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FERNANDO DEL BUSTO
Lunes, 24 de mayo 2010, 04:24
Nadie en Llaranes podía imaginar que aquel joven que jugaba de portero o defensa central con Quini, Jesús Castro y Mejido se trasladaría como misionero carmelita a Ecuador. Y, con el paso de los años, Aníbal Nieto Guerra ha alcanzado la dignidad arzobispal, primero como obispo auxiliar de Guayaquil, y, desde febrero de 2010, como primer titular de la nueva diócesis de San Jacinto de Yaguachi, desmembrada de la Archidiócesis de Guayaquil. En ese territorio viven unos 600.000 fieles, en una población superior al millón de personas, distribuidas en 18 parroquias eclesiásticas en una superficie de 6.265 kilómetros cuadrados. Asturias tiene una extensión de 10.604 kilómetros cuadrados.
Aníbal Nieto Guerra nace el 23 de febrero de 1949, en Fermoselle, un pueblo de Zamora. Cuando tenía tres años, sus padres, Abel y María Consuelo, decidieron emigrar con su familia a Avilés, donde la creación de Ensidesa alimentaba la esperanza de miles de personas. «Me identifico como avilesino-zamorano. Mi padre trabajó durante 35 años en Ensidesa. Vivimos en Llaranes y tengo recuerdos muy hermosos. Después nos trasladamos a la plaza de la Guitarra, donde aún vive mi madre, ya muy ancianita», recuerda. Su padre falleció este año.
En Llaranes, Aníbal Nieto Guerra estudió con los salesianos y alimentó su pasión futbolística jugando y viendo partidos en «el campo de fútbol de Ensidesa». Aún hoy mantiene esa afición y sigue desde la distancia al Sporting.
También de esos años de infancia recuerda cuando con sus hermanos acompañaba a su padre a comprar pescado en la rula, «nos gustaba mucho como lo subastaban; también recuerdo el tranvía, la plaza de Las Meanas y la cabalgata de los Reyes, tirando caramelos a los niños desde la plaza del Ayuntamiento». Una ciudad que no olvida y que, en sus escasas visitas, la última el pasado mes de marzo, cada vez ve «más hermosa».
De su infancia, hay un episodio que no olvida. Es la visita de un padre carmelita al Colegio de los Padres Salesianos donde estudiaba. «Nos contó historias y nos habló de esa gran santa que es Teresita del Niño Jesús. Me impresionó su presencia, su forma sencilla y humilde y, sobre todo, el hábito. ¡Qué importante es que el sacerdote o fraile lleven el signo de serlo! En mi inocencia de niño me dije: quiero ser como ese fraile».
El niño habló con sus padres y escribieron al religioso. Se alimentaba una vocación que llevaba a su formación en la orden religiosa, pronunciando sus votos solemnes en Oviedo en agosto de 1975. «Siempre quise irme a misiones», explica a LA VOZ desde Ecuador, «no fue fácil dejar todo y a la familia, pero había un gran deseo de trabajar por los que menos tienen». En octubre de 1975, embarcaba en Barcelona rumbo a Guayaquil, Ecuador, la segunda ciudad más importante del país. Los 18 días de travesía marcaron profundamente al joven carmelita. «Los pasajeros experimentábamos la necesidad de compartir, éramos una verdadera familia».
Ya en América
En Ecuador, Aníbal Nieto ocupó diferentes responsabilidades, tanto en las diócesis como dentro de su orden religiosa. Al tiempo, inició su formación como sacerdote, siendo ordenado en 1982 en Oviedo, por Monseñor José Sánchez, a la sazón obispo auxiliar en la diócesis.
Dentro de su actividad pastoral, Aníbal Nieto Guerra ha alcanzado una gran fama dirigiendo grupos de oración. «En Guayaquil, en la parroquia de San Judas Tadeo, comenzamos con un grupo pequeño, luego se fue extiendo poco a poco, la misma gente corría la voz y compartían la experiencia vivida. Llegamos a reunirnos 3.000 personas todas las semanas», comenta.
De esa intensa actividad, surgió uno de sus proyectos sociales, el dispensario de San Judas Tadeo, que convierten al sacerdote avilesino en una persona muy querida en Guayaquil. «Surgió como fruto del grupo de oración. En sus corazones nació una nueva vida y el compromiso diario con los más necesitados», rememora.
En la actualidad, cuenta con 7 médicos en diferentes especialidades, tres enfermeras y 53 voluntarios que, cada mes, atiende a 4.500 personas. «Atendemos el dolor físico, pero la mejor medicina es el amor que damos a los pacientes», asegura.
En junio de 2006, Benedicto XVI lo nombra obispo auxiliar de Guayaquil. «Cuando el señor Nuncio me lo comunicó, me quedé perplejo. Uno no se hace sacerdote para llegar a ser obispo. Y menos un religioso. No sabía qué hacer. Pensé por unos momentos que el mundo se me venía abajo, puse todas mis razones para no aceptar, pero el señor Nuncio no vio argumentos para que no aceptase», desvela.
Después de tres años, el Santo Padre volvía a contar con el religioso carmelita para asumir la titularidad de la nueva diócesis de San Jacinto de Yaguachi, desmembrada de Guayaquil. Tomó posesión de sus nuevas responsabilidades el pasado 27 de febrero de 2010. «Estar en Latinoamérica es ya una gracia de Dios. Uno guarda todos los días experiencias que ves con tus ojos y que marcan la vida: estar en medio de la selva, la acogida de la gente que te ofrecen lo poco que tienen... Son experiencias que nunca las olvidas», concluye Monseñor Aníbal Nieto, el obispo avilesino.
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