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De blanco impoluto, a juego de la cabeza a los pies, Babin (Corbeil-Essonnes, Francia, 1986) aparece sonriente en el horizonte. Se cuela en la escena con su espíritu caribeño, del que presume con orgullo, alternando la bravura con el relajo. Habla con EL COMERCIO ... de su infancia en el «departamento» del extrarradio de París en el que aún vive su familia, de su deseo de renovar con el Sporting, del positivo de Djuka, del momento del equipo y hasta del presidente Javier Fernández. «Es una parte de mi carácter», se encoge de hombros para explicar esa sinceridad acusada, peleada a veces con el protocolo, que no atiende al guión mecanizado del fútbol.
-¿Qué opina de esta crisis?
-Hay que diferenciar los dos últimos partidos de los anteriores. A nivel colectivo, tuvimos errores evidentes, fáciles de corregir. También derrotas como las del día del Valladolid o del Almería, que para nada eran merecidas. Fuimos mejores. Tampoco quiero hablar mucho de pasado porque pienso en Ponferrada. Sí le digo que estoy tranquilo, pero no relajado. Para que me entienda la gente, no estoy preocupado, sino ocupado en que no vuelva a suceder. Las dos últimas derrotas, eso sí, no son el camino para ganar partidos. Está claro.
-¿Entiende que la afición se haya puesto nerviosa?
-Parece que estamos peor de lo que estamos, pero tenemos que dar un pasito más. Para empezar, los capitanes. Y yo, el primero. Hay que estar unidos y salir de esta lo antes posible. Cada equipo coge una mala racha durante la temporada, pero no puede durar ocho o diez partidos.
-¿Le escoció especialmente el partido de Zaragoza y la derrota contra la Real B?
-Sí. La gente me conoce. No me gusta perder. Ni a la 'Play', con la que sigo jugando. Mi cara no engaña. Con los años tengo más temple, pero... Los dos últimos partidos no me gustaron. Ni lo que vi de mí, ni del equipo.
-¿Y qué se han dicho?
-Que podía pasar esto, que todo no iba a ser tan bonito. Tampoco estamos lejos de los sitios en los que queremos estar. Nos hemos dicho que vamos todos a una más que nunca, que hay que escuchar el plan de partido del entrenador. Creo que ahí nos hemos desviado un poco del tema en los últimos encuentros. Hay que volver a ser un equipo fuerte desde la defensa, como el año pasado, y eso lo hemos perdido. Incluso yendo primeros, fíjense, notaba que algo no cuadraba. Volver a ese Sporting fuerte en defensa nos va a venir bien a todos.
-En Segunda es muy importante no perder...
-Exacto. Pero no colgarnos debajo del larguero de Mariño. A mí me gustaba muchísimo cómo nos sentíamos en defensa el año pasado. Podíamos defender setenta minutos en bloque bajo, pero en la mayoría de partidos hacer gol en las dos o tres que teníamos. Esta temporada, que entiendo que el equipo es más vistoso, igual en el nivel de efectividad no somos tan fiables como el año pasado. Yo prefiero ser menos vistoso, pero tener más efectividad. Al final, no estamos tan finos en ataque ni en defensa.
-¿Volverá el equipo a estar entre los seis primeros?
-Estoy convencido porque tenemos todo a favor. Un club histórico, una afición enorme, un buen entrenador y un buen grupo. Es mi ilusión. Voy a pelear por ello hasta finales de mayo.
-En El Toralín no pueden fallar.
-No, porque la racha ya empieza a ser muy larga y hay que cortarla como sea. Lo único importante, a nivel personal, es que volvamos a dar esa imagen de Almería, Valladolid... Ir como aviones.
-¿Cómo está Gallego?
-Como siempre...
-Usted es muy 'galleguista', ¿no?
-Sí. Se lo he dicho muchas veces. Su idea de juego, su estructura, me parecen muy buenas. A él lo veo muy tranquilo, como siempre. Espero que, además de por el bien del grupo, cortemos esta racha por el del míster.
-¿Entiende que se le discuta?
-No. He tenido aquí demasiados entrenadores en muy pocas temporadas. Creo que el Sporting juega ahora a algo reconocible y eso es importante para cualquier institución. Los resultados no acompañan, pero no hay que tirar todo por la borda por eso. Esto no es un desastre del nivel de que nos metan tres cada día o que no pasemos del centro del campo. Entiendo que se le discuta, pero no lo comparto. En mi opinión personal, Gallego es el mejor entrenador que he tenido desde que estoy en el Sporting junto a Rubi. Se parecen mucho.
-¿Es el técnico que más le exige con balón?
-Me exige porque sabe que lo puedo hacer. Con el paso de los años, además, creo que he mejorado en eso. Tengo más pausa y entiendo más cosas, como saber dónde está el jugador libre. Me ayudó mucho en eso el año del Maccabi Tel Aviv. Tenía un entrenador que era el hijo de la posesión: Jordi Cruyff. Fue un máster.
-¿Qué ha encontrado en Gijón?
-De todo, amistades, paz, me siento muy querido por la afición, por los compañeros. Estoy en un club maravilloso, grande, exigente. Quiero alargar mi carrera aquí, aunque sé que la exigencia del club siempre va a ser estar en lo más alto. Pero de momento, me veo bien para seguir jugando.
-Termina contrato.
-Ya saben que leo la prensa y vi lo que publicó EL COMERCIO de que el club quería renovarme. Por mí, encantado. Por mi novia, por mi familia, también. De momento, no hemos tenido contacto, pero estamos con la puerta abierta.
-¿Le han transmitido que están contentos con usted?
-Sé que lo están, porque tengo muy buena relación con todos los componentes de la directiva. No me escondo, soy muy cercano al presidente. Tengo muy buena relación con él. Fue la persona que me dio los tres años en 2019. Quiero recordarlo. Estuvo cuando más lo necesitaba, cuando falleció mi padre, y quiero decirlo. Es un gran presidente, pero mejor persona. Le debo mucho de mi etapa en el Sporting.
-¿Renovaría igual si el Sporting sigue otro año más en Segunda?
-La duda es que, si sube, el Sporting ya no me quiera tanto (risas). Siempre lo he dicho, aunque no me quisieran renovar, mi reto personal, el que está en mi corazón, es dejar al club donde lo cogí, en Primera. Y aunque no me quieran, no quiero acabar mal con el Sporting y menos con el presidente. Esta relación no se va a perder. Ya he sentado la cabeza, tengo 35 años y mi deseo es renovar. Espero que pronto podamos negociar.
-Si se lo plantean, ¿negociación rápida?
-No sería mucho, seguro, como en 2019, que mareamos la perdiz. Entonces se empezó a negociar en diciembre y acabamos en la noche del último partido.
-¿Y cómo ve en 2021 su culebrón del verano de 2017?
-Entonces no estaba el presidente en el tema. Tuve diferencias con Miguel Torrecilla, con el que la comunicación no era buena. Siempre me dice Mario Cotelo que me tenía que haber quedado ese año, que conmigo y Barba habríamos subido (risas). Me da un poco de bajón, pero creo que aquel no ascenso no fue por mi culpa. De todas formas, no hay que mezclar. Aquello era Babin con Torrecilla, no con el Sporting.
-¿Tiene fecha para retirarse?
-Mi idea sería retirarme en el Sporting, pero quiero que me retire mi cuerpo. También, como he dicho, sé en qué equipo estoy. Seré el primero en levantar la mano, siendo honesto, cuando los rivales me pasen como aviones. Pero me veo en forma. No veo cerca la retirada.
-¿Ha ido adaptando sus cuidados con el paso de los años?
-No me cuido tanto como Javi Fuego (risas), que era un maestro, pero sí que hay cosas que ya no puedo hacer. Antes podía jugar dos partidos seguidos y estaba fresco. Ahora noto que a veces tardo casi medio día más de recuperación que los demás. Es cuestión de edad, pero hay otras cosas como la lectura de juego, que manejo mejor. Compensa.
-¿Y la alimentación?
-Es importante. Como sano, no de dieta, pero sí la cantidad exacta. Respeto las horas de sueño, incluso tengo botas de recuperación en casa. También voy más al gimnasio para realizar trabajo preventivo. Intento cuidarme.
-Y está jugando todo.
-Funciona bien (risas). Toco madera para que siga así, pero siempre lo he hecho. Aunque algún sector haya dicho que no me cuidaba, solo ocurrió en mi peor año en el Sporting, en el que jugué veinte partidos porque me lesioné en el sóleo. Siempre he sido un jugador de más de treinta partidos. Ahí están los números.
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-¿De qué alimento le cuesta más privarse?
-Por ejemplo, no soy mucho de azúcar. Entre una tarta y un entrecot, me quedo con lo segundo (risas). Hay una comida típica que hace mi suegra, que es de origen senegalés, 'mafé', a base de arroz con salsa... Está muy rica, pero no es buena para el futbolista, porque engorda mucho. Me encanta, pero la como una vez cada tres meses. Más no puedo (risas).
-Su pareja, Emi, es más que importante en su vida, ¿no?
-Es la prima de mi mejor amigo. Nos conocimos de pequeños en el pueblo, en Corbeil. Se juntaba con nosotros a jugar en la calle con siete u ocho años. Teníamos la misma pasión por el fútbol. Perdimos un poco el contacto cuando éramos adolescentes, lo retomamos ya de forma adulta y ahí empezó todo.
-¿Cómo fue esa infancia?
-Nunca me faltó de nada, pero vengo de una familia humilde. Mis padres trabajaban de noche y tengo dos hermanos. Uno se dedicaba más al atletismo y el otro fue el que me enganchó al fútbol desde pequeño, con cinco años.
-¿Y esa escuela callejera que tuvo le dio alguna ventaja?
-Sí, se ha perdido esa picardía, el carácter de la calle. Cada vez hay menos jugadores diferenciales en el fútbol moderno y eso me entristece. Tiene que haber regateadores. En mi opinión, un entrenador de categorías inferiores no puede privar a un jugador de regatear. Noto que en la calle los niños ya no juegan tanto. La sociedad ha cambiado. Yo me tiraba desde las dos hasta las siete de la tarde jugando al fútbol en la calle. Volvía a casa para coger el bocadillo. Me pegaban palos porque era bueno (risas), pero seguía. Así se forma el carácter.
-¿Le ha jugado alguna mala pasada decir lo que piensa?
-Con los años he cogido más pausa, pero nunca me ha perjudicado. Aunque se me vea muy tranquilo, por mi lado caribeño (risas), tengo mi carácter. Siempre desde el respeto, pero nunca me he dejado pisar.
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