Si fuera posible encontrar un sinónimo de hidrógeno ese sería, sin duda, el de 'salvavidas'. El mundo entero gira hoy en torno a ese gas incoloro, inodoro y muy reactivo que a modo de bálsamo de Fierabrás debería acabar con los gases de efecto invernadero que provocan los actuales combustibles fósiles con los que funcionan actualmente todos los sectores que son claves en la vida moderna: acero, cemento, químico... Y de esa forma atajar el desastre hacia el que nos encaminamos si no se logra parar el impacto del cambio climático.
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Hidrógeno verde es el concepto mágico al que se han aferrado todos los países, pendientes ahora de las ingentes cantidades de dinero de los fondos que se necesitan para su desarrollo a través de la innovación, la ciencia y la tecnología. Todo gira en torno al hidrógeno. Y además verde, no el gris, que genera 630 millones de toneladas al año de CO2 precisamente por la energía que se utiliza para su producción, que no es 'limpia'. La forma de conseguir un hidrógeno neutro en carbono es la de la producción por electrólisis, que consiste en descomponer moléculas de agua en dioxígeno (O2) e hidrógeno (H2) mediante una corriente eléctrica.
Un proceso muy caro, que requiere además una energía limpia: energías renovables. En España, en Asturias, asistimos a una descarbonización injusta porque sus plazos lo son, aplicándose cierres de centrales térmicas, menos ayudas a los derechos de emisión del CO2 y ahora más impuestos a los residuos. Todo ello sin una alternativa clara y sin tiempo para encontrarla por parte de las empresas y sectores afectados, y a costa de algo más que amenazas de deslocalización, que ya padecemos.
En pleno debate sobre el cambio climático y las opciones de descarbonización, entra en escena Bill Gates, el filántropo norteamericano, fundador de Microsoft, que explica en su libro 'Cómo evitar un desastre climático' las claves para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero, con un mensaje así de claro: «El único objetivo sensato es cero».
Las páginas del último libro de Gates son un manual práctico de esa lucha a la que convoca a todas las disciplinas: física, química, biología, ingeniería, ciencias políticas, economía, finanzas y más... El objetivo: usar más energía para tratar de sacar a todos los países del mundo de la pobreza. «La clave, dice Gates, es hacer que la energía limpia sea tan barata y confiable como la que obtenemos de los combustibles fósiles». Para conseguir una economía de cero emisiones habla de una transición de treinta años y anuncia que «el camino no será fácil» para aquellos territorios que viven de sectores que funcionan con combustibles fósiles. Es como si estuviera pensando en Asturias como ejemplo.
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La sorpresa -por el debate que sin duda deja abierto- es que Bill Gates promete energía limpia e infinita a través de la fusión nuclear, distinta de la fisión, que es la que genera los desechos radiactivos. Gates, junto con Jeff Bezos, y otros magnates como Branson -Virgin-, Jack Ma -Alibaba- o Michael Blomberg se han unido a la iniciativa Commonwealth Fusion Systems (CFS) con la aportación de miles de millones de dólares para crear una energía infinita, de forma que la energía que consume una persona a lo largo de toda su vida se pueda generar con un simple vaso de agua. El debate está servido. Y el futuro seguirá siendo apasionante.
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