Alejandro Urrutia vuelve a la cocina en la Plazuela

El cocinero Alejandro Urrutia, que triunfó con especialidades de la llamada cocina de autor en los restaurantes Paladares y Art Galery, reconocidos con una estrella Michelín, regresa el próximo octubre a la hostelería gijonesa con un negocio propio que prepara en un local de la plaza de San Miguel.

Su objetivo es ahora llegar a todo tipo de público, sin distinción de edad ni bolsillo, porque asegura que por 30 ó 35 euros «se puede comer muy bien» y porque «siempre pensé que mis platos con identidad propia y otros más tradicionales o la cocina de la abuela no están reñidos».

Cuando Art Gallery cerró, Urrutia anunció ya su deseo de volver con un negocio propio, que está preparando, con ayuda del interiorista gijonés Carlos Conde, como «un traje a medida». Cerca de dos años después, durante los que el prestigioso chef pensó hasta el último detalle de cómo llegar al público, el nuevo local, en la céntrica plaza de San Miguel, se encuentra meticulosamente diseñado y con todo previsto para finalizar la obra en septiembre, con vistas a inaugurar en octubre.

Urrutia asegura que el ambiente influye en más de un 50% a la hora de decidir un cliente si vuelve o no a un restaurante, así que iluminación, materiales, distribución de espacios y todos y cada uno de los elementos de la cocina, la bodega o los comedores están orientados a proporcionar un entorno placentero en cualquier situación, desde la reunión de negocios (en comedor privado) a la cena íntima, pasando por la comida rápida del profesional a caballo entre la jornada matinal y la vespertina. Eso sí, las referidas comidas rápidas no tendrán nada que ver, como es previsible, con la famosa 'comida basura', sino que incluirán una oferta de medias raciones o fórmula similar de la carta del restaurante.

Urrutia proyecta tener su establecimiento abierto al público desde las nueve de la mañana hasta la medianoche y durante ese largo periodo será posible obtener comida y bebida. Eso implica preparar y servir desde un pincho a modo de desayuno hasta una copa de vino. De ahí que lo único que no parecer tener claro el famoso cocinero sobre el establecimiento soñado es cómo denominarlo, ya que será mezcla de restaurante, vinoteca y cafetería.

Sobre el diseño del nuevo local, tanto Urrutia como Conde prefieren ser discretos. Por una parte, porque el desarrollo de las obras puede todavía obligar a introducir cambios que convertirían en engañoso cualquier adelanto. Por otra, porque el cocinero no niega ilusión por jugar con el factor sorpresa, convencido de que, sin perjuicio del respeto por todos los gustos, el local será atractivo y acogedor.

Se sabe ya, sin embargo, que toda la cocina estará accesible a la vista del público, desde los fogones hasta el lavavajillas, y que han sido intencionadamente evitados los recovecos, a fin de garantizar una higiene perfecta.

La bodega será visitable por los clientes, es decir, no tendrá acceso restringido a los camareros, con diáfana visibilidad de la misma, también, desde cualquier otro lugar del local. Urrutia piensa que «tan importante es ver como ser visto», y está obrando en consecuencia.

Última tecnología

Otra herramienta para causar al cliente la sensación más agradable posible será la tecnología de última generación, por ejemplo, para enfriar una copa a 30 grados bajo cero o para que todos y cada uno de los vinos ofrecidos se conserven a la temperatura adecuada para servirlos inmediatamente.

La idea de que el ambiente es responsable de un alto porcentaje de la satisfacción del cliente hace, de alguna manera, que Urrutia esté dispuesto, llegado el caso, a compartir con Carlos Conde su próxima estrella Michelín, pues el responsable de la decoración, según el cocinero, ha sabido plasmar perfectamente en un proyecto constructivo, sus ideas para convertir un local de 245 metros cuadrados y libre de pilares en un templo de la hostelería local.