«Cualquier rincón de Asturias es el paraíso»

Para Sonia Fidalgo recorrer Asturias forma parte de su día a día. Ella es una de esas privilegiadas que ha ido descubriendo los secretos de cada rincón de la tierrina de la mano de quienes mejor los conocen en su programa 'Pueblos'. Sabe bien lo que es perderse por los lugares más mágicos y menos transitados y, además, está acostumbrada a hacerlo mientras escucha las historias que fueron forjando el carácter de quienes hicieron de esos lugares, hogar y refugio en los peores tiempos.

Precisamente por eso, le resultaría imposible elegir uno de entre tantos lugares porque son demasiados los que merece la pena conocer. «Si te paras en cualquier rincón, estás en el paraíso», opina. Pues son incontables los enclaves paradisíacos que se reparten de oriente a occidente y desde el interior hasta la costa. «No hay sitio malo, da igual que sea montaña pura que costa o ciudades», señala. Y es ella quien mejor puede decirlo «por la cantidad de cosas maravillosas que veo cada semana», apunta.

Así es que pasar el verano trabajando cuesta menos cuando eso se traduce en ir adentrándose en la Asturias más rural de Espinaréu, de Pesoz y de Peñamellera Baja, entre otros muchos lugares. «Estamos retomando las grabaciones de 'Pueblos'. Yo soy de las afortunadas que recorre Asturias en verano y, además, en 'Babel' me paso la noche de los viernes disfrutando de la fiesta en el trabajo», resume.

Pero no todo será trabajar este verano, también habrá momentos para disfrutar del tiempo libre entre la silenciosa calma que le regala su vida en Caces. «Vivo en un pueblo y tengo gallinas, perros y gatos», cuenta. «Yo sigo con el planteamiento del confinamiento ligero, disfrutando de lo de alrededor, haciendo gasto en los locales de la zona», explica. Ella no puede evitarlo y se confiesa «muy de pueblo», algo que se reafirmó aún más cuando comenzó el confinamiento y pudo vivirlo de una manera muy diferente al resto. «Fue otro mundo vivir en Caces, aunque estuvimos encerrados, tienes un cachu de prau delante donde respirar y unes pites a las que atender», contaba. Por eso, esos meses de reclusión fueron «la reafirmación de mi teoría, de estar a pie de tierra, de tener un cachín de tierra para tener ese espacio de libertad», asegura.

Y ese cachín de tierra consigue también convencer a cualquiera de que por mucho que nos empeñemos, no hace falta irse lejos para poder exprimir el verano -y la vida- en un destino privilegiado como el que tenemos los asturianos con solo abrir la puerta de nuestra casa. «Aprovecho para ir a ver a mis padres a Cudillero, disfruto de la gastronomía, leo y encima todo eso lo hago con el verano tan guapo que está haciendo», presume.

Y como le ocurre a todo buen asturiano, el comer se convierte en uno de los encantos fundamentales que para ella tiene la tierrina. «Soy muy zampona», confiesa. «Me gusta todo, pero sí que es verdad que soy muy marisquera, alguna andarica...», desvela y se le hace la boca agua solo de imaginarlo. Por eso, su plan perfecto es «una botellina de sidra y un centollín en época» y más aún si al plan lo acompaña el sol y la buena compañía, capaces de convertir cualquier rato en el momento ideal.

Y ese apego que ella tiene por su Asturias, sobre todo por la más rural, Fidalgo nota que es el que impulsa últimamente a muchos asturianos a regresar. «Es una tendencia que llevaba tiempo viendo, gente joven que regresa», señala. Y se entiende porque entre hórreos, gallinas y silencio se alcanza una paz imposible allá donde las distancias son kilométricas y la prisa forma parte de las rutinas. Por eso, ella se queda con el verano en su Caces y con los planes que la llevan a sumergirse en una Asturias marcada por el orbayu y el solín y por el silencio que, aunque se rompa, mantiene la calma.

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