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Charlar más de una hora en una sala de reuniones con una docena de personas de otras tantas nacionalidades es sentirse como un observador de Naciones Unidas. Sirve para empaparse de culturas, apreciar la diversidad, romper estereotipos y aprender como el trabajo en equipo bien entendido y practicado se traduce en un notable crecimiento profesional y personal. Y en la multinacional química Chemours lo llevan a rajatabla. Es más, los profesionales incluso forman parte del propio nombre de la compañía, con ese 'ours' (nosotros) de cierre que eleva al equipo a la categoría de imprescindible.
La multinacional, que trabaja desde Gijón, en una planta del edificio de la Fundación Laboral de la Construcción, suma más de 150 personas en su plantilla, un 60% mujeres. Uno de cada cinco trabajadores es internacional. Los mayoritarios son de Italia y México, cuatro cada uno, seguidos por China, Alemania, Portugal, Eslovaquia, y Taiwán (dos en cada caso). Argentina, Bélgica, Estonia, Francia, Japón, Líbano, Malasia, Perú, Polonia, Rumanía, Sudáfrica, Reino Unido, Venezuela y Vietnam completan el particular mapamundi de la compañía.
Pero no es solo la empresa la que ejerce la capacidad de atracción. También la tierra tira mucho. Y Asturias se ha convertido en el pegamento de esas 21 nacionalidades que ya ven esta región como la suya y a la que intentan devolver de alguna manera todo lo mejor que acumulan en su mochila de vida.
Porque «Asturias como lugar es especial, incomparable», resume Pedro Haro, de Perú, que aterrizó en la región y en la multinacional hace apenas un año. Su vinculación es doble, ya que su mujer es asturiana, aunque solo conocía el destino de visita vacacional. Así que tras 13 años trabajando en Australia, lugar de nacimiento de sus dos hijos, llegó el momento del «ahora o nunca». La salida la vio en Chemours, «una empresa global y multicultural y la experiencia de la industria química, en la que nunca había estado, me 'jaló', me llamó la atención».
De Chemours destaca un ambiente laboral positivo –«la gente viene, sonríe, charla entre sí, y eso no tiene precio»–, y la posibilidad de «seguir desarrollándome. Puedo trabajar desde Asturias con diferentes partes del mundo, en otra cultura corporativa... estás obligado a cambiar». Una multiculturalidad que «te obliga a ser moldeable». Incluso en la educación en su casa, una «minimultinacional», le decimos provocando una amplia sonrisa, con hijos australianos, de madre asturiana y padre peruano.
La italiana Alice Lo Bartolo lleva apenas dos meses y medio en la compañía, «soy la nueva pero siento como si llevara aquí una vida». Recaló en Asturias hace 8 años «engañada por mi pareja», bromea, que es asturiana. Se conocieron en Inglaterra, vivieron en Alemania, y tras mucho tiempo escuchando «esto no es como Gijón o Asturias, empecé hasta cogerle manía al sitio sin conocerlo», se asentaron en el Principado y formaron familia aquí. Resumiendo, la pareja «me engañó bien. Estoy encantada», reconoce. Respecto a la empresa, «me gusta el ambiente dinámico y sin barreras. La multiculturalidad fue esencial para la elección. Me fascina la capacidad de interactuar y cooperar, no solo aquí, con compañeros en otros lugares del mundo –Chemours cuenta con más de 6.600 empleados repartidos en 35 plantas de producción y centros técnicos –».
La asturianía de la pareja también fue clave para la llegada del francés Anthony Alonso a la región hace seis años y aunque ya no comparten vida, él apostó por quedarse. «Me encuentro a gusto. Asturias está muy bien. No hay razón para irse». Con ADN español por parte de padre, Alonso buscaba trabajar «en compras, en una empresa grande». Su puesto le está permitiendo asumir cada vez más responsabilidad y crecer profesionalmente. «Es una adaptación constante a la gente con la que hablas, aquí y en los 'teams'. De Holanda, Francia, EE UU, Suiza... Este ambiente favorece a buscar lo mejor y querer mejorar».
Una parte de 'culpa' de que Pablo Martínez y Orlando Ostos estén en Asturias se la deben a sus raíces en esta tierra. El primero, argentino, por parte de abuelo. El segundo, venezolano, por parte de madre. Pablo lleva 15 años en Chemours, primero en la oficina de Buenos Aires como responsable de los países del Cono Sur y luego de Argentina, Chile y Canadá. Hasta que decidió «tener una experiencia internacional distinta» y se decantó por la aún desconocida para él tierra de su abuelo – «es de Intriago, Cangas de Onís»–. Llegó a la multinacional en Asturias hace dos años y ve en «la gran libertad para el desarrollo profesional, y en la flexibilidad», dos de las grandes ventajas del trabajo en Chemours. «El entorno te sirve para aprender, te hace creer en tu trabajo, te permite demostrarlo, se puede levantar la mano y decir que no estás de acuerdo...», argumenta.
Una valoración que comparte Ostos, que se autodefine con mucha gracia como «el asturiano más caribeño que van a conseguir». En su opinión, «se entremezclan experiencias distintas, no solo por el área en el que estamos o la propia multiculturalidad, sino por la región de la que venimos. Yo, como latinoamericano, puedo ver cosas diferentes que otra persona que venga de Europa o Asia no percibe. Y al revés». El venezolano resume muy gráficamente la experiencia en Chemours, donde lleva cinco años: «Te sientes como que estás en una especie de Erasmus constante».
La comida es la única discrepancia que parecen mantener Patrycja Skotnicka, natural de Polonia, y Virna Wilkinson, de Sudáfrica. A una la dieta asturiana no le convence, «soy vegetariana», señala efusivamente, mientras la otra alaba la comida regional, especialmente «el chorizo», confiesa en una de las palabras que mejor pronuncia en español. Eso sí, aunque la parte culinaria las separa y dejando a un lado las bromas, en el resto, sobre todo en el aspecto de empresa, coinciden.
La polaca, una de las más activas y expresivas del grupo (ejerció de traductora tanto con Virna como con sus compañeras asiáticas), lleva 15 años en España. Llegó pensando pasar únicamente un par de años para aprender español, empezó en Dupont y con la separación cambió a Chemours como líder de equipos contables, para luego pasar a controles internos financieros. Lleva, asimismo, las iniciativas de sostenibilidad. Califica de «enriquecedora» la experiencia laboral multicultural – «en Dupont también había mucha nacionalidades, pero casi siempre europeas»–. Y lo dice, no solo por el propio aprendizaje, sino también por la necesidad de «replantearte las formas de comunicación. Yo era más directa y tuve que suavizar mis formas. Tratar con gente de diferentes sitios ayuda a encontrar la forma de llegar al mismo punto por distinto campo, adaptándote a otra cultura y conectando con la otra persona».
Para Virna Wilkinson, por su parte, Chemours le permitió «vivir mis sueños. Es una compañía que apuesta por la integridad, te enseña el respeto por otras personas y entiendes sus vivencias». Su familia vive en el Reino Unido, pero ella prefirió venir a Asturias, a Luanco, para disfrutar de otra de sus pasiones, el mar. Porque, si algo tiene claro es que «tu localización geográfica no te limita a la hora de desarrollarte. Puedes crecer profesionalmente y ascender con independencia de dónde estés».
«Me encanta la diversidad y lo que nos aportamos culturalmente. El ambiente es muy agradable», resalta la belga Sandra Fernández, que llegó hace 19 años, primero a Dupont y luego a Chemours. De la empresa destaca el «respeto a las personas a las que se valora mucho, y la flexibilidad».
Creación. Surgió en 2015 como 'spin-off' de DuPont en el valle de Tamón y en 2018 trasladó su sede a Gijón.
Empleados. Comenzó con 35 personas, en 2020 rondó las 90 en el cambio de centro de servicios compartidos a oficina estratégica, y ahora son 154 (sin personal temporal).
Personal. La edad media de la plantilla es de 38 años, el 60% son mujeres y hay profesionales de 21 nacionalidades de cuatro continentes, especialmente de Europa y América.
Reconocimientos. Por segundo año consecutivo, Chemours ha logrado el sello de 'Great place to work' (un gran lugar para trabajar).
Más de cuatro años llevan en Asturias la taiwanesa Hui Yi (Gracy) Hung y la china Yiran Zhang. Para ésta última, el de Chemours es su primer trabajo y supone un auténtico «desafío». «Hay que aprender cómo ponerse en el lugar de otro y entenderlo mejor. Con visión asiática, estando en Europa y reportando a alguien de EE UU». Gracy, por su parte, tuvo experiencia previa en multinacionales asiáticas tecnológicas como Sony. En la época de su incorporación, la empresa buscaba profesionales con experiencia para traer la parte de contabilidad de Asia. «Asturias suena como Australia», suelta entre risas para explicar su llegada, aunque, ya seria, asegura que lo que más le gusta de su trabajo es la estructura laboral «no tan piramidal, sin tanto niveles ejecutivos, con jefes cercanos. Hay mucha comunicación y transparencia». Y, añade, «aprendes formas de pensar diferentes, ponerte en el lugar de otro, entender su forma de pensar...».
Gracy comparte equipo con el mexicano Rodrigo Campoy, que llegó a Asturias sin conocer la tierra, y que comparte empresa con su mujer. Por ella, que trabajaba en Dupont y la trasladaron a España, fue por quien llegó a la región «de la que me enamoré. Le digo a mi esposa que me sacarán de aquí en una caja», señala gráficamente. De su día a día alaba, no solo los valores corporativos de integridad, colectividad o respeto, sino también la capacidad de enriquecimiento por la relación con personas de otras culturas «de las que aprendes. Por ejemplo, los latinos somos menos ordenados y los asiáticos lo son mucho».
El perfecto resumen de las enormes ventajas de la pluriculturalidad de Chemours lo arroja la rumana Andreea Tanasescu: «Soy más abierta y tolerante. Trabajar con gente de fuera nos ayuda a vencer estereotipos y superar los prejuicios que todos tenemos y que predominan antes de conocer a nadie». Casada y con dos hijas, lleva cuatro años y medio trabajando en «un entorno dinámica, de gran transparencia y que permite implicarte, creando un compromiso colectivo».
–Me lo habéis descrito todo muy idílico. ¿En esta empresa no se riñe?
–(Carcajada general). Sí, claro. También hay discrepancias, pero no van a mayores.
Y no quieren concluir sin que se resalte algo importante: «Cuenta también que Asturias se visibiliza y mucho en el exterior. No dicen España, dicen Asturias. Es un privilegio vivir aquí». Lo dicen ellos y dicho queda.
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