El ¿Quién Gobierna? de Robert Dahl amplía su alcance; Attali, en su Informe para la Reforma de la Administración Francesa, insistía: la gobernanza está lejos de ser solo un asunto de los poderes públicos. De ahí que la interacción, el intercambio de información y conocimientos, se hayan vuelto esenciales. Actuar como actores eficaces y con valores depende de saber interpretar el entorno cambiante en el que interactuamos, pues la innovación ha dejado de ser un fenómeno excepcional.

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El nuevo concepto de gobernanza necesita de redes, colaboración, marcos jurídicos claros y estables, pero también de unos actores a la altura de sus nuevas exigencias. En definitiva, más transparencia y más profesionalización para abordar el compartido significado de gobernanza y de innovación: la resolución de problemas y desafíos de una sociedad.

Los nuevos departamentos de 'Government affairs' son conscientes de que la ética y la construcción de nuevos modelos de gestión pública necesitan del Derecho, pero lo transcienden. Exigen un compromiso de servicio público desde el ámbito privado, así como un mayor empeño en el creciente papel que asume la sociedad civil. Una gestión integral comporta especialización, pero también generación de confianza y reputación. Y ello solo se consigue cuando la introducción de nuevos procesos se traduce en mejora y la identificación de un interés particular no se contrapone, sino que suma al común. También las nuevas dinámicas en comunicación corporativa afrontan la cada vez más difusa línea entre comunicación interna y externa, digital y presencial. Se busca el impacto a través de nuevas técnicas, pero basado en la experiencia, el tiempo y la personalización. Un nuevo escenario en el que ni los actores ni los mensajes se mueven de forma unidireccional. Asistimos a una nueva gobernanza que no solo exige del esfuerzo de la Administración.

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