiana de Ciencias Médicas, profesor del Instituto de Jovellanos, presidente del Círculo de Instrucción y Recreo, socio honorario y protector del Orfeón Asturiano, en fin, conferenciante en sociedades, veladas y actos diversos. Fuera de su popularidad en Asturias, el reconocimiento y consideración que tuvo en otras esferas lo demuestra su pertenencia a las más reputadas instituciones, que además figuraron en su esquela: la Academia de Medicina e Higiene Profesional de París, el Instituto Médico de Barcelona, la Sociedad Antropológica de Madrid y las Reales Academias de Historia, de Medicina y de Bellas Artes de San Fernando. Sorprende la nula atención que Constantino Suárez le dedicó a las actividades políticas de Bellmunt. Simpatizó con el Partido Republicano Progresista, que dirigía el emigrado Manuel Ruiz Zorrilla y que se formó en la villa a principios de 1888, durante una reunión verificada en la calle Corrida, número 16. En ella fue nombrado tesorero del flamante comité, presidido por el reputado Leoncio Cid, profesor de Historia en el instituto. Meses después ocupó el cargo de vocal y hasta se le nombró representante para el comité provincial. Luego todo indica que fue moderando sus inclinaciones republicanas, hasta diluirlas en un liberalismo dinástico que podría explicar que la obra 'Asturias' se inicie con una dedicatoria a María de las Mercedes, hermana de Alfonso XIII y princesa de Asturias. De hecho, aún siendo republicano confesó públicamente que había votado a los monárquicos dos o tres veces: cosas de la sociedad de la Restauración, de las fidelidades clientelares y de las luchas portuarias.

En los primeros años del siglo y los últimos de su vida, Bellmunt inventó un tipo de fórceps y registró una marca para un variado repertorio de específicos medicinales, donde no faltaba una pomada para la alopecia: toda una ironía tratándose de un galeno bien pelón, al que los amigos más indulgentes, como Acevedo Huelves, definieron como de «frente alta y despejada». El año de 1910 fue duro para Elisa Bellmunt, ya que fallecieron su marido, Rafael Fontanellas, y su padre. Una de las últimas actuaciones de Bellmunt pocas semanas antes de morir fue una generosa donación de libros para la biblioteca del Orfeón Asturiano, «compuesta de infinidad de volúmenes», según 'El Noroeste'. En su inauguración, la noche del 22 de septiembre, compareció Bellmunt a última hora por «urgentes ocupaciones profesionales». El breve discurso que pronunció debió de ser el último: el sábado, 8 de octubre de 1910, hacia las 4 de la tarde, expiró a los 66 años de edad. Sobre el féretro no reposaron coronas, sino la Bula de la Santa Cruzada, porque así lo había dispuesto en el testamento.

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