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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Martes, 27 de abril 2021, 02:25
Un minuto, tras chocar la mano del relevo con David Villa, y a correr contra el Leganés. Javi Fuego (Pola de Siero, 1984) vuelve el domingo a la casilla de salida. Todo empezó allí, con 17 años, siendo un juvenil. «Debuté en Butarque, ... el 4 de mayo de 2002, y ahora volvemos, casi 20 años después. Antes era todo más rústico, veníamos de campos de tierra y barro. La superficie ha permitido mejorar la técnica y el físico», desempolva el centrocampista poleso en una entrevista concedida a 'Las Provincias', periódico del mismo grupo que EL COMERCIO. Pero, aprecia a sus 37 años, «los futbolistas ahora compiten peor: les falta el nervio, el afán de superación y la ilusión. Mi sueño era jugar en el Molinón fuera de la cuenta corriente y el número de seguidores en las redes sociales».
En ese tránsito del ayer al hoy, Fuego volverá a pisar Butarque el domingo (18.15 horas). Y no será una competición más para engordar la estadística por muchos motivos. El Sporting se juega el ser o no ser en el 'play off', en un partido delicadísimo, su futuro es una incógnita en una temporada en la que está siendo un futbolista elemental para David Gallego, y, para rematar, su carrera va camino de los seiscientos partidos como profesional. Es más, si el poleso participara en los seis últimos encuentros del curso regular y el Sporting se metiera y completara todo el recorrido del 'play off', acabaría con 599 partidos. A uno.
«Estoy participando mucho, espero estar devolviendo todo lo que el Sporting me ha dado, dando importancia a la humildad, a la honradez, a entrenar al 200%, a ayudar a los jóvenes a coger esos valores. Durante todos los días de mi carrera he dado el máximo», subraya Fuego.
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Desde aquella jornada testimonial en Butarque (0-2), con José María Meana Acebal de entrenador, ha completado un extraordinario recorrido. Sporting, Levante, Recreativo, Rayo, Valencia, Espanyol, Villarreal y, de vuelta, Sporting, a donde llegó por primera vez con apenas nueve años desde el Romanón, con el que empezó «con seis años y ficha falsificada». Tres después, explica, «el Sporting y el Oviedo se fijaron en mí, y decidí ir a Mareo. Una decisión compleja; mis padres, maestros de escuela, no habían vivido nada del entorno del fútbol. Ahora me doy cuenta de su enorme sacrificio». Pero Mareo, subraya, «fue una escuela personal y deportiva», aunque quizá ahora, medita, «dejaría a mis hijos (Alba, de seis años, Javi, de cuatro, y Carlos, de dos) más tiempo en el equipo del pueblo».
Porque los tiempos han cambiado. Sus comienzos fueron diferentes a los de cualquier canterano de Mareo hoy. «Nosotros jugábamos al escondite, a las chapas y al fútbol. Mi primera relación con la tecnología llegó con una Nintendo a los 13 años. Ahora, les llega mucho antes: los niños juegan menos que nosotros fuera, aunque en Asturias, respecto a otras comunidades, sigan saliendo», completa.
Años después, tras ese debut testimonial en Butarque, más cuatro temporadas y media en el primer equipo, hizo las maletas y cogió un billete para lo desconocido con su fichaje por el Levante: «Yo era el guaje más feliz del mundo por jugar cada 15 días en El Molinón, pero el club tuvo necesidades económicas y llegó una oferta del Levante (875.000 euros). Tenía 23 años y ya 117 partidos en el Sporting». Aquel año en Valencia, sin embargo, sería «desastroso en lo institucional». Comenzaría la dura realidad de los impagos. «La ley concursal fue una escapatoria para tramposos para reducir la deuda a cualquier precio», lamenta. Luego lo pasó mal tras el descenso con el Recreativo. Una estocada que le hizo plantearse conocer mundo. Al Aris de Salónica.
Su padre le convenció: «Tenía una carta suya en el salón de casa. La leí y me convenció de que no debía acobardarme ni huir porque yo no había hecho nada malo. Al día siguiente me fui al Rayo». Luego, pese a los Ruiz Mateos, con quienes «se cobraba tarde, mal o nunca», empezó a volar. Jugó 'Champions', Liga Europa. Hasta se especuló con una posible internacionalidad absoluta, habiendo competido en las categorías inferiores de la Selección. Todo un viaje para un jugador con diferentes registros: «Con el Sporting yo era un mediocampista 'box to box'. En el Rayo, porque Movilla y Trejo eran más talentosos, cambié el 'chip' y logré disfrutar desde la defensa. Cuanto menos se hablara de mí, mejor, más contento de que Parejo y André Gomes (Valencia) salieran en las portadas».
Precisamente con el portugués hizo buenas migas en Valencia. Gomes llegó a confesar uno de los dramas ocultos del futbolista, sufriendo una depresión en el Barça. Sobre esa declaración, reflexiona, «pensé que desde la base debería trabajarse mucho el aspecto psicológico: un niño pasa de jugar ante 50 personas a hacerlo ante 10.000. A veces, la crítica es feroz y los chicos no están preparados si no cubren las expectativas». Y muy altas son las que hay en Gijón con Manu García: «Es el mayor fichaje de la historia del Sporting, después de repescarlo del City, tiene mucha presión. Es un gran talento, ve el fútbol muy fácil y estará muchos años en Primera». Palabra de Fuego, con muchas cuentas pendientes el día de su retiro: «Sacaré el título de entrenador y de director deportivo, sin prisas. Quiero conocer bien Los Picos de Europa».
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