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JOSÉ MARTÍNEZ
Domingo, 16 de mayo 2010, 04:43
Desde los años cincuenta del pasado siglo XX en que nació Ensidesa y Avilés, experimento una muy apreciable transformación la comarca ha vivido casi totalmente de las grandes industrias: Real Compañía Asturiana de Minas (Asturiana de Zinc), Cristalería Española (Saint Gobain), Enfersa (Fertiberia), Inespal (Alcoa), DuPont. La gran mayoría ha cambiado de nombre y de propietarios, perdiéndose en ese camino miles de empleos. En esos cambios se lleva la palma Ensidesa que fue CSI (Corporación Siderúrgica Industrial), Aceralia, Arcelor y actualmente ArcelorMittal. Ha pasado de empresa pública a privada, de capital español a indio, hasta no quedar en su consejo de administración ningún nombre español ni ningún representante de los trabajadores a pesar de que el magnate indio del acero cuando la compró prometió unir las dos culturas para hacer la mejor empresa.
La privatización de lo que fue Ensidesa, como de muchas otras, representa un cambio de tendencia política: adelgazar el Estado, potenciar la iniciativa privada, avance del mercado como gran dictador, necesidad de hacer caja y autorreconocimiento de un fracaso: los poderes políticos se consideran malos gestores y han tirado la toalla. Claro que en los últimos tiempos hemos visto que el dios mercado puede ser un falso ídolo que también tiene sus grandes fallos y nos ha conducido a una crisis global que, paradojas, tienen que intentar arreglar los políticos y pagar los ciudadanos. Pero, eso sí, las privatizaciones siguen siendo el referente para muchos. Aunque hay excepciones y voces que claman en su contra como, por ejemplo, la del escritor portugués y premio Nobel José Saramago, que vive en España y que defiende la creación de un país único peninsular, Iberia, que en una de sus últimas entradas a su blog 'Cuadernos de Lanzarote' dice (la traducción es mía): «Privatícese todo, privatícese el mar y el cielo, privatícese el agua y el aire (.) y finalmente privatícese a los estados. así se encontrará la salvación del mundo. Y, ahora, privatícese también la puta que os parió a todos».
Parece ser que el mercado -que es cualquier cosa menos democrático- manda en la economía y doblega a los estados, a la política y a los ciudadanos.
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