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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Domingo, 24 de octubre 2021, 01:38
En un partido de Primera, con categoría de Segunda, el Sporting se batió al límite y más allá con el Valladolid. Le noqueó por milímetros el cuadro pucelano, mejor dotado en la aplicación de los decimales, no superior. Castigador del par de debilidades que despelotaron ... a los gijoneses en la trastienda. Triunfador de un partido a tumba abierta, de navajazos continuos, en el que el Sporting se comportó como un jabato. Sufridor de un cruel destino ante el gran candidato al ascenso de este año. Quizá el proyecto más potente.
El Sporting resultó un orgullo de perdedor para sus hinchas. Con esa icónica imagen de Villalba jugando el desenlace lesionado por el feo pisotón de Roque Mesa, el 'MVP', terminando todo el coro rojiblanco en alto. A pecho descubierto, cabezón en su obsesión por pescar algo. Y con el Valladolid atrincherado. Escocerá el estacazo, seguro, coreado por medio millar de pucelanos, pero la compañía de David Gallego saldrá desvalijada muy poco si responde así. Solo un contendiente de la altura del Valladolid pudo arrancar la imbatibilidad de El Molinón. La lectura de la segunda derrota consecutiva es carne de estadística. No tuvo nada que ver lo de ayer con el solar de la segunda mitad de Cartagonova. Pero faltó un crochet más rotundo para regatear la ruina.
Sporting
Mariño; Bogdan, Babin, Valiente, Pablo García; Gragera (Nacho Méndez, m. 74), Pedro Díaz, Gaspar (Puma Rodríguez, m. 66), Aitor (Berto, m. 74), Fran Villalba y Djuka.
1
-
2
Valladolid
Roberto; Luis Pérez (Janko, m. 45), Joaquín (Olivas, m. 60), El Yamil, Olaza; Aguado (Fede, m. 81), Roque Mesa, Óscar Plano, Gonzalo Plata (Toni Villa, m. 81), Weissman (Kike Pérez, m. 84) y Sergio León.
Goles: 0-1: m. 36, Aguado. 0-2: m. 71, Plata. 1-2: m. 73, Djuka.
Árbitro: Pulido Santana. Amonestó en el Sporting a Marc Valiente, Fran Villalba; y en el Valladolid a Luis Pérez, Joaquín, Olaza, Roque Mesa.
Incidencias: partido disputado en El Molinón ante 16.541 aficionados.
Heavy metal puro en la grada, el balón se movió con música clásica. Fútbol aseado, cortando milímetros de césped. Y conocimiento al dedillo de las bondades y vergüenzas de locales y forasteros. El despertar, una preciosidad para el neutro. Aitor soltó un zurriagazo que se estrelló en el poste derecho de Roberto y salió respondón el once de Pacheta, enfurecido con otro latigazo a la madera del peligrosísimo Weissman.
Bajada esa brutal descarga de decibelios inicial, el partido se serenó un puñado de minutos. No más. Porque la primera mitad iba embalada. Gragera hizo mudanza para la salida de balón, buscando Gallego un mejor engrase con el pivote. Tercer central en la iniciación. Bravo el Sporting, los rojiblancos se manifestaban por la derecha. Bogdan, menos fiable y demasiado vulnerable atrás, iba todo el tiempo con la corneta en la boca al frente. Villalba remató mal una exquisita maniobra personal. Y Aitor cortejó el gol en otro zambombazo que tiró besos al larguero. El extremo, puro frenesí, tenía el día.
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Los muchachos de Gallego, pese a otro aviso de Óscar Plano, peloteaban sin freno. Triangulaban con escuadra y cartabón, agobiaban en la presión. Todo a juego con el músculo que se oteaba en las mangas de su contendiente, sin 'El Fenómeno', su mediático presidente, en el palco. Aitor, intentón, probó con un pateo a distancia de prismáticos. El visitante Roberto detuvo. Para entonces, Djuka ya tenía a la mitad de la defensa pucelana en alerta amarilla. El Valladolid metía la cabeza a cuentagotas, en celebrados saques de esquina, pero tras esa raquítica pose se olfateaba un señor equipo. Tan 'cachas' que, con esa secuencia de córners y Roque Mesa en cada metro cuadrado, se puso en ventaja. No fue en un primer remate, sino en una larga continuación. Con un balón salpicado por Bogdan que, mediando un toque de Plano, Aguado enchufó.
No achantó el Sporting, que apretó en una sospechosa falta de Luis Pérez, en aviso de expulsión. Sigan. Sirvió para avinagrar a El Molinón, mosqueado con el árbitro por amagar con la segunda amarilla del lateral y recular. Pulido Santana, nada querido en Gijón, se fue con bronca y amenazando a Villalba. Siempre conflictivo en su gesto. Veterano de guerra, Pacheta ventiló de tarjetas su lateral derecho por si las moscas. Era un partido de milímetros. Las pulgadas de Al Pacino. Y en los decimales no atinaba un gran Sporting.
El meta forastero Roberto sacó con dos dedos un cabezazo a gol de Gaspar. Y Aguado intentó forzar un penalti en la réplica, pero el VAR le delató. Porque Pulido Santana no andaba con el radar del todo fino. Dio la impresión de haberse tragado la artimaña. El Molinón activó el modo explosivo, el de las batallas capitales, aún lejos de su población real. Y Gaspar volvió a detonar cerca del gol, pero su parabólico tiro, en una situación pintada, se fue al limbo. Al Valladolid empezaba a apretarle el nudo. Pero el Sporting no tenía su artillería. Pacheta, ojo avizor, cambió también centrales para dejar su coche escoba limpio de polvo y paja. Sin debilidades con Djurdjevic de patrulla veinticuatro horas.
El Valladolid trincó la pelota y el rojiblanco empezó a desteñir algo. Gallego metió la guindilla de 'Puma' Rodríguez, sacrificando la llegada de Gaspar, que había tenido las dos más potables del segundo acto. Sobresalía ya la calidad individual de los pucelanos, con mucho notable pelotero alistado para la contienda. El Sporting, más chato, empotrado. Villalba sufría de miranda. Otra pérdida de Bogdan activó la cuenta atrás para el segundo martillazo del Valladolid, obra de Plata en la que medió un mal taconazo de Gragera, con pocas opciones.
Pero en los huesos, el Sporting se encendió. De la nada, se echó al monte. Todavía se frotaba las manos la hinchada vallisoletana cuando Djuka cazó un centro pasado de Aitor. El Molinón entró en combustión. Como en los viejos tiempos. Y por primera vez en toda la segunda mitad, el Valladolid se asustó. Gallego alimentó la caldera con Nacho y Berto, relevo de Aitor, manteniendo la composición. Todo el Valladolid se parapetó en la trastienda. Chico en el alboroto. Pacheta hizo cambios a granel para cortar el subidón y tapiar. Y Pulido Santana, a lo suyo. Una fea patada de Roque Mesa a Villalba la resolvió con dos amarillas por el mosqueo del valenciano, medio lesionado por un pisotón del canario. Cojeando, siguió. Djuka remachó con furia al lateral de la red.
Orgulloso, rebelde con causa, el Sporting no se venció jamás en un partido en el que merecía más botín que un doloroso bofetón. Y en el que tuvo contra las cuerdas al Valladolid hasta el último suspiro. Malgastando su último cartucho, eso sí, con una posesión tan excesiva como poco acorde con su espíritu aventurero. Una caída con grandeza.
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