«En el Camino me olvido de todo»
David Oliva Taxista y peregrino ·
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David Oliva Taxista y peregrino ·
«En los albergues donde me quedé estuve solo, es una sensación rara», cuenta este madrileño al que la pandemia dejó sin trabajoPABLO A. MARÍN ESTRADA
gijón.
Lunes, 13 de julio 2020, 02:49
David Oliva se alivia en la 'subidoria' de una panera las ampollas en los pies de las dos etapas del Camino a Santiago que lleva andadas desde Llanes. Es bejarano y trabaja como taxista en Madrid. Lo cuenta él mismo y se corrige en el momento: «Bueno, trabajaba. La pandemia me ha dejado en el paro y esa es una de las razones por las que estoy ahora aquí», desvela.
Aficionado al senderismo, ya ha recorrido en veranos pasados las rutas jacobeas de La Plata y del Camino de San Andrés: «Las dos de un tirón y llegando a Compostela». En esta ocasión su meta es otra: «Quiero desconectar de mis problemas, dejar en un segundo plano mi situación laboral y personal para encontrarme conmigo mismo, disfrutar de cada día. Llegar o no a Santiago no me preocupa demasiado, tampoco la manera en que voy a tener que replantearme mi futuro cuando acabe. Por las experiencias anteriores sé que estando en el Camino consigo sacar de mí algo diferente. Ahora mismo es lo que necesito y empezar la ruta en Asturias me va a permitir disfrutar de un paisaje espectacular y olvidarme de todo mientras estoy caminando», explica. Su tercer peregrinaje fue vislumbrándose en pleno confinamiento y sometido a la presión de haber perdido su trabajo en el taxi: «Me encanta esta tierra y la ruta de la costa me posibilitaba recorrerla. Además me gusta caminar solo, a mi ritmo, pararme cuando me apetezca, sin depender del paso de otros. Esta vez sabía que en los albergues iba a encontrarme poca gente, de hecho en Llanes y Ribadesella estuve durmiendo solo. Y con la COVID, la verdad es que tampoco me sentiría seguro pasando la noche con 10 o 20 personas. En ese sentido estoy disfrutando del viaje que me apetecía emprender», desvela visiblemente satisfecho.
Desde que comenzó hace tres días hasta su llegada a La Isla, donde lo encontramos, relata que solo vio «a cuatro peregrinos y salvo una chica, que iba sola, eran gente que hace el Camino por deporte a lo largo de todo el verano. Es una sensación rara en esta época y así me lo han dicho los albergueros», señala. Aunque le gusta ir a su aire, confiesa echar de menos «la camaradería que hay siempre entre todos para ayudarse. Se establece una relación muy bonita. También con el resto de la gente que te encuentras, todos se desviven por ti. Ser peregrino parece sinónimo de buena persona, alguien a quien hay que echar una mano. Por eso cuando acabas la ruta es un bajón: una semana después vas al sitio donde te ayudaron desinteresadamente y ya te tratan distinto», observa.
Al final de este viaje espera «aclarar las ideas y ganar en mí mismo. De momento mi único plan es saber si mañana podré darme un baño en la playa como hoy. Disfrutar del día a día».
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