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De la pandemia sanitaria a la guerra, como si de un péndulo diabólico se tratara, las grandes empresas tecnológicas han pasado en unos pocos meses de un crecimiento desorbitado a una crisis que está generando la destrucción de miles de puestos de trabajo y además ... poniendo en cuestión un modelo, el de Silicon Valley, que todo el mundo aspiraba a copiar.
«La era de los trabajadores tecnológicos ha terminado», señalaba esta misma semana en The New York Times la experta Pornadia Rawlinson, exdirectora de personal de Slack, una aplicación de mensajería. El crecimiento desmesurado en empleo y en beneficios que se había dado por efectos de la pandemia sanitaria -los confinamientos provocaron una espectacular subida del consumo de los servicios de estas tecnológicas- se cerró bruscamente por los efectos que ha tenido la guerra de Ucrania en la economía mundial. Las pérdidas o al menos la reducción drástica de los beneficios -lo veremos en febrero- han llevado a un cambio en la gobernanza de esas compañías.
El crecimiento a toda costa se ha sustituido por la rentabilidad. Los inversores han salido en tromba para pedir una reducción de los costes, una casi eliminación de las inversiones no estratégicas y una merma de empleo en todas ellas. Esa presión de los inversores, las mayores dificultades para obtener recursos financieros -se acabó el dinero barato- y la volatilidad del mercado han provocado una cascada de anuncios en ese sentido.
Toda la industria tecnológica ha adelantado ya sus recortes. 12.000 despidos en Microsoft; los mismos que en Alphabet (Google); 18.000 en Meta (Facebook); 7.500 en Twitter; 12.000 en Amazon, fundamentalmente en el área logística y de comercio, mientras sigue teniendo en AWS (Amazon Web Services) la mayor fuente de ingresos y el fundamento de su negocio: servicios en la nube. En todo caso, estos son solo los datos de las más importantes.
Los analistas creen que esta crisis podrá remontarse gracias a la enorme fortaleza de todas estas compañías y a que no estamos ante una crisis sistémica como la burbuja que a principios de los 2000 asoló a las denominadas puntocom. Diez años después se había conseguido recuperar aquel empleo perdido, creando cien mil puestos de trabajo anuales hasta este momento. Pero con la crisis actual lo que se pone también en cuestión es el 'modelo Silicon Valley', que admiraba todo el mundo por haber conseguido integrar 'trabajo y vida' de cada miembro de esa comunidad en el área de la bahía de San Francisco. Hace ya tiempo se había dado la voz de alarma sobre los efectos perniciosos que el desarrollo de las empresas en esa área ha provocado en los trabajadores de servicios, con unos sueldos que ni por asomo se acercan a los que se pagan en las tecnológicas y, por lo tanto, no pueden optar por vivir en ese entorno, simplemente porque el coste de la vida, sobre todo de la vivienda, lo hace imposible. Esto ha ido provocando que muchos trabajadores hayan tenido que desplazarse a vivir a zonas distantes de sus puestos de trabajo de hasta tres horas en coche, en busca de unos precios más asequibles.
Con la crisis de los recortes de empleo que se ha iniciado en las últimas semanas, se anuncia también el final de las ventajas que conformaban ese 'modelo Silicon Valley', a las que tanta importancia daban sus plantillas. Tras la vuelta del teletrabajo originado por la pandemia, los trabajadores se han encontrado con que las compañías han cerrado el grifo de esas 'ventajas': comida y bebida (café y cerveza de barril) gratis -lo más apreciado, según las encuestas internas que se habían llevado a cabo-, pero también los masajes en la oficina, clases de yoga, ejercicios, salas de juego...
En el mes de febrero del año pasado, en un acto organizado por AsturiasInnova+, Nicolás de Abajo -coordinador mundial de los centros de I+D+i de ArcelorMittal- cerró su ponencia con una foto de Silicon Valley y otra del centro tecnológico de Avilés y aseguró que no había color entre trabajar y vivir en California a hacerlo en Asturias si de lo que se trataba era de poder desarrollar el mismo talento y a la vez vivir en un paraíso por tantas razones. Un vez más, acertó.
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