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MANUEL ROSETY
Viernes, 9 de abril 2021, 02:45
La llegada de Manuel Preciado al Sporting en el verano de 2006 cambió el talante del club y su entorno. Pasó del decaimiento a la esperanza. El recordado técnico cántabro lo transmitía con su carácter campechano.
El míster participó en la confección de ... la plantilla. Logró la cesión del central Samuel, del Racing, y convenció a Congo, que estaba en el paro. Antes habían llegado Diego Castro, Andreu y Barral. También tiró de Mareo. Debutaron en aquel curso Jony López, Canella y Luis Morán.
El Sporting empezó irregular la temporada, por con imagen de juego alegre. Era un equipo algo imprevisible. En El Molinón siempre encontraba alguna complicación, Al principio ganaba tantos como perdía. Sin embargo, fuera era un rival incómodo. Preciado tenía diseñado un 4-4-2 como equipo tipo, con Barral y Congo en la delantera, más un fluido Diego Castro por la banda izquierda. Michel, Javi Fuego y Andreu se repartían el doble pivote.
A la octava jornada, el Sporting llegaba a Tenerife en el séptimo puesto, a un punto de los locales. Antes había ganado en Lorca y Valdebebas.
Los isleños también tuvieron altibajos en el inicio, con un equipo de expertos de Primera, como Marc Bertrán, Sicilia, Culebras, Clavero y Luis Gil, más las estrellas locales Ricardo, quien cinco años después vendría a Gij fue el primero en anotar, tras quien cinco años despu Primera, como el Sporting;y el lavianincidencia, sin haber sido advertidón, y Cristo Marrero.
El Sporting estuvo espléndido aquella tarde. Desde el primer momento, el cuarteto Gerardo, Barral, Congo y Diego Castro enloquecieron a la zaga 'chicharrera'. El primer gol madrugó. Se veía venir. Gerardo fue el primero en anotar, tras una combinación de Congo y Barral. A los veinte minutos, los mismos protagonistas elaboraron el gol del colombiano, quien después se luciría con una chilena espectacular que estrelló en el larguero. La imagen dio la vuelta a España. Más vistoso fue el tercero, anotado por Gerardo, después de un rosario de regates de Diego Castro en una baldosa, con la zaga local ridiculizada. El gallego volvió a recrearse en la jugada del cuarto gol, que culminaría Andreu.
Fue una tarde soleada en la que el Sporting dejó aplatanada a la afición local, en uno de esos partidos que pasan a la historia. Fue por el rotundo resultado, pero también por el juego espectacular. Todos los rojiblancos parecían 'jugones'.
A falta de un cuarto de hora se produjo el debut de Canella en el fútbol profesional. La lesión de Jony López obligó a Preciado a recomponer la defensa, con el lateral Juanmi convertido en central y el lavianés en su puesto. Con 18 años había empezado tarde la pretemporada, debido a su participación con la selección sub19, campeona de Europa en Polonia.
Una de las anécdotas del encuentro es que el árbitro impidió que el Sporting jugara con pantalones azules y tuvo que usar los blancos, para evitar coincidencia con el equipo local, que había cambiado de blanco a azul aquella temporada, sin permitir la camiseta blanca reserva.
Dos años antes, los rojiblancos tuvieron que lucir los pantalones del Tenerife, para evitar la coincidencia, sin haber sido previamente avisados. Estos hechos hoy ya no pasan.
El partido fue memorable, aunque luego la temporada se torció. Con aquel triunfo, el Sporting se metía en puestos de ascenso. Sin embargo, al final acabó a veinte puntos del ascenso y llegó a tener riesgo de caer en posiciones de descenso. A seis jornadas del final se aclaró el panorama con un gol de Congo sobre el Numancia.
Ya pasaron casi quince años, pero algunos jugadores de aquella convocatoria siguen en activo. Javi Fuego en la plantilla del Sporting; Canella, en el Lugo; Diego Castro, en el Perth Glory, de Primera División de Australia; Barral, en el CUX Inter, de Villaviciosa de Odón, y Alejandro, Jorge y Omar, en el Llanera.
La historia de esta noche es diferente. Ahora es difícil dar recitales futbolísticos como el de aquel 15 de octubre, aunque sobre el papel el Sporting parezca superior. Esas cuestiones deben ser demostradas sobre el tapete. Sería glorioso repetirlo, aunque sea con una diferencia menor. Permitiría tapar el último fracaso.
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