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Toca la campana pronto en la casa de Rafel Sastre (Binisalem, Mallorca, 1975), exfutbolista del Real Sporting de Gijón y gran capitán en ... la generación que lideró Manuel Preciado. El domingo sufrió en la grada de El Alcoraz, con desánimo sportinguista, la derrota del equipo de Rubén Albés, pese a que su hermano Lluís es el delegado del Huesca. Pero el rojiblanco tira más. Esta semana, ya de vuelta a su día a día en Mallorca, desde donde atiende a EL COMERCIO, madruga para atender la panadería familiar, con turnos repartidos con sus hermanos. A él, por ejemplo, le toca ver el amanecer. «Mis horarios han cambiado bastante, pero me gusta lo que hago y no me importa. Depende un poco, pero hay días que empiezo a las cuatro y media de la mañana. Otros a las cinco o seis... Depende un poco del trabajo», explica.
–Estuvo en El Alcoraz. ¿Cómo vio al Sporting?
–En la primera parte, hasta el gol, me gustó. Pero, después, al recibir los dos goles en la prolongación, antes del descanso, eso condicionó mucho el partido. En la segunda parte, el equipo bajó bastante y el Huesca ya salió más decidido. Creo que faltó un poco de ambición. A lo mejor, un poco más de carácter… No lo sé. Pero hay que pasar página ya.
–Su hermano, Lluís, es delegado del Huesca. ¿Tuvo usted algún conflicto interior?
–No, no. Yo quería que ganase el Sporting. Tengo a mi hermano en el Huesca y me alegro de que esté en una situación alta de la tabla, además de que es un equipo en el que estuve y le tengo cariño. Pero el Sporting es el Sporting. Es difícil que me divida en esto, imposible (risas). Los mejores años de mi vida están en Gijón. Mis hijos son de ahí. Mucha gente dirá que si tanto quiero al Sporting y a Gijón, cómo es que no estoy ahí, pero son circunstancias de la vida. Gijón es una parte fundamental de mi vida.
–¿Pudo hablar con alguien del Sporting?
–¡Con los pocos que me quedan ya! (Risas). Cote, Lobelle, Jorge, el utillero, el hijo de Alejo (Pablo Caso)…
–¿Y cómo los vio?
–Estuvimos hablando un rato el sábado en el hotel y, después del partido, también. En ese momento, pues lo que suele pasar, caras largas, tristeza... Es normal.
–¿Qué le diría a los jugadores ante el partido de este sábado?
–Tranquilidad, que salgan a lo suyo.
–¿Qué importa más la cabeza o el corazón en un partido así?
–A ver, cada jugador tiene una forma de ser. No se trata de forzar las cosas. Si un futbolista no es de una manera, que no se fuerce a ser de otra, que no se lo cree nadie. Cada uno tiene que ser dentro y fuera del campo como es. Si uno no abre la boca nunca, pero se parte la cara en el campo, que haga eso.
–¿Y qué le diría a El Molinón para el partido ante el Tenerife?
–Que esté con el equipo. No sirve de nada que se pongan a pitar a los diez minutos. Los jugadores necesitan sentirse arropados. Sé que es complicado, pero es fundamental. Yo lo viví. Cuando ves que el estadio está contigo, que es una olla a presión, influye mucho. Pero no solo en nosotros, sino en el rival. Sé que la situación es un poco delicada y es complicado pedir a la gente, pero es lo mejor para el equipo. Cuando termine el partido, si como aficionado no estás satisfecho, pegas una buena pitada. ¿Pero durante el partido? A cañón con el equipo. Eso sería lo ideal.
–¿A usted le cambiaba mucho el apoyo de El Molinón?
–Me daba un extra. Cuando alguien te da confianza, siempre das algo más, un plus.
–Usted vivió un final de temporada similar en la 2006-2007, en el primer año de Preciado, evitando los fantasmas de un descenso con aquel gol de Congo al Numancia.
–Aquel año se complicó bastante al final. Tuvimos que sacarlo y, lo que hablamos, como pasó, fuimos todos a una, que es mucho más fácil. Pero no solo hablo de la afición, sino también de los jugadores. El compromiso tiene que ser general. No sirve de nada hablar si luego, cuando estás en el campo, cada uno va a lo suyo. No digo que este sea el caso del Sporting ahora, ¡eh! Lo desconozco. Pero sí lo digo para recalcar que lo importante en estos casos es estar todos a una. También es verdad que el Sporting está a cinco puntos del descenso y faltan nueve partidos. Tampoco es una situación límite. Hay que estar alerta, eso sí, no cagados.
–¿Cómo cree que debe de ser el Sporting del futuro?
–A lo mejor esta temporada tiene que ser un toque de atención, pero no solo para los jugadores, sino para todos. Estar arriba no es fácil. Hay que ser humilde, trabajar, volver a los orígenes. No sé qué puede ser del Sporting en el futuro, pero si sé que no tiene que estar donde está ahora.
–¿Y qué importancia tiene que tener Mareo?
–Una capital. La cantera tiene que ser algo básico en el Sporting. Es clave en cualquier equipo, pero, sobre todo, en el Sporting. Es su historia. Si se deja como algo secundario, no creo que beneficie al club. Pero ese es un tema en el que no me quiero meter. No conozco a los que están y es difícil opinar. Pero, hablando con gente, creo que se pierde un poco la identidad que había.
–¿Qué papel ocupa hoy el fútbol en su vida?
–La vida son etapas y en las mismas etapas hay diferentes ramas. Ahora mismo, ninguno. El único fútbol que veo es por televisión y los partidos de mi hijo Jaume, que tiene 16 años. No tengo ninguna conexión más.
–Le tocó de cerca el fallecimiento de Javi Dorado...
–Llevaba un tiempo luchando. Estaba bien, se recuperaba y recaía. Al final, no pudo aguantarlo. Nos vimos mucho los primeros años que volví a Mallorca y últimamente, menos, aunque hablábamos por mensaje. Con la cantidad de gente que va por la vida haciendo daño a otras personas y a este hombre, que era un trozo de pan, le sucede esto… Estuvimos en el funeral. Fue muy triste y duro.
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