-¿Cómo está 33 años después?
-Ha sido una vida. Desde el primer partido, contra el Logroñés, hasta ese final frente al Almería, un día raro por todo. Por el resultado y porque me dije: «esto ya se acabó». Pisé el césped por última vez y, luego, me llevé una pequeña alegría. Varios jugadores me dieron su camiseta: Carmona, Pelayo, Christian Joel, Pablín... Por lo demás, triste. Y ahora, a la grada. Como antes.
-¿Cómo era ese 'antes'?
-Venía todos los domingos desde Soto de Agues. Te hacían 'clac', con el 'sacabocaos', en aquel carné que nos daban a los socios. Me ponía en la grada, enfrente de los vestuarios. Era un chavalín, siempre pensaba en salir algún día por aquel túnel. Y lo que son las cosas, estuve saliendo 33 años por él de otra manera (risas).
-Su profesión ha estado muy ligada al deporte.
-Al fútbol y al ciclismo. En el ciclismo empezaba con la Vuelta a Valencia, en febrero. Después, Vuelta Aragón, Semana Catalana, Clásica de Alcobendas, Campeonato de España, Campeonato del Mundo en Madrid, también, y, por supuesto, la Vuelta a España. Y la de los Diputados...
-¿La de qué...?
-Las jornadas parlamentarias de los diputados. Era una vez al año, seis o siete días. Recorrían 25 kilómetros. Nosotros íbamos detrás con la UVI. Llevaban el podio de la Vuelta y todo. Había un diputado de Canarias que andaba muy bien, pero no le dejaban. Antes de la salida, ya pactaban quién iba a ganar (risas). Me tocó tirar por Rajoy en una subida, que no podía con el alma el hombre. Fui a empujarle un poco. Luego me vino a ver a la Vuelta.
-En mayo de 2004, en la Vuelta a Asturias, cerca de Infiesto, salvaron la vida a Alberto Contador. ¿Cómo fue?
-Lo de Alberto fue un episodio muy duro. Ya fue rara la caída. Los corredores caen hacia delante, atrás, de lado. Alberto salió hacia arriba. Nosotros íbamos detrás. Fue lo que lo salvó, junto al doctor Zubizarreta. La carretera picaba un poco para abajo y después había un llano. Le vimos caer y ya fuimos para allá un compañero, el doctor Zubizarreta y yo. Alberto estaba convulsionando. Pintaba mal. Fue una caída muy extraña. No había sido un resbalón, no lo habían empujado. Hacía un día de perros. Lo pasamos fatal hasta llegar a Oviedo. Vino Manolo Saiz en la ambulancia. Ni hablaba. Llovía muchísimo. Encima, la moto que nos abría camino también se estrelló. Tuvimos que seguir y dejarla en la cuneta. Cuando llegamos a Oviedo, ya tenía un poco de luz. Luego se descubrió lo del cavernoma.
-Mantienen relación desde entonces, ¿no?
-Sí, fui a verlo al hospital, pero no pude entrar por la cantidad de periodistas que había. Estuvo en Asturias varios días. Al año siguiente, nos vimos en la Vuelta a España. Preguntó por mí. Luego, me regaló el maillot de líder.
-En el fútbol no tuvo tantos episodios angustiosos.
-Prácticamente ninguno. Recuerdo una lesión de Oceano, que jugaba en la Real. Vaya armario. ¡No cogía por la puerta! Pero chocó con Emilio Isierte y quedó él peor que Emilio. Lo llevamos a Cabueñes. ¡Y no cogía en la camilla! Tuvimos que hacer logaritmos para poder trasladarlo (risas). Nos decía: «España pequeña cama». También, sí, cuando se rompió la pierna Pablo Álvarez, al que escayolamos en el vestuario.
-En la Vuelta a Asturias usted vivió ese susto y, desgraciadamente, fallecimientos.
-Un ciclista danés. Le reventó el corazón. Nunca había visto algo así. Estaba allí Joaquín Bilbao, que en paz descanse, el fotógrafo de EL COMERCIO, siguiendo la carrera. A él también lo atendí en ese accidente tan terrible que tuvo en La Tenderina. La carretera estaba cortada, pero se metió un coche particular y Bilbao, que bajaba con la moto, se estrelló contra él. También me tocó la desgracia de otro ciclista que se mató en Alcobendas y un Guardia Civil, en Teverga. Terrible.
-¿Qué es el Sporting?
-Otra casa. Le decía antes que venía desde chavalín a El Molinón. Arriba, en Soto de Agues, jugábamos partidos los del Sporting contra los del Oviedo. Había palos. Luego ya empezamos a venir a El Molinón. Yo tenía un 600. Veníamos por toda la Cuenca con banderas rojiblancas, gorras.
-¿Hizo muchos amigos?
-Médicos, jugadores, entrenadores. Tengo bastante amistad con Igor Lediakhov, Pablo Pérez, Carmona, Hugo Pérez, Borjita (López)... Me acuerdo hasta de cuando salió Luis Enrique, el día que debutó en el Sporting B. La gente decía: «¿esti quién ye?». Finu, como una flauta. Pero mi compañero, un gran sabio, dijo: «esti guaje va a ser un gran jugador». Luego tuve muy buena relación con Jacobs, un gran señor, con el que el Sporting jugaba como los ángeles, con Preciado, Quini... 'El Brujo' era impresionante.
-¿Qué recuerda de los grandes conciertos en El Molinón?
-También me tocaron (risas). Tina Turner, Bruce, los Rolling, Víctor Manuel y Ana Belén... Este último fue el primero y el más multitudinario. El no va más.
-Vio el susto en la Eurocopa del danés Eriksen. ¿Cómo se reacciona en una situación así?
-No hay que perder la calma y valorar el estado de la persona. También ponerle de lado, que es lo principal para que no se trague la lengua. Pedir ayuda, por supuesto, si estás solo. El tiempo es primordial, decisivo.
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