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Luxturna es el nombre de la primera terapia génica aprobada en España para el tratamiento de la distrofia hereditaria de retina, una de las principales causas de ceguera irreversible. Una niña de 12 años, Noa, fue la primera beneficiaria en nuestro país de esta terapia, promovida por Novartis, concretamente en el Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona, lo que evitó que perdiera totalmente la vista. Tras los éxitos de los tratamientos, la multinacional farmacéutica trata de saber ahora cuántos pacientes se podrían beneficiar de la terapia. Y aquí es donde el IMOMA y sus estudios genéticos juegan un papel esencial.
Pero, empecemos por el principio. ¿Dónde pone el foco esta terapia? En la mutación de uno de los genes cuya alteraciones provocan esas enfermedades: el RPE65. «Este gen es el responsable de entre el 0,6% y el 0,8% de todas las distrofias hereditarias de la retina que se conocen. Es menos del 1%, pero es especialmente importante su localización porque estamos ante la única terapia génica existente hasta ahora dirigida a curar la ceguera, algo hasta ahora impensable», señala el director científico del IMOMA, Juan Cadiñanos.
Explica que algunas de las personas que padecen estas distrofias «han heredado una copia defectuosa de ese gen de cada uno de los padres». El RPE65 es el encargado de codificar una proteína que ayuda a convertir la luz que entra en el ojo en señales eléctricas que van al cerebro y que son las que crean las imágenes que vemos. La mutuación patogénica del gen implica que la proteína no funciona de la manera correcta y, por tanto, la visión no es como debería ser.
La terapia Luxturna consiste en transferir, directamente al ojo, el RPE65, pero sin la mutación. ¿Cómo? Mediante una microinyección en la parte posterior del ojo, «con el objetivo de detener la pérdida de la visión e, incluso, revertirla en cierta medida». El tratamiento, cuyo coste asciende a los 700.000 euros, está actualmente cubierto por la Seguridad Social. «Las autoridades sanitarias españolas consideran que es adecuado probarla por lo incapacitante que es y porque tras ella vendrán otras terapias que bajarán los precios. Hay que tener experiencia con los pacientes», apunta Cadiñanos.
Para saber quién se puede beneficiar de este tratamiento -solo funciona en las personas que tienen ese defecto en particular- entran en juego los centros especializados en el diagnóstico genético, como es el caso del IMOMA y su servicio Oftalmogenics, desarrollado gracias al mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Novartis quiere llegar a una base de datos de 1.500 pacientes, de los que el centro asturiano aportará unos 150. Son personas que llegan fundamentalmente derivadas del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega. «Enviamos a hacer estos estudios genéticos a todas las personas que padecen retinosis pigmentarias o distrofias hereditarias de la retina. Son muy importantes para poder filiar la enfermedad, ya que hay mutaciones que son sindrómicas, esto es, que esa misma mutación no solo afecta a los ojos, también al oído o a otros órganos. Por eso, hay que ponerles un 'apellido' a esas enfermedades», explica Beatriz Fernández-Vega. Y añade, además, que muchas mutaciones ya están en fase de ensayo clínico con terapias génicas. Aunque solo está comercializada Luxturna, hay otra para la neuropatía óptica de Leber, una distrofia hereditaria de la retina, también vinculada a la mutación de este gen RPE65, «relativamente frecuente» (provoca una pérdida súbita de visión en jóvenes), cuya comercialización está prevista para este año, tras su aprobación por parte de la Agencia Europea del Medicamento.
Para Fernández-Vega es fundamental «concienciar de la importancia de saber la mutación genética de las enfermedades porque se ha abierto una puerta muy importante para el tratamiento de enfermedades hasta ahora inexistentes. Es superalentador». En la misma lí nea se expresa Juan Cadiñanos, quien considera que la base de datos que está creando Novartis será «muy útil para la interpretación de las variantes».
Además, para el IMOMA formar parte de este consorcio le permite «establecer contactos y entrar en un círculo importante del diagnóstico genómico de esta patología». Actualmente, en el instituto se ha identificado un caso que potencialmente podría beneficiarse de esta terapia. Se sumaría al de otra menor asturiana tratada ya con éxito.
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