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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Lunes, 21 de octubre 2019, 03:08
Cerca de las siete de la madrugada del domingo, con la ciudad cogiendo postura para el último sueño, el vehículo del Sporting asomaba el morro por los alrededores de El Molinón. Levantándose de su asiento en la parte de atrás, desorientado y cansado por el tute de autocar, que solo paró para dar el relevo al chófer en La Roda, el autor de una 'décima' fantástica: Manu García. Llevaba en el estómago algo del picnic que el equipo había cenado sobre la marcha -sushi, pequeños bocadillos con pan integral y para algún afortunado, algo de pizza- y un doloroso recuerdo en las costillas. Esto último por cortesía de otro Manu (Sánchez), el duro centrocampista del Elche, empleador de todos los recursos posibles, algunos muy cuestionables y en los límites del reglamento, para atar en corto al '16' en el Martínez Valero.
«Puede ser que haya sido mi semana más especial. Ha sido muy bonita. No suelo hacer muchos goles y hacer dos en tan pocos días es importante. Estoy feliz de poder ayudar al equipo y de los tres puntos. No era fácil, pero esto nos permite cambiar de aires y ahora tenemos que tirar para arriba, que estoy seguro de que lo vamos a hacer», explicaba el mediapunta en conversación con EL COMERCIO en la resaca del partido. Los suyos fueron dos goles como dos soles, fabricados en diez días. Uno con la Sub 21, en su bautizo contra Alemania en Córdoba. Otro, el sábado, en el Martínez Valero, detonante de la resurrección sportinguista a domicilio. Liberador de las toneladas de presión con las que cargaba José Alberto.
Con ese empacho de responsabilidad, experiencias y kilómetros en poco más de una semana, el genial mediapunta estaba ayer fundido. Se fue directamente a dormir a su domicilio de Luanco (comparte pueblo y viajes en coche con su amigo y vecino Nacho Méndez) y a mediodía se reunió en una comida familiar en Oviedo con sus padres y hermana. Luego, sesión de fútbol. Se citó con su grupo de amigos en alguna cafetería de la capital para ver la visita al Tartiere del Girona, donde milita su excompañero en el City Maffeo. Y concluyó el día pasando la noche en el domicilio de sus padres, terminando de reponer fuerzas junto a su gente. El descanso del guerrero antes de volver al tajo.
«Ha sido una semana algo extraña. Venía de pocos entrenamientos con el equipo y lo noté un poco en el partido. Estaba algo cansado», reconocía el mediapunta. En el club, incluso en las crisis de fe con el proyecto, siempre se ha esbozado una sonrisa al mentar a Manu García, ejemplar fuera (el miércoles se presentó a las ocho de la mañana para entrenar tras su periplo internacional) y dentro del campo. Ahí, el aporte es brutal, especialmente desde que José Alberto cediera y le empujara a la espalda del delantero, convertido en un problema serio para las pizarras rivales por su dinamismo. Desde el enganche ha marcado dos goles y repartido un par de asistencias. Lo de Manu Sánchez no fue casualidad. Dejó impresión de consigna, convertido García en la diana del Elche y en el futbolista que más faltas recibió del Sporting, aunque el silbato pasó por alto varias.
'Manudona' le apodó el oviedismo de redes sociales de forma burlona, mezclando su nombre con el del astro argentino (lo llevó primero el baloncestista Ginóbili). Doce jornadas después, el sobrenombre ha sido adoptado con gusto por el sportinguismo, encantado con el fichaje más caro de la historia del Sporting, que invirtió unos cuatro millones en el verano -dos más si se sube en los dos primeros años- para recuperarle. El contrato hasta 2024 tiene mucha miga e ingeniería de despacho. Apenas se sabe que el City, como explicó Miguel Torrecilla a este diario, tiene una opción de recompra en los dos primeros años que le reportaría una importante plusvalía al Sporting en una hipotética ejecución. Su cláusula de rescisión, mientras, es la más elevada de la plantilla. Pero nadie quiere ni oír hablar de ello. Solo disfrutar con este genio con botas.
«No estuve después del partido contra el Alcorcón, pero sé que fue un momento duro, una semana muy difícil. Hablaba mucho con los compañeros y me decían que estaba siendo complicado», explicaba el mediapunta sobre los últimos días. «¿Para quién iba el gol de Elche? Para el equipo y para el míster, que se lo merecía», aseguró en un guiño a José Alberto. Entrenador y amigo, en el ojo del huracán durante la semana. Su gol, un derechazo casi sin ángulo por encima de Badía, acentuó esa facilidad para la ejecución de cualquier maniobra futbolística que intenta, por encima de la media de Segunda. «Recibí y vi a compañeros en mejor posición, pero no quería perder la oportunidad. Le pegué duro arriba, la reventé y entró», resumía.
En Gijón, sabiéndose importante, se le ve disfrutar. Un niño con zapatos nuevos. «Estoy muy contento en lo personal porque ha sido una semana muy buena para mí, consiguiendo al final tres puntos muy importantes para el equipo. Espero que nos sirva de impulso para seguir así», deseó. Con él, se recupera el genio.
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