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manuel rosety
Sábado, 20 de febrero 2021, 03:29
El Albacete, rival del Sporting esta jornada, fue el conjunto que le dio a Benito Floro su plataforma de lanzamiento como entrenador. El gijonés empezó en los banquillos con 26 años, tras una irrelevante trayectoria de futbolista.
Tras entrenar en el fútbol aficionado levantino llegó ... al Albacete. En dos años lo subió de Segunda B a Primera. Su carrera enloqueció a Ramón Mendoza, quien lo llevó al Real Madrid, en el que estuvo un año y medio. Luego tuvo otra etapa en el Albacete.
En el verano de 1996 fichó por el Sporting. En la campaña anterior, Novoa había sustituido a Rezza. El técnico gijonés logró la permanencia a tres jornadas del final, con triunfos sonados como el 0-1 en el Bernabéu y el 2-5 en un exilio del Betis en Málaga. Sin embargo, los silbidos de un sector de la afición en una derrota en Salamanca asustaron al consejo de administración. La intención era mantener a Novoa, pero se optó por el cambio.
El consejo se apoyó en la recomendación de Alberto Toldrá, un intermediario con quien había excelentes relaciones. La trayectoria de Floro en Gijón empezó bien, pero pronto se torció. De rozar las posiciones continentales se pasó a flirtear con el descenso.
Los refuerzos decepcionaron. Solo cumplieron Nikiforov y Villarroya. El míster intervino en la mayoría, con alguna operación sorprendente. Pidió a Ronald Gómez, del Alajuelense, de Costa Rica. Fue una desilusión, como Souza, un brasileño del Botafogo con escasa técnica. Ambos vinieron gestionados por el intermediario Luis Conejo, exportero internacional costarricense, a quien el técnico había tenido en el Albacete.
Floro también avaló el fichaje de Oliete, del Villarreal, en el que no había llegado a jugar. Se gestó con entonces director general José Manuel Llaneza, con quien conocía de su paso anterior por el club levantino. Más sorprendente fue el fichaje de Luna, del Albacete, por 1,8 millones de euros. Fue una petición suya tras dar el visto bueno a la salida de Salinas a Japón. Solucionó los problemas económicos de los manchegos, pero el nivel futbolístico de Luna no se parecía en nada al del bilbaíno, máximo goleador del Sporting en aquella temporada y en la anterior. Herminio Menéndez, como director general, se limitó a ejecutar las indicaciones del consejo. Una extraña decisión aceptada por los dirigentes y recomendada por el míster.
En aquella época, Ramiro Solís figuraba como secretario técnico, labor que desarrollaba a tiempo parcial, debido a su puesto de funcionario en Ensidesa. El consejo se fiaba más de los contactos y conocimientos de Floro. La mala marcha deportiva acabó con la etapa del técnico, con quien no existió política de cantera. Solo debutó Urbano, con una presencia testimonial en dos partidos.
En vísperas de viajar a Bilbao en abril de 1997, tras perder en El Molinón ante el Valladolid, se le avisó de que una nueva derrota significaría su destitución. El entrenador lo sabía. El Sporting fue un equipo sin alma en San Mamés. Perdió 4-0. En los vestuarios del campo bilbaíno, Ángel García Flórez le certificó la destitución. El equipo estaba en descenso, a tres puntos de la salvación, que se aseguró luego con Montes en el banquillo.
Después de dejar el Sporting, Benito Floro se convirtió en un trotamundos de los banquillos, con pasos por Japón, México, Ecuador, Marruecos. Canadá y Costa Rica. En España estuvo en el Villarreal y el Mallorca.
En Gijón dirigió al Sporting en 34 partidos de Liga, con derrotas en la mitad, y cuatro de la Copa del Rey, en la que eliminó al Toledo con apuros y cayó frente al Espanyol.
Además de Benito Floro, también García Remón y Paco Herrera entrenaron al Sporting y al Albacete, en los que jugaron en distintas épocas Javi, Bernal, Marino Solares, Emilio Gutiérrez, Escaich, Oliete, Luna, Bouzas, Mingo, Bauzá, David Pirri, Diego Alegre, Biagini, Calandria, Pina, Gálvez, Diego Camacho, Borja Navarro, Pedro Santa Cecilia, Guerrero, Jara, Noblejas, Viguera y ahora Álvaro Jiménez. El actual técnico Alejandro Menéndez y el lateral Benito tienen pasado rojiblanco en los filiales de Mareo.
El viaje a Albacete trae algunos recuerdos de un pasado del que entonces no se aprendió lo suficiente.
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