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OPINIÓN ARTICULOS

El peor padre del mundo

Luego, no nos extrañemos de que con ocho añitos nuestra niña nos amenace con denunciarnos al Defensor del Menor ante el menor ademán de tortazo al canto por lanzar las lentejas al suelo

JOSÉ ÁNGEL CAPERÁN

Domingo, 12 de septiembre 2010, 04:26

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Espero que imagine usted la estampa que le voy a describir: vacaciones en un crucero por el Mar Egeo. En una mesa, sentadas, cinco niñas de unos catorce o quince años. Al otro lado de la cubierta del barco, sentados, los padres de la niña más habladora del grupito, el padre tomándose un caña y la madre leyendo a Jorge Bucay; la locuaz adolescente suelta por aquella boquita la siguiente frase: «yo antes dejo el tabaco que los petas. tía no me j.»; tras más bla-bla-bla de estercolero suelta su lugarteniente: «j., es que casi me rompo el c. bajando en el p. burro de Santorini». Ante tan detallada información me corroe la curiosidad sobre el título del libro que lee la mamá, por otra parte afamada médico-dentista. ¿Adivina cómo se titulaba el libro? 'Amarse con los ojos abiertos'.

Sin duda que uno debe amarse y tener su autoestima por las nubes, pero, claro está, siempre y cuando haya algo de lo que vanagloriarse. Espero que usted se haya dado cuenta igual que yo de que los adultos están desapareciendo, el crío pasa a ser adolescente y el adolescente no parece llegar a la edad adulta aunque los años pasen. Aún no se ha fraguado, pero la generación que está alargando la edad del pavo hasta bien entrada la treintena no llegará a ser adulta, pasarán directamente a ser viejos. Déles diez años y saldrá a la luz por primera vez una generación de adultos con un nivel educacional por primera vez peor que el de sus ancestros. La generación NiNi habrá cumplido años y exigirán atención y dinero sin esfuerzo, con la desventaja de que serán ellos los que tendrán que tirar del carro con su vocabulario de mil palabras, sus exigencias de derechos sin deberes y unos egos engordados a base de la cantidad de amigos lograda en Tuenti.

Sinceramente, tras trabajar muchos años en selección de personal, uno se va dando cuenta de que cualquier persona con una mínima formación, que sepa idiomas y, sobre todo, que sepa comportarse, es decir, que tenga inteligencia emocional, tendrá un trabajo asegurado cuando los procesos de selección topen con el vacío de esta generación de trabajadores inminentes. Hasta hace poco, el más tonto hacía relojes. A partir de hoy, si eres tonto estás perdido, pero si además de tonto estás orgulloso de ello, matarás de hambre a tus frustrados padres que culpan de tu paro a la crisis, al sistema y a una mano negra que te tiene cruzado.

Nace a su vez, una generación de 'padres de libro de autoayuda', madres que se ponen música clásica en la barriga para estimular al feto, padres que cuentan cuentos sin parar a sus hijos y les enseñan a leer y a resolver quebrados mucho antes de entrar en el 'cole', la generación de superpapás que reniegan del instinto y el sentido común en favor de los rígidos programas de estimulación temprana. Luego, no nos extrañemos de que con ocho añitos nuestra niña nos amenace con denunciarnos al Defensor del Menor ante el menor ademán de tortazo al canto tras lanzar las lentejas al suelo. Usted no tiene una niña usted tiene a Ally McBeal y, además, usted, que tiene la enciclopedia entera de 'Cómo ser un superpapá', es el peor padre del mundo.

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Pero, como suele suceder, usted se sentirá ofendido pues su intención es que su hijo sea secretario general de la ONU; o puede que usted sea ya un NiNi vejete y quiera que su niño sea un Álvaro Muñoz Escassi y su niña presente un 'Call TV'. Se sentirá tan ofendido que renegará de mi opinión, me dirá que le tengo manía a su hijo y que me hará la vida imposible.

En Brasil vagabundean por las calles de Río bandas de niños de entre ocho y trece años que roban e inspiran bolsas de plástico impregnadas de pegamento. No tienen padres, es el grupo el que dice lo que está bien y lo que está mal bajo el criterio de sobrevivir a cualquier precio. Un niño sobrestimulado, muy listo, quizá demasiado listo, saldrá de la infancia mucho antes que un niño normal. Nos encontramos con niños de ocho años que ya son casi adolescentes, que, aunque no tengan todavía grupo de amiguetes, la opinión de la mamá y el papá ya no vale mucho. Llegan a los diez años y el papel rector que jugaban los papás pasa a ser del grupo, de la niñata que sabe ya qué significado oculto tiene el número sesenta y nueve o del niñato que dice que los porros no son malos porque son naturales. Ellos serán sus nuevos papás, sólo su opinión cuenta. Acéptelo, usted sólo jugará un papel financiero y estará permanentemente disgustado, cabreado y varias veces, quizás, no vea otra salida que una bofetada, pero no conseguirá nada. Ya ha perdido la autoridad. La torta, ya en ese estadio, es sinónimo de fracaso como educador.

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Realmente, la diferencia entre nuestros adolescentes y los niños del pegamento es que los nuestros están mantenidos por la cartera indulgente de papá, lo que hace no poner límites a las malas artes educativas que practican los grupitos de amiguetes, porque, sea cual sea la consecuencia de sus actos, la comida estará en la mesa, la ropa de marca en el armario y el dinero para el 'botellón' asegurado.

No le dé más vueltas, acéptelo, probablemente su hijo es un tirano y usted es su mecenas, salvo que empiece a ser padre, sólo padre, no científico ni profesor ni mucho menos amigo. Guarde la cartera bajo llave y comience a decir no, a hacerse el sordo ante los berrinches y a ser consecuente con lo que dice y con lo que hace. Ser padre es difícil, pero tener que estudiar para ser un buen padre es catastrófico.

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