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JAVIER BARRIO
GIJÓN.
Miércoles, 10 de octubre 2018, 02:47
Magullado y fuertemente criticado, con una gran preocupación externa e interna a cuestas, el Sporting pisa estos días un terreno muy delicado. El inicio de temporada se ha revelado como un doloroso bucle, que ha agriado el clima, por un equipo que avanza a ... una velocidad, en El Molinón, y con el freno de mano echado fuera. No es casualidad que así precintara la jornada ocho entre los tres peores visitantes de la categoría, sosteniendo el agónico punto de Santo Domingo para no verse en el mismo pellejo que el Córdoba de Sandoval, penúltimo clasificado, que todavía no ha logrado sumar. Varias alarmas se han encendido en un equipo que suma ya seis meses sin ganar a domicilio, nueve partidos, con catorce goles recibidos y solo cuatro celebrados. Y que no tiene fin en su gafe.
La expedición regresó en la madrugada del martes a Gijón, pasadas las cuatro de la mañana (cenaron en el mismo autocar), liberada hasta hoy por la necesidad de dar un descanso a las piernas de los futbolistas en una semana corta. Las caras eran largas, especialmente la de Rubén Baraja, muy preocupado por esa irregularidad del equipo. En el campo también tenía el ceño fruncido el presidente Javier Fernández, sentado cuatro filas por delante de Zinedine Zidane, completando la representación institucional Ramón de Santiago y Fernando Losada, así como Germán Robles, director de la Fundación. En el Wanda hubo estallido, con voces críticas hacia el técnico, pidiendo su salida en un par de ocasiones, y, sobre todo, hacia el consejo y la familia Fernández. Nadie se libró en un distanciamiento apreciable. Con todo, la continuidad del técnico no alimenta debates por el momento entre los dirigentes, manteniendo la confianza y el rumbo del proyecto.
Pero hay un hecho irrefutable. El Sporting tiene un problema muy serio en los viajes, con una caída del rendimiento y de la estética indiscutible, motor principal del desapego social que se está incubando. Un peligroso caldo de cultivo alimentado por la falta de soluciones que manifestó el equipo tras el primer cuarto de hora en Madrid, cuando el Rayo Majadahonda mejoró la presión y comenzó a entrar en calor con el balón. Apreciando buenas individuales dentro del colectivo, el equipo no engrasa bien y no cala, muy tierno a nivel ofensivo, con poca profundidad, siempre previsible y con el pie torpe en el último pase. El serbio Uros Djurdjevic, por ejemplo, sufre una involución constante en cada desplazamiento, sin entrar apenas en contacto con el balón. Fue el único que se quedó sin rematar de todos los futbolistas de ataque, acumulando hasta ocho pérdidas de balón, por las veintisiete de Carmona, autor, por otra parte, del primer disparo a puerta en mitad de la segunda parte. Peybernes y Babin perdieron dieciocho entre los dos.
Casi nada funcionó
El camino por el que se abrió paso la derrota influyó en el ruido. El fallo fue multiorgánico, subrayando la preocupación que el sportinguismo había respirado en Riazor y El Sadar. El cómo de la derrota del lunes hizo daño porque casi nada funcionó. Saltó el pestillo defensivo -de la zaga solo se libró Molinero, con una imagen más decorosa que el resto de sus compañeros-, quedó anulado por completo un futbolista como André Sousa, desquiciado junto a Cofie, y Lod se convirtió en el punto iniciático de las expediciones enemigas más terribles. Como la del gol. Fue incapaz de conservar el balón, fagocitado por Óscar, Enzo Zidane y Verza. Al finlandés, contratado para sobresalir en el grupo y que estos días está con su selección, le está costando un mundo este inicio. En Madrid completó su peor partido de este arranque. No fue el único. Varios se cayeron.
A partir de ahí, el caos se desencadenó ante un oponente muy trabajado, con su patrón de juego bien claro, pero con las enormes limitaciones que delata su presupuesto, salvo por el pequeño estirón manifestado con la salida al campo de Blackman, el debutante Traver -una opción que Baraja tiene muy presente para embalar más el juego exterior- y, sobre todo, Nacho Méndez. Con el Reus de visita el sábado a Gijón y Cádiz como próximo destino, urge un giro radical de los acontecimientos. Aun manteniendo la fiabilidad de El Molinón, la dinámica de la visitas está destrozando el crédito de un equipo que todavía parece en pañales.
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