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«Una especie de sandalia romana que en Asturias llaman chalana, tosca embarcación...», así describió Llano Ponte la lancha en la que cruzó el río Deva, en 1866. En la imagen, una lancha en Tinamayor.
Ribadedeva, tierra de límites
Sociedad

Ribadedeva, tierra de límites

De Colombres salían los romeros no sin antes visitar al milagrero de la ermita del Bao

RAMÓN AVELLO LUIS SEVILLA

Sábado, 19 de junio 2010, 04:32

Los ríos trazan con su cauce líneas y fronteras, sin embargo, el río Deva que hoy separa administrativamente Asturias y Cantabria, no siempre fue una línea divisoria entre estas dos comunidades. Desde la Edad Media hasta l833, fecha en la que el ministro de Fomento Javier de Burgos -en la historia contemporánea de España, casi todos los ministros de Fomento siempre se hicieron notar - realiza la división administrativa de las provincias de España, la frontera con Cantabria estaba en otro río, el Cabra, límite del concejo o el 'alfoz' de Ribadedeva que pertenecía a la Asturias de Santillana y al Reino de Castilla. Paradójicamente, las parroquias de este concejo siempre dependieron de la diócesis de Oviedo, en el antiguo Reino de León. Asturias es plural, igual que el río Deva, un río que absorbe al más caudaloso y salmonero Cares, y desde el que, como poetizó Benito Álvarez Buylla «se contemplan dichosos/ frente a sus frentes serenas/ Unquera a la vieja Asturias/ Bustio a Castilla la Vieja».

En la ribera derecha del Deva, se inicia el Camino Jacobeo de la Costa por Asturias. Sobre la antigüedad de esta ruta se escribieron hipótesis diversas. ¿Existió una antigua calzada romana por la costa, la Vía marítima de Agripa, desde Irún (Ossaron) a La Coruña (Brigantium)? Los medievalistas más solventes, como Juan Uría, cuestionan esta calzada. El Camino de la Costa no nacería como superposición a esta vía romana, sino en una etapa posterior, con la creación de las 'polas' medievales, a partir del siglo XII. Sería una vía de peregrinación secundaria, menos frecuentada por los peregrinos a Santiago, imprecisa en su trazado y de una cronología más reciente.

El peregrino que viene de Cantabria por la costa, debería cruzar el Deva. Todavía a mediados del siglo XIX, este paso se hacía en barca. En el verano de 1866, Juan de Llano Ponte describe así el cruce del Deva: «En una especie de sandalia romana que en Asturias llaman chalana, tosca embarcación aún para alimentar la navegación fluvial, con el lodo hasta las rodillas y en una atmósfera ponzoñosa que el limo de su cegado lecho producía, pasamos al fin». Se podía cruzar el río por tres lugares: el más frecuente, por el 'Pozo del Ángel', a unos doscientos metros al sur del puente de hormigón que une Unquera con Bustio; otro lugar sería más al norte, hacia la desembocadura de la ría de Tinamayor y, finalmente, más al interior, había un servicio de barca, en Vilde.

Ya en Asturias, el peregrino tomaba a la salida de Bustio la cuesta del Canto. «Fatigosa bajada», escribió Jovellanos que la recorrió en sentido inverso. Pues más dura será la subida. La cuesta termina en la Capilla de las Ánimas poco antes de entrar en Colombres. Un mojón indica: A Santiago 427,2 Km. De ellos unos doscientos cincuenta, sin contar extravíos, serán por Asturias. Estas capillas de Ánimas, oratorios o humilladeros minúsculos construidos a partir de la Contrarreforma, en el XVII, imitaban a las ermitas rurales y se situaban junto a los caminos para pedir, mediante una ofrenda o una oración, por la salvación de las almas que expían sus pecados en el Purgatorio.

De Colombres a Llanes

Se puede decir que Colombres entra en la historia de la mano de Laurent Vital, el cronista que acompañó al Emperador Carlos I, en 1517, en su viaje desde Villaviciosa hacia Santander y Castilla. El 28 de septiembre, los ilustres viajeros llegaron en un día soleado a «un pueblecito o aldea llamada Colombres».

Cronistas locales comentan que en realidad, Carlos V pernoctó en la Casa Fuerte de los Colombres, que está en Pimiango. Lo que no hay duda es que el Emperador pasó por el concejo y por Colombres. Vital describe con detalle una animada danza de ronda, en honor a la comitiva, dirigida por una «capitana danzadera», que por los esfuerzos «bien sé que su nariz goteaba a veces, pero ella se limpiaba con el moquero y creo que más bien fuese sudor y no destilaciones procedentes del enfriamiento». De pueblecito o aldea, Colombres pasó a ser una villa moderna por gracia y obra de los indianos. Manuel Ibáñez, conde de Ribadeva, Íñigo Noriega Mendoza e Íñigo Noriega Lasso fueron algunos de los más relevantes. Este último construyó en 1906 la Quinta Guadalupe. Originalmente era blanca -se la llamaba 'el Elefante blanco'- y en la remodelación como Archivo de Indianos, se la pintó con los colores actuales de azul y blanco, símbolo del mar y de la plata.

Los romeros salían de Colombres en dirección suroeste para dirigirse a la ermita del Santo Cristo del Bao, en El Peral, erigida sobre una ermita anterior en 1709. Se cuenta que el Cristo era muy milagrero, y que al cuidado de la ermita siempre estaba un ermitaño que atendía a los peregrinos. Hoy cuidan y enseñan la ermita con orgullo y fervor, los vecinos de El Peral, como María Rodríguez Sánchez.

Probablemente algunos peregrinos se desviarían hacia Pimiango, para visitar la ermita de San Emeterio, el Santo Medé del Pericote, que curaba las fracturas de los pies y el convento, hoy en ruinas de Santa María de Tina. Desde el Bao, el camino pasa a La Franca, sortea el río Cabra por el puente del Campo, y se adentra en el concejo de Llanes, objeto del siguiente capítulo.

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