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ARANTZA FURUNDARENA
Sábado, 10 de abril 2010, 05:08
Podríamos considerarlas mujeres con un buen par o mujeres que se visten por los pies. Pero no exactamente por su gran valor, sino por el altísimo valor de los zapatos que calzan. Hasta ahora decir adicta al calzado era sinónimo de Imelda Marcos. Ya no. A la compulsiva Imelda le ha salido una seria competidora. Se llama Danielle Steel y está considerada la reina americana de la novela rosa. Casualmente, Steel era el gran referente de la presentadora Ana Rosa Quintana, otra afamada coleccionista de hormas, en su frustrado intento de dar el taconazo como escritora romántica. Imelda, Danielle, Ana Rosa y Sarah Jessica tienen, al igual que Carmen Lomana, Marta Sánchez y otras muchísimas famosas, algo en común: una irreprimible debilidad por los zapatos.
Los psicólogos asocian la compra compulsiva de calzado con la baja autoestima, la insatisfacción personal y la inseguridad. Pero es obvio que la mayoría de las celebridades que poseen armarios repletos de carísimas sandalias, mocasines y botas no parecen responder a ese perfil. Así que tal vez su exceso de consumo de un determinado capricho se deba a que, gracias a sus elevados ingresos, sencillamente se lo pueden permitir.
Se calcula que en el mundo existen unas 3.000 mujeres que atesoran en sus lujosos vestidores alrededor de 500 pares de zapatos; muchos más de los 19 que (aunque sólo se ponga cuatro) tiene de media en su armario la mujer occidental. El record, al menos en cantidad, lo ostentaba hasta la fecha una oriental: Imelda Marcos. La ex primera dama de Filipinas, por más que ella lo haya negado, huyó de su palacio de Malacanang dejando 'olvidados' unos 2.700 pares. Poca cosa comparada con los 6.000 que al parecer posee la escritora Danielle Steel, según Christian Louboutin. Este famoso y carísimo diseñador de calzado, muy reconocible por tintar la suela de rojo, ha declarado a la revista 'Vanity Fair' que Steel adquirió en su último arrebato zapateril unos ochenta pares. «Y eso -ha comentado el diseñador- que dijo no haber hallado nada realmente original en mi nueva colección».
Una de las primeras mujeres en confesar sin complejos su devoción por los zapatos caros fue Sarah Jessica Parker o, más concretamente, su personaje televisivo de Carrie Bradshaw, con el que a menudo se la identifica y confunde. En un capítulo de 'Sexo en Nueva York', Carrie llegaba al punto de preferir perder antes una amistad de años que un buen par de 'manolos' (nombre que reciben, en el argot de las 'fashion victim', los exclusivos zapatos firmados por Manolo Blahnik). La trama era esta: Carrie asiste a una fiesta de cumpleaños en casa de una amiga de toda la vida. Al llegar, la obligan a descalzarse en la entrada. Con gran dolor de su corazón, deja sus preciosos y recién estrenados 'manolos' apilados junto a los pares de zapatos del resto de los invitados. Cuando decide abandonar la fiesta ya no los encuentra. Para su pasmo y desesperación, han desaparecido. Así que exige primero una explicación y más tarde una indemnización a la anfitriona. Y ese gesto acabará arruinando su amistad.
Si Carrie, un suponer, hubiera sido Belén Esteban, podría haber exclamado aquello de: «¡Porque yo por mis 'manolos' ma-to!». Pero no hace falta llegar a ese extremo. Mujeres menos viscerales y más cerebrales como Paris Hilton le han dado la vuelta a su adicción hasta convertirla en negocio. Paris, al igual que hiciera anteriormente Imelda Marcos, aprovechó su desmedido y pregonado apego a la zapatería fina sacando al mercado su propia línea de calzado.
Lomana y sus armarios
Más cerca, Carmen Lomana ha cimentado gran parte de su reciente y desbordante notoriedad en lo insondable de su fondo de armario, o más bien de habitación, pues ella no tiene armarios sino salones enteros llenos de ropa y zapatos. Algunos, como ella misma diría con su inconfundible acento de Serrano, «un sueño para los pies». El sueño de toda adicta al calzado debe de ser sin duda que vayas al médico y él mismo te recete la compra de un par de zapatos. Esto le ocurrió, sin exagerar, a Imelda Marcos hace tres años. Pero no fue el psiquiatra quien le extendió la receta, sino un podólogo que consideró que, tras décadas subida al tacón, sus pies pedían a gritos unos holgados y cómodos zapatos ortopédicos. De manera que para ella el sueño derivó en pesadilla.
Coqueta por naturaleza, Marta Sánchez nunca ha ocultado que entre sus vicios relacionados con la estética (comprar maquillajes, perfumes, ropa a discreción...) figura también el ir de safari por las mejores zapaterías. Por eso cuando en 2005 la nombraron la mujer mejor calzada de España lo asumió con gran orgullo. Ese título también lo ostentan, entre otras, Marta Robles, Nuria Roca y Paloma Lago. El premio lo imparte el Museo del Calzado de Elda y lo creó Luis García Berlanga; quién sabe si animado por una suerte de fetichismo. Aunque el zapatero Manolo Blahnik considera que la pasión de sus clientas por los 'stilettos' se debe a que a todas las mujeres les encanta transformarse (la Princesa de Asturias se eleva quince centímetros cuando se calza sus ya famosos 'letizios'), algunos psicólogos aseguran que la compra compulsiva de zapatos está asociada a la sexualidad. Tal vez sea esa la razón por la que Ana Rosa Quintana, ya pasados los cincuenta, llegó a declarar a un diario que ella vivía el sexo «como si fuera una veinteañera».
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