Ciudades sostenibles de la mano de la innovación

La innovación será el camino que nos conducirá con paso firme hacia un futuro de ciudades «digitales, resilientes, sostenibles y con un impacto positivo sobre la vida de las personas». Es una de las conclusiones, quizá la principal, del debate que AsturiasInnova+ propició esta semana en la sede de EL COMERCIO entre la gerente del Consorcio para la Gestión de Residuos Sólidos de Asturias (Cogersa), Paz Orviz; la directora de Innovación de Asturagua-Grupo Agbar, Leticia Rodríguez, y el vicepresidente de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (Aedive), Pablo Campos-Ansó, que es también el responsable de Innovación y Desarrollo del Grupo Junquera y el CEO de Guppy.

En el encuentro hubo consenso en que la economía circular es «un sistema de éxito» y quedó de manifiesto también que las normas y leyes que regulan actividades tan concretas como la gestión del agua, los residuos o la movilidad son numerosas, exigentes y acuciantes en objetivos y plazos, pero que es mejor tomarlas «como un impulso» que como «una barrera» a la acción.

Un ejemplo. Las directrices europeas que establecen la obligación de separar para reciclar con unos objetivos «sumamente ambiciosos» –un 55% de los residuos en 2025 y un 65% diez años después– y que «pocas comunidades autónomas cumplen». Asturias no está entre ellas. Gijón, el municipio que mejor lo hace, ronda el 35%. Queda pues, mucho trabajo. También una labor de concienciación, considera Paz Orviz, quien lamenta el «escaso reconocimiento» de los costes que acarrean los servicios ambientales de las ciudades.

Lo piensa también Leticia Rodríguez, quien llamó a optimizar un recurso, el agua, que es «un elemento imprescindible para el desarrollo socioeconómico de cualquier territorio». A su juicio, es básico modificar el sistema tarifario: «¿Cómo vamos a convencer a la población de que el agua es un recurso esencial si no somos capaces de darle el valor que tiene?

Explicó también Rodríguez que «tenemos a las puertas una nueva directiva que establecerá el tratamiento de aguas residuales urbanas y, sin embargo, llegamos con un déficit hídrico estructural e importantes retrasos en nuestras infraestructuras, también en Asturias». Con todo, «al menos en nuestro sector, nunca antes la innovación había jugado un papel tan crucial para poder resolver cómo nos vamos a adaptar al cambio climático». En este sentido, Asturias «tiene la capacidad de anticiparse al problema», una opción que no han tenido otras regiones, como por ejemplo Cataluña. «Esa va a ser la clave. Acelerar los procesos de innovación para dar respuesta a los retos que ya no son de futuro sino de presente».

Pablo Campos-Ansó amplía el marco: «La innovación no es solo una cuestión solo tecnológica. Hay que verla en todos los ámbitos, en el ámbito social, en un modelo de negocio, en una forma colaborativa y de compartir recursos...». Aunque, sin duda, la tecnología fue «la palanca» que favoreció el cambio hace ya una década hacia otros modos más sostenibles de moverse: «El vehículo eléctrico ha venido para quedarse. Los usuarios perciben la comodidad y el valor que aporta. No hay verdaderas barreras para su crecimiento pero sabemos que la transición no será tan rápida como nos gustaría», reflexiona tras desmontar algunos mitos que aún hoy lastran este mercado, como los relacionados con la autonomía los vehículos o la red de puntos de recarga.

«Europa ha definido una pirámide de prioridades que pone en primer lugar al peatón, seguido de la bicicleta, el transporte público, la movilidad compartida y en quinto lugar, el vehículo privado. Pero muchas ciudades tienen esa pirámide completamente invertida». Y eso pese al «coste oculto» del tráfico de vehículos privados, un coste «medioambiental y de salud», señala.

Orviz está convencido de que Asturias puede ser líder en economía circular, «un caso de éxito a nivel nacional», para lo que se necesita estrechar lazos desde con los ayuntamientos a empresas, pasando por la propia Universidad.

Y Leticia Rodríguez deja una última reflexión: «Son imprescindibles nuevos modelos de colaboración público-privada para desarrollar las innovaciones tecnológicas que se necesitan para afrontar los nuevos retos. El papel de la Administración es el de dotar de instrumentos de financiación para la innovación, que se establezcan políticas que faciliten esa innovación».

¿Qué pasa antes de que los residuos lleguen a la planta de Cogersa? ¿Y después? «Son cuestiones a las que, hasta ahora, les habíamos dedicado menos tiempo, porque son menos tecnológicas», reconoce Paz Orviz. Pero es algo que se quiere revertir, poniendo sobre ambos aspectos el foco de la innovación y gracias, en parte, a la llegada de fondos europeos. Así, el Consorcio tiene preasignados 1,6 millones de euros del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia para la digitalización del servicio de recogida. Es una partida, explicó Orviz, que se dedicará a «implantar software o plataformas de optimización de las rutas» para convertirlas en «rutas inteligentes», que permitan una mayor eficiencia. También se invertirá en la digitalización de los puntos limpios (Cogersa tiene una veintena por toda Asturias además de otros quince puntos denominados 'áreas de voluminosos'), de forma que se pueda saber «quién los utiliza de manera regular y, dado el caso, bonificar ese uso», como ya hacen otras comunidades.

En cuanto a los materiales recuperados de los residuos que llegan a la planta de tratamiento, lo que se pretende es buscarles un uso alternativo. Que el vertedero no sea su destino final. «Estamos generando materiales que puedan usar otras industrias y tratando de que esas materias primas secundarias sean realmente competitivas». Por ejemplo, a partir del residuo orgánico de la bolsa negra se puede generar «un material bioestabilizado, una especie de compost de baja calidad» que se podría usar en la restauración de minería o de terrenos degradados. Cogersa aspira además a conseguir Fondos de Transición Justa para un proyecto de fabricación de biocombustibles a partir de lodos de depuradora.

Pablo Campos-Ansó propone un sencillo ejercicio: pensar el coste que conlleva cada kilómetro que hacemos en nuestro vehículo particular. Él asegura que recurrir a un taxi o a un vehículo compartido resultaría una opción más económica «para más del 80%». Y que el usuario que prueba el servicio de vehículo eléctrico compartido «se queda con él para siempre». Y, en este sentido, se reconoce optimista porque Gijón es «una ciudad ejemplar». Con margen de mejora, sí, pero con un hecho sin discusión: «Es una de las ciudades con mayor densidad de vehículos compartidos por habitante, después de Madrid».

Cinco años después de su creación, el servicio de vehículo eléctrico compartido que ofrece Guppy está presente (con 270 vehículos y distinto grado de implantación) en Gijón, Oviedo, Avilés, Santander, Torrelavega, Bilbao y San Sebastián además de en Madrid. Con toda esta flota se ha llegado a cifras de 750 alquileres diarios (500 en Asturias) y picos de uso de un mismo vehículo por encima de los veinte alquileres en 24 horas.

Campos-Ansó cree que «el vehículo compartido tendrá futuro en tanto en cuanto los municipios apoyen iniciativas que hagan que estos proyectos reduzcan los problemas de congestión de tráfico y aparcamiento y el usuario perciba esa comodidad moviéndose de una manera que es muchísimo más sostenible».

Lo que echa en falta es que en los municipios asturianos se siga el ejemplo de Madrid o Santander, donde se propicia el uso del vehículo compartido «eximiéndole de cualquier tasa y con absoluta libertad al aparcamiento». Porque ahora mismo, por cada vehículo Guppy que circule por Asturias «tendríamos que pagar una tasa en cada ayuntamiento».

«Va a suponer un antes y un después para Asturias. Lo vamos a ver nosotros como gestores y lo vais a ver vosotros como usuarios», augura Leticia Rodríguez sobre el proyecto de la agrupación D'Aua, en el que están involucrados la Dirección General del Agua, Cadasa, Aguas de Avilés y los ayuntamientos de Carreño, Gozón, Corvera, Castrillón e Illas.

En la primera convocatoria del PERTE de digitalización del ciclo del agua –dotado con 3.060 millones de euros– les han adjudicado 3,1 millones de euros –de los que prácticamente la mitad se destinarán a Avilés– para llevar a cabo actuaciones de digitalización y optimización de instalaciones y recursos, «desde la captación, la red de distribución, toda la parte de alcantarillado, la monitorización telecontrol de la instalación de potabilización...», enumera Rodríguez. Y pone un ejemplo muy gráfico: disponer de contadores inteligentes «nos va a permitir saber en todo momento cuál es el consumo en los hogares o detectar averías y fugas que de otra forma pasarían inadvertidas». En conjunto, todos esos cambios, «va a producir un incremento exponencial en el rendimiento hidráulico de nuestras redes». En Asturias, dicho rendimiento se sitúa en torno al 60% –en Avilés, del 81%–, lo que significa que el 40% del agua que se capta no llega a los hogares.

La digitalización del ciclo del agua incrementará la eficiencia en la red de distribución y con ello la garantía de suministro «en cantidad y calidad», subraya la director de Innovación de Asturagua-Grupo Agbar.

Precisamente Avilés acogerá los días 29 y 30 de mayo unas jornadas nacionales sobre el PERTE de Digitalización del Ciclo del Agua organizadas por la Consejería de Transición Ecológica, Industria y Desarrollo Económico.

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