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ANA RANERA
Gijón
Jueves, 2 de julio 2020, 17:55
La innovación también afecta a las palabras. Jugando con las letras puede nacer cualquier nuevo nombre del que dependa el futuro éxito de una empresa o el buen número de visitas que recibirá un lugar. Fernando Beltrán es poeta, profesor y nombrador y participó ... en la I Jornada AsturiasInnova+, moderada por su director, José María Urbano, para recordar la importancia de las palabras para avanzar.
«La innovación para mí es una forma distinta de mirar, de pensar, de hacer y, también de decir y en esa nueva forma de decir está mi papel», aseguraba Beltrán. Él es pionero en la creación de denominaciones para marcas, algo fundamental para que una empresa marche. «Hay innovaciones que fracasan porque han sido mal nombradas, mi trabajo es aportar una palabra», explicaba.
Aún recuerda el escepticismo con el que tantas veces lo miraron cuando llegaba a un lugar con aquellos nombres de todo menos convencionales. «Nombrar a la empresa de telefonía Amena me cambió la vida», contaba. «Hasta entonces todas esas compañías tenían nombres en inglés, yo introduje una palabra nuestra, femenina que dio lugar a muchos nombres en femenino», aseguraba. «Cambió el mundo de las telecomunicaciones y le tengo que tener un cariño porque yo no triunfé a la primera, todo el mundo me decía que cómo se me ocurría eso», añadía Beltrán.
Hasta entonces, no se había dado tanta importancia al poder que puede tener una simple palabra sobre la marca. «Creé el concepto de identidad verbal y Amena fue mi primer éxito», apuntaba.
Fernando Beltrán también ha llevado a cabo proyectos cuyas raíces estaban aquí, en Asturias. y cuyo objetivo era la innovación de la tierrina. «Asturias no puede estar en mi agenda porque está en mi latido. Asturias va conmigo y cuando se trata de nombrar algo es muy grato que lleguen los proyectos desde mi región», explicaba. Uno de ellos ha sido el de Idonial, fusión de dos nombres anteriores, que, recordó, tiene de todo. «Idonial tiene ese I+D inicial, hasta el ON posterior, y también recoge la idoneidad», afirma. «¿Qué es lo idóneo, qué es lo que funciona? Fuera de Asturias más todavía. He oído comentarios, sin saber que lo habíamos creado nosotros, muy favorables. Una empresa me encargaba, queremos un nombre como Idonial, porque tiene valor dentro, no solo nombra. Esas son palabras que crecen con el tiempo», cuenta Beltrán.
A todos esos triunfos comerciales también se suman las denominaciones personales que marcaron su vida y el devenir de sus palaras. Para Fernando Beltrán fue fundamental encontrar una forma de designar al Oviedo de sus recuerdos que se dibujaba como la ciudad de ensueño donde había pasado su infancia. «Un día me dijeron que el Oviedo del que yo hablaba no existía, lo tenía idealizado, entonces lo llamé Lloviedo». Una suma de la lluvia, el yo y el nombre de la ciudad que dio lugar a un concepto extensible a cualquiera «porque todos tenemos nuestros Lloviedos», apuntaba.
Es inevitable para Beltrán denominar en su día a día porque su profesión de nombrador la lleva a cabo con pasión. «Elegí un oficio a mi medida, es vocacional», afirmaba. Algo que hace que se implique en cada uno de sus proyectos para intentar dar siempre lo mejor de sí mismo. «Si no amo aquello que voy a nombrar es muy difícil nombrarlo medianamente bien», apostillaba.
Y estas palabras que tanto ama fueron su válvula de escape durante su ingreso por culpa del coronavirus. Una situación que recordó con mucha emoción y voz entrecortada. «La poesía es terapéutica y las metáforas también», decía mientras reivindicaba la palabra prohibida «abrazo». Y asumía ya que su vida y su literatura después de la enfermedad serán distintas porque «nunca la luz del día, tanta luz».
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