ANDRÉS MENÉNDEZ
GIJÓN.
Lunes, 27 de enero 2020, 03:23
Una tarde cualquiera, Joaquín Alonso y su mujer Marina estiraban después de correr alrededor de la Milla en el Club de Campo de la Fresneda. El exfutbolista y ahora representante de Relaciones Institucionales del Sporting prolongó sus estiramientos unos minutos más ... con la mirada dispuesta sobre el césped. Allí, un niño menudo golpeaba con extraordinaria fuerza y precisión un balón vetusto, descosido, plomizo y en apariencia deshinchado. Colocaba la pelota fuera del área y disparaba una y otra vez al larguero. Hasta en seis ocasiones consecutivas estrelló el balón en la madera para sorpresa del histórico jugador del Sporting, atónito con el golpeo de aquel muchacho. Se llamaba Pedro Díaz y tenía solo cinco años.
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«Llamaba la atención la confianza con la que siempre golpeaba al balón. Era un privilegiado», recuerda Iñaki Artabe, su primer entrenador en el fútbol y que dirigió a Pedro hasta las once años. Con la mochila a la espalda y recogiendo sobre sus brazos tantos balones como podía, Pedro, el pequeño de tres hermanos, creció disparando a las porterías del Club de la Fresneda. «Todos lo conocían allí porque veías a un niño muy pequeño jugando muchas horas solo con un balón. Era muy llamativo», recuerdan en localidad sierense.
Terminaba las clases en el colegio y en ocasiones ni siquiera pasaba por casa. Se lo encontraban directamente solo en los campos de hierba. «José, vamos a jugar», le reclamaba a menudo con insistencia a su hermano. Fue 'Josín' quien pasó más horas con él. Ambos se desafiaban a ver quién le daba en más ocasiones al larguero. Así pasaban las tardes. No fue el único que tuvo que aceptar el insistente 'reto' de Pedro.
También sus amigos competían con él. «Era imposible ganarlo. Nosotros necesitábamos varios intentos para dar al larguero, Pedro solo uno y ya acertaba», recuerda su intimo amigo en la infancia Pablo Verdasco, que creció junto a Pedro en La Fresneda. «Siempre ha sido increíblemente competitivo y muy cabezón. Nunca se rendía, a pesar de ser el pequeño de los hermanos les ganaba en muchas ocasiones», añade Artabe, que recuerda perfectamente la «obsesión» de aquel pequeño. «Siempre te lo encontrabas en el en el campo ensayando su golpeo. Se pasaba toda la tarde lanzando a puerta», apunta. «A Pedro se le hacía de noche jugando en los campos. Para eso nunca se aburría», añaden sus amigos. Al que golpeaba en menos ocasiones al larguero, le tocaba ser portero para después jugar a las faltas. «No recuerdo cuándo fue la última vez que a Pedro le tocó ser meta», dice.
La obra maestra de Pedro Díaz ante el Fuenlabrada no es fruto de un día. Pedro no solo jugaba a golpear a los postes. También ensayaba faltas. Lo hacía solo, o con sus amigos. «Ahora ha marcado el gol que lleva toda la vida ensayando», recuerdan. «Cuando la pegué, sabía que entraría. Estos son los goles que me gusta marcar», exclamó el centrocampista después de convertir su primera falta directa.
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Fue Rogelio García quien descubrió al talento de La Fresneda cuando estaba en segundo año de cadete en el Astur. Había acudido a observar a otro jugador, pero se quedó prendando de las condiciones que tenía Pedro. Los técnicos iniciaron entonces un seguimiento exhaustivo para tenerlo bajo control. Rogelio habló con Joaquín Alonso, que mantiene una estrecha relación con la familia del jugador, algo desencantada después de la frustrada experiencia que tuvo en el Oviedo, para persuadirlos de aceptar la propuesta del Sporting. El mismo que unos años atrás le había dejado perplejo en el Club. Ahora Djukic lo disfruta: «Pedro nos va a dar mucho».
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