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En plenas vacaciones con su familia, en algún lugar del mundo, Bernardo Espinosa (Cali, Colombia, 1989) está muy pendiente de lo que hoy sucederá en el campo del Eldense (18.30 horas). «Para mí el Sporting es un equipo especial, que guardo en mi ... corazón, y siempre lo sigo. Sé perfectamente la situación en la que está y la oportunidad que tiene por delante, aunque no depende de sí mismo», contextualiza el que fuera un central importantísimo para el Sporting durante cuatro temporadas en una conversación en exclusiva con EL COMERCIO. Una de ellas, por supuesto, la de la estupenda ascensión de los 'guajes' –la generación de Abelardo– en la 2014-2015.
Una subida al límite. Sobre la bocina. Ganando 0-3 al Betis en el Villamarín. Y cuando todo parecía perdido, escuchando cómo la 'Mareona' desplazada a Heliópolis celebraba en las alturas de la grada un ya histórico gol del argentino Pablo Caballero en el campo del Girona que devolvía al Sporting a la elite tras el empate del Lugo. La máxima expresión del 'todo es posible'. «Fue algo extraño hasta para el fútbol, el final más enrevesado que se podía dar para ese cuento. Ni el mejor guionista lo podía haber diseñado así», rememora a caballo entre el humor y la emoción Bernardo, hoy jugador del Atlético Nacional de Colombia.
Una lección de vida. Con aplicación directa, por supuesto, para la tarde en llamas que se prepara en Elda. A partir de ahí, si se lograse ese primer paso de ganar, el dios fútbol dirá y dictará sentencia con lo que suceda en Ipurúa y Villarreal. Pero hay que cumplir con la primera parte del trato. «Nosotros sabemos más que nadie que hay que tener esperanza hasta el último segundo y veo que perfectamente se puede celebrar una entrada en 'play off'», observa con optimismo el central, sabedor de que «la situación del Eldense, habiendo conseguido la permanencia, también invita a ser súper ambiciosos para sacar los tres puntos y esperar».
Durante la conversación con el exfutbolista rojiblanco surgen muchos recuerdos de aquel mágico 7 de junio de 2015. El día en el que la esperanza del Sporting quebró la lógica. «El partido contra el Betis es uno de los días más bonitos de mi carrera. Vivimos demasiados sentimientos, muchas cosas... Pasamos en unos segundos de haber hecho el trabajo y asumir que no había servido a darnos cuenta de que estábamos en Primera. Esa temporada está marcada con una estrellita en mi carrera», asegura Bernardo, conmocionado todavía, nueve años después, por ese desenlace loco que se produjo tras el gol del Lugo en Montilivi: «Nadie sabía qué pasaba, parecía que sí, de repente, que no, todo estaba gris, había confusión, los periodistas nos pasaban los audífonos para saber algo... Nos enteramos de que estábamos dentro cuando la grada empezó a cantar. Eso fue muy especial».
Por eso, Bernardo considera que ante una jornada como la de hoy la clave está en la «fe» y, por extensión, en «creer hasta el final». «Nosotros planteamos aquel partido con la esperanza de que se diera el milagro y nunca dejamos de creer en ello. Nos centramos en ganar, que es lo que tiene que hacer el Sporting este domingo, y confiar en que el fútbol tiene estas situaciones y algo que no está en la mano de uno acaba dándose», completa.
A los jugadores, amplía, les recomienda con su experiencia que «tengan fe y que confíen, y que no den ni un segundo de cabida a los pensamientos de que es muy difícil y de que se depende de otros, nada de eso». Toda la atención y energía puestas en cómo tumbar al Eldense. Nada más: «Es un partido y hay que hacer noventa minutos excelentes, como si fueran una final, que lo es, porque es la última bala que queda. Tienen que asumir ese reto con un objetivo, que son los tres puntos, y todo pasa por eso».
Porque después, añade, «si hay algo en lo que te puede sorprender la vida es el fútbol, que tiene magia y muchas veces cosas excepcionales». Y reitera una máxima que lleva tatuada en su código competitivo: «Hay que mantener la esperanza viva hasta el último segundo».
Del ascenso de los 'guajes', al que vuelve, solo tiene recuerdos emocionados. «Es difícil quedarme con uno porque fue demasiado: la sensación del 'gusanito' en la barriga toda la mañana, esa forma de enterarnos del ascenso a través de la grada, el 'nudo' en la garganta esperando a ver si rompía o no...», rememora. Pero rescata con nitidez una imagen: «Cuando llegamos al aeropuerto a la vuelta, con tantos miles de personas esperando, eso ya fue imborrable». El resultado, concluye el exfutbolista rojiblanco, de «un sueño que se construyó día a día».
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