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El avión de la expedición del Sporting salió casi dos horas más tarde del horario previsto, 19.30 horas, del Aeropuerto de Asturias rumbo a El Prat, desde donde se desplazó al Hotel INNSiDE by Meliá Barcelona Apolo. La plantilla ha sido empachada en los últimos días de vídeos del Espanyol. Uno tras otro, en cada entrenamiento. Movimientos defensivos y ofensivos del equipo catalán, jugadas de estrategia, cambios de táctica en pleno partido...
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Así finalizaba una jornada que se inició con un entrenamiento matinal y que continuó con una despedida multitudinaria en Mareo, a la salida del autocar, que promete emociones fuertes hoy. Porque, por si había alguna duda, sportinguistas hay para llenar escenarios por todo el mundo. Por ejemplo, ayer, la escuela de Mareo, donde, a las cinco de la tarde, casi no cabía un alma más. Unas 400, decían desde el club. Algunos aguardando sitio desde una hora antes para no perderse, primero, el paseillo de sus ídolos desde su coches particulares hasta los vestuarios y, posteriormente, la salida del autocar.
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La irrupción de los futbolistas fue una fiesta repleta de gritos, mensajes de apoyo, firma de autógrafos, fotografías y mucho, mucho, sportinguismo. Cote fue el primero en llegar. Le siguieron otros como Insúa, Yáñez, Zarfino, Guille, Izquierdoz, Diego Sánchez... El último en aparecer, Christian Rivera. Nadie dribló a los aficionados. Al contrario. A todos se les escapó una sonrisa y un gesto de comprensión ante los seguidores, muchos pequeños, de poca edad, orgullosos de la camiseta que lucían, que se fue, progresivamente, llenando de firmas.
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En esas, apareció un autocar –el serigrafiado con el escudo y los colores del Sporting aguardaba a la expedición rojiblanca liderada por su presidente ejecutivo, David Guerra, en el aeropuerto de Barcelona– envuelto en un manto de gritos y nerviosismo. Apenas quince minutos, a eso de las siete de la tarde, se abrieron las puertas de la valla que rodea los remodelados edificios de Mareo y arrancó el vehículo con los ídolos de todos aquellos que aguardaban en su interior.
Vocearon entonces hasta desgañitarse la garganta animando a los jugadores sportinguistas, cantaron las piezas habituales –'te queremos, te adoramos, Real Sporting de Gijón...' y 'sí se puede, sí se puede, sí se puede...'–, agitaron banderas y lucieron los colores de la camiseta rojiblanca hasta que el autocar tomó unos cientos de metros de ventaja.
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Una vez más, los hombres de Ramírez no se sienten solos. Tampoco lo harán en Barcelona. No importan los 862 kilómetros que separan Gijón del Stage Front Stadium. Lo que tenga que conseguir el Sporting será por su poder de convicción y su fortaleza mental, pero el equipo rojiblanco también podrá llegar muy lejos por el aliento de unas gradas ajenas, pero pobladas, aproximadamente, de un millar de camisetas rojiblancas. La primera oleada, el primer autocar de la Federación de Peñas, salió anoche, sobre las once.
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