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Santuario de Covadonga, en el Parque Nacional de los Picos de Europa, a principios del siglo XX. :: R. N. A.
La Montaña de Covadonga, origen del Parque Nacional de los Picos de Europa
Oriente

La Montaña de Covadonga, origen del Parque Nacional de los Picos de Europa

ANA MORIYÓN

Domingo, 23 de mayo 2010, 04:37

«Un castillo, una torre, una muralla, un templo, un edificio, se declara Monumento Nacional para salvarlo de las destrucciones. ¿Y por qué un monte excepcionalmente pintoresco, con sus tocas de nieve, sus bosques seculares, su fauna nacional y sus valles paradisiacos, no ha de ser declarado Parque Nacional para salvarlo de la ruina? ¿No hay santuarios para el arte? ¿Por qué no ha de haber santuarios para la Naturaleza?».

Con este vibrante discurso inspirado en el movimiento conservacionista norteamericano defendía en 1916 ante el Senado la aprobación de la Ley de Parques Nacionales el marqués de Villaviciosa, Pedro Pidal. Lo hacía, enamorado ya de los Picos de Europa y con el firme propósito de convertir aquel enclave natural del que disfrutaba como montañero en su tiempo libre en Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.

Aunque Pidal fue el impulsor de esta declaración, las montañas de los Picos ya habían sido escenario privilegiado de grandes episodios de la historia con anterioridad. Los pueblos Celtas, distinguidos por su valor en la lucha y por su empeño en divinizar los elementos de la naturaleza, habitaron la zona entre los siglos II y I antes de Cristo. El 'MonsVindius' -o monte blanco, en alusión a las blanquecinas peñas calizas que asoman de los macizos- era el Dios al que veneraban y les hacía invencibles en las contiendas.

Siete siglos después (año 711), llegaron los árabes y de nuevo las peñas brindaron su protección a los astures. Cuenta la historia que Don Pelayo, con un reducido ejército, consiguió vencer al ejército musulmán entre aquellos bosques y macizos rocosos en la famosa batalla de Covadonga (S. VIII), iniciando un proceso conocido como la Reconquista que duraría más de 600 años. Precisamente en el marco del 1.200 aniversario de la histórica batalla de Covadonga, el entonces senador vitalicio Pedro Pidal lograría su hazaña de convertir este espacio natural en un Parque Nacional.

Gracias a su buena posición en la aristocracia asturiana, bien relacionado con la monarquía, conseguiría incluso que presidiera la inauguración el propio rey Alfonso XIII.

Fue un día histórico. Era declarado el primer Parque Nacional del país dando lugar a una red de espacios protegidos en la que los Picos de Europa siempre han tenido un papel destacado. No sólo fue el primer espacio de estas características, sino que fueron muchas las voces que reclamaron su ampliación hasta convertirlo, el 30 de mayo de 1995, en el mayor Parque Nacional con una extensión de 64.660 hectáreas y la peculiaridad de afectar a una decena de municipios de tres comunidades diferentes.

Pero nadie niega que los principios fueron duros. Son muchos los expertos que, aunque reconocen el gran mérito del marqués por haber sido el primero en plantear en nuestro país la necesidad de conservar la naturaleza y promover políticas en este sentido, critican que tratara de hacerlo de manera elitista y parcial ignorando la realidad del social y cultural de los pastores con propuestas extravagantes, como tratar de eliminar el ganado en Ordiales para que las vacas no manchasen con estiércol los caminos por los que habrían de pasear los turistas.

Esta primera concepción del Parque Nacional marcó una política conservacionista que, si no tan exagerada como la propuesta por el marqués, generó inicialmente descontentos entre los vecinos y pastores del espacio protegido que vieron limitado su desarrollo.

La gestión del parque actual dista mucho de la promovida por Pedro Pidal a principios de siglo. La sociedad es ya consciente de que el paisaje de este enclave natural ha sido moldeado gracias al pastoreo y valora tanto su labor como los productos que elabora en las majadas: los quesos. Incluso, desde la Administración Pública se han tomado medidas estos últimos años para evitar el abandono por parte de aquellos pastores que aún ejercen la actividad para evitar la desertización de amplias superficies y el cambio del ecosistema.

Sin embargo, son muchos los pastores que creen que este nuevo concepto de conservacionismo llega demasiado tarde, y hay quien dice que ha comenzado ya la cuenta atrás para la desaparición del pastoreo en los Picos de Europa y, con él, el paisaje tal y como lo conocemos.

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