Una mujer trabaja en casa con su ordenador portátil. E. C.

Europa se juega la libertad de sus ciudadanos

La Comisión Europea presenta la Ley de Servicios Digitales para hacer frente al odio y la desinformación 'online' y para atajar el imperio monopolístico de las grandes tecnológicas

JOSÉ MARÍA URBANO

Domingo, 6 de diciembre 2020, 02:21

Luis Javier G. acabó de leer el libro en su tablet y se encontró con un mensaje en la misma aplicación: «Llevas cuatro semanas leyendo, dos días seguidos, sigue así». Por encima, vio cómo tenía marcados en azul los días de noviembre en los que ... había leído y en blanco los que no lo había hecho. Al día siguiente recibió un mensaje de Spotify: «Has escuchado 30.597 minutos de contenido Spotify. Descubre qué has estado escuchando en 2020». Un clic: 50 canciones de su gusto para escuchar.

Publicidad

Salvo el nombre, lo que se describe en las líneas anteriores es real. A estas alturas nadie albergará duda alguna de cómo el 'ojo que todo lo ve' de Orwell ya está presente en nuestras vidas las 24 horas del día. ¿Una sociedad vigilada es ya una sociedad manipulada y expuesta a todo tipo de represiones?

La Comisión Europea ha parecido darse cuenta -tarde, como ya es habitual- de los problemas de una sociedad que puede ser controlada por los gobiernos de turno y, sobre todo, por los monopolios empresariales que empiezan a meter miedo por tantas razones. El miércoles próximo, día 9, se presentará en Bruselas la 'Ley de Servicios Digitales' (DSA) «para regular Internet». El texto que llevará la vicepresidenta Margrethe Vestager, responsable de la tecnología digital y la competencia, se enfocará principalmente en dos cuestiones: uno, las normas para luchar contra el odio y la desinformación 'online'; dos, una ley de competencia que haga frente a los imperios monopolísticos que poco a poco imponen sus condiciones gracias a una posición de privilegio que han logrado -y conviene no olvidarlo- tras haber conseguido el apoyo decidido de los ciudadanos-usuarios, abrazados a una oferta descomunal, de fácil acceso, asequible en lo económico y que ofrece incluso la posibilidad de mostrarse al mundo como esas personas felices que exhiben sus fotos y sus historias, escondiendo a la vez sus penurias y sus miserias.

Europa en su conjunto descubre finalmente que la manipulación de las redes sociales va en aumento y que la ingerencia desde Rusia en las elecciones norteamericanas, en el llamado proceso catalán o en los disturbios cada vez más frecuentes en Francia no son ningún invento. Las democracias europeas y occidentales en general están amenazadas y son el primer objetivo de países emergentes, pero también de grupos terroristas y corrientes radicales. El asesinato del profesor Samuel Paty hace unas semanas, tras haber sido objeto de una campaña de denigración en redes sociales, puso de manifiesto hasta qué punto existe una 'invasión' perfectamente diseñada y controlada. Lucy, el nombre de una tecnología francesa innovadora de análisis de opinión, desveló cosas tan curiosas como el funcionamiernto de cuentas de Twitter ligadas al Estado ruso a través de 'RT France' y 'Sputnik' y que lo mismo son anti Macron, que antivacunas o anti 5G. O cómo, al revés que Rusia, China va introduciendo su mensaje de forma diferente: no hablan mal de nadie, solo hablan de China, con una imagen edulcorada, la de un país en el que «todo va bien». Su invasión tecnológica ha sido exponencial. Y finalmente, Lucy desvelaba que el mayor peligro de la utilización de las redes sociales partía de 'Al Jazeera', la cadena creada y financiada por Qatar, próxima a la ideología de los Hermanos Musulmanes.

Publicidad

La parte económica

La segunda pata de esta preocupación europea y de esa «Ley de Servicios Digitales» es la económica, la que tratará de salvar cuestiones tan relevantes como la competencia, el pago de impuestos en cada país en el que operan las grandes tecnológicas y el abuso de posición en sectores enteros. Todo ello tras constatar que esas grandes empresas han cambiado ya la propia sociedad y la economía. Y frente a esos desafíos no se puede seguir con regulaciones del siglo pasado.

El poder absoluto de los GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon, a los que se une Microsoft y Netflix) no reside en que se hayan convertido en las de mayor valor del mercado, por encima de los seis billones de dólares en capitalización bursátil, sino que controlan las tecnologías de la comunicación, la información, el consumo e irrumpen en sectores hasta ahora inéditos, como ha hecho Apple con su participación en el mundo del aluminio verde o en los parabrisas inteligentes.

Publicidad

Siete de las ocho compañías más valiosas del mundo son tecnológicas -salvo Aramco, la petrolera saudí- y le siguen dos chinas, Alibaba y Tencent. ¿Cuál es el problema de Europa? Que no tiene 'gigantes' que oponer, ya que solo puede exhibir a las británicas Deliveroo o Shazan; las suecas Skype y Spotify; o las francesas Trivago, Zalanda o Bla Bla Car. Escasa porción de una tarta dominada desde Estados Unidos, con unas empresas que han sido capaces de aprovechar las circunstancias de la covid-19 para incrementar sus ventas electrónicas hasta en un 70%.

Habrá una nueva 'guerra' de intereses. Google ya ha reaccionado de forma airada ante el texto de la ley. Pero al final Europa deberá ser consciente de que su inferioridad no debe impedirle pelear por mantener nada menos que la libertad de sus estados miembros y de sus ciudadanos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad