Iñaki Churruca, cerca de su domicilio en Sariego. MARIO ROJAS

«Pertenezco a la historia del Sporting y me importa. No quiero que se olvide»

Iñaki Churruca Exfutbolista del Sporting ·

«Nunca me han invitado a ir a Mareo. Cuando fui a ver un partido pagué la entrada como cualquier aficionado»

JAVIER BARRIO

VEGA DE SARIEGO.

Sábado, 31 de diciembre 2022, 01:07

Como con el Hollywood dorado, el de los Bogart, Flynn y compañía, el Sporting también tuvo a su escala un pasado de leyenda. De colosos futbolísticos que aceleraban el pulso al espectador y hasta al mismísimo Real Madrid. Sentado en la terraza de un ... bar del céntrico pueblo de Vega de Sariego, como un vecino cualquiera, está Iñaki Churruca (Zarautz, 1959), uno de ellos. Futbolista internacional, uno de los mejores extremos de la historia del Sporting, su nombre estará ligado por siempre a Mareo. Su traspaso al Athletic -algo más de 50 millones de las antiguas pesetas y la cesión de 'Chato' Núñez- permitió comprar la finca con la que nació una filosofía deportiva.

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-¿Con qué edad llega a Asturias?

-En 1967, con 18 años.

-¿Sus padres no le pusieron impedimentos para que se trasladase de Zarautz a Gijón?

-No. Era otra época. Los hijos dejábamos antes el domicilio de los padres. Teníamos ganas de ser independientes. Salíamos de casa para mejorar en la vida. Igual que me vine al Sporting, antes había probado en otros equipos.

-¿Y de qué vivía mientras?

-Desde los 14 años, del trabajo. Estuve en una fábrica textil trabajando de mecánico, aprendiendo. Había estudiado el bachillerato elemental, pero no iba mucho conmigo (sonríe). A mí me gustaba el fútbol y, claro, mis padres decían: «¡A trabajar!». Pues a ello. Había mucho trabajo en esa época. Trabajaba y jugaba. Estuve así hasta los 18 años. Trabajé en más cosas: de botones, de repartidor de carne, de caddie de golf...

-¿Cómo eran sus padres?

-Trabajadores natos, rurales al principio. Luego se buscaron la vida en otros trabajos. Había entonces mucha fábrica de mueble. La gente de los pueblos se iba a trabajar a ellas. Luego en los veranos, a los hoteles. Mi madre estuvo como limpiadora. Mi padre, de encargado del mantenimiento de la cocina, de la calefacción, incluso cuidaba de los animales que había en el hotel. ¡A veces, hasta de sereno en el turno de noche! Había que sacar dinero.

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-En su calle de Zarautz tenía de vecino a Iribar.

-¡Sí! A tres portales de distancia. Me lleva seis años. Yo era un crío y él ya era internacional. Estábamos en la calle contándonos 'batallitas' todos los amigos, porque no teníamos un duro para más, y pasaba él. Nos saludaba y ya estábamos locos. Queríamos ser como él. Te decías: «Joder, tiene que ser la leche».

-¿Dónde comenzó a jugar?

-En la playa de Zarautz. Se hacían surcos con el pie para los límites y todas esas cosas. Lo que queríamos era jugar al fútbol y marcar goles, que era lo nuestro. Tendría diez años cuando empecé. Luego, con algún año más, los de los pueblos ya viajábamos a Anoeta a jugar torneos. Íbamos en tren y, después, andando desde la estación. Pan comido. No como ahora que hay que llevar a los chavales a todos los sitios.

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-¿Y cómo se vivía la dictadura en el País Vasco?

-Era complicado. La población estaba prácticamente recogida. Alguien decía algo y pronto lo señalaban. Era niño, pero muy consciente de todo. Escuchabas que habían detenido a uno, a otro. La ikurriña, por ejemplo, estaba prohibida. Cualquiera te podía denunciar por cualquier cosa. Hay gente que puede estar en un bando o en otro, pero el resto teníamos mucho miedo.

-¿Llegó a hacer una prueba con el Madrid?

-A los 17 años. Entonces no había intermediarios ni estas cosas, solo los contactos que tenía el Madrid con los clubes. Le informaron de que había un chaval con unas características en Zarautz y me llamaron. Yo entonces jugaba en el Zarautz y, claro, al club le correspondía un dinero si fichaba. Me fui con los gastos pagados y todo, con un compañero del equipo que jugaba de delantero. Pude salir al Madrid también años después, estando ya en el Sporting. Pagaban 25 millones de pesetas, pero había el derecho de retención y el presidente Méndez Cuervo no quiso. Para salir tenías que ser un rebelde, como Quino, que fue el primer presidente de la AFE. Aquel verano fuimos 500 chavales en esa prueba.

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-Una prueba de supervivencia.

-Imagínese. Nos probaban cada día en las instalaciones que tenía entonces el Madrid. Me metían a jugar, me quitaban, me metían, me quitaban. Al resto, igual. Parecíamos cromos. Era mediados de agosto y hacía un calor en Madrid que era incapaz de dormir por la noche. Te despertabas con la sensación de que las sábanas estaban mojadas. Dije: «No voy a aguantar esto, me vuelvo a Zarautz». El delegado del Zarautz, que estaba, quería convencerme de que era una gran oportunidad, que esperase a que volviera Miguel Malvo (coordinador de la base), que estaba de vacaciones con Bernabéu. ¿Estar quince días con aquel calor? Nada. Me empeñé y volví al pueblo. Fue una decisión personal. Tampoco creo que tuviera base futbolística todavía porque era autodidacta.

-¿Y eso?

-No era como hoy. Hacía las cosas en función de lo que me contaban. No había ni televisión. Nos orientaba la prensa o el NODO, en el que salían Kubala, Di Stéfano... Perseguíamos esa ilusión.

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-Imaginación.

-Eso es. Ahora lo ves todo, tienes datos de todo. Antes era la imaginación. Eras perseverante con un sueño. ¡Yo lloraba de rabia por perder! Me acuerdo de un día que nos metieron un 10-0 en la playa. ¡10-0! Era el Colegio de La Salle y nosotros, de los Antonianos, donde estaban mis amigos. Pero a mí ya me gustaba ser un poquito líder: «Oye, tú juegas aquí, tú allí...». Nos metieron esa paliza y todos mis amigos estaban de cachondeo. Yo empecé a llorar de rabia y me fui a casa, derrumbado. Siempre he vivido mucho las cosas. Y el fútbol. Estaba en clase de latín haciendo alineaciones (risas). Quería jugar.

-No tuvo un inicio fácil.

-Nunca fui un enchufado. Yo era yo para lo bueno y lo malo. ¡Y seco y serio! Como me ha visto su fotógrafo antes de la entrevista, que me pedía que me riera (risas).

-¿No tener reparos a decir lo que piensa le ha jugado alguna mala pasada?

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-Siempre he tenido las ideas claras, aunque, como toda persona, haya fallado. Quizá a veces no he sabido expresarlas porque me enrollo como Cantinflas (risas). Pero he tenido las cosas muy claras. En el fútbol, por ejemplo, probé en el 'Sanse', en el primer equipo del Athletic, ¡que yo era del Athletic!, en el Castellón... Cada uno de ellos me quería y el Zarautz estaba loco para que me fuera. Iba a cobrar 30.000 pesetas de entonces. Pero dije que no. Hablaba con mi primo, que era casi como un hermano, y le consultaba todo. Me decía que la Real, por ejemplo, tenía a muchos jugadores en mi posición.

-Pero al Sporting le dijo que sí.

-Me convenció. Estaba de entrenador Galarraga, que era de Deva, cerca de Zarautz, y vine a probar a través de un amigo suyo, Iparraguirre. Yo estaba a punto de firmar por el Eibar. Me daban 30.000 pesetas de ficha y me pagaban los viajes y las primas. Y podía seguir trabajando. No quería dejar de trabajar y saltar a la aventura. Galarraga estaba de vacaciones en Deva y vino a hablar conmigo. Yo estaba jugando a la pelota y llegué sudando.

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-¿También le daba al frontón?

-¡Hombre! Fui campeón en el colegio. También corría mucho y gané algunas carreras. El tiempo no lo gastaba en tonterías, lo gastaba físicamente.

-¿Y qué le dijo Galarraga?

-Me pidió que hiciera una prueba. Me dijo que tenían que renovar a gente, que tenían a otros con buena pinta, me habló de un tal 'Tati' Valdés (sonríe)... Y me dijo que el Sporting era otra cosa, que el Eibar iba esperar, que no me preocupase. Me vine con otro chaval y nos quedamos en el Hotel Asturias. Estuve una semana y, aunque recuerdo que había un directivo que no lo tenía claro, porque en las pruebas me había marcado Uribe, que era un lateral zurdo que metía mucha caña, Galarraga dijo que sí.

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-¿Y qué le ofrecieron?

-Un contrato fenomenal. Había visto el paseo de 'El Muro', que me encantó. Era otra historia. En ese paseo, yo iba con dos directivos del Zarautz y nos encontramos con Marigil, del Oviedo. Les dijo: «Oye, que si estos (el Sporting) no quieren al chaval, nos lo lleváis a nosotros». Nos quedamos. El Sporting me dio 75.000 pesetas de ficha y 5.250 de sueldo de soltero. Ahora, una minucia, pero antes era mucho dinero. Y me dieron 10.000 pesetas más para comprar todo lo que necesitaba. Compré lo básico para que no se notara mucho que era de pueblo (risas). Me ganaron. Pensé: «Estos tíos son la leche, son diferentes a todos los demás, que siempre están rapiñando».

-¿Dónde vivía?

-Vivía en una pensión en la que estaban varios jugadores. Era Casa Herminio, en Comandante Caballero. Allí estábamos diez o así. Por aquella época me hicieron mi primer entrevista. Fue en EL COMERCIO.

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-Estuvo unos meses cedido en el Ensidesa. ¿Qué le pasó?

-Íbamos en taxi a entrenar y a jugar, pero yo apenas jugaba. Muy poco. Ojo, que soy de reconocer las cosas y tampoco estaba jugando bien. Debieron de creer que era Pelé y luego vieron que no, que tenía mucho que aprender. Aunque era una esponja.

-Su mujer es de Gijón.

-Hija de Calleja, un jugador del Sporting de los años treinta que vino desde Madrid. Creo que pagaron por él 10.000 pesetas de traspaso y que fue el primer profesional que tuvo el Sporting.

-Nueve temporadas dan para muchos recuerdos...

-Muchos. Por ejemplo, un 2-5 al Athletic en San Mamés, en la Copa. Habíamos perdido en El Molinón y el Athletic hacía cambios para ese partido. No jugó Iribar. El subconsciente a veces traiciona y lo debieron de ver fácil. Nosotros estábamos en descenso. Llegué al vestuario y vi a los míos un poco pasotas. Dije: «No hagamos el tonto, vamos a intentar jugar». Y el 'Tati', que siempre era así: «Tranquilo. Deja que duerman los 'leones', a ver si despiertan y nos meten unos cuantos». Pero empezó el partido, marcamos... Teníamos el día.

-¿Cómo recuerda El Molinón? ¿Había tanta presión?

-Recuerdo que un día se metieron con Quini y él protestó: «¿Qué queréis?». La gente se le echó encima. Luego, en el descanso, Ortiz, el delegado, le dijo que pidiera perdón, que si no le iban a machacar un poco. Salió y lo hizo. Yo no lo hubiera hecho. Si se estaban metiendo con él, ¿por qué? Mientras metía goles, todo bien. Si no, se metían con él. No estoy de acuerdo. Pero entonces se respetaba bastante al jugador. Teníamos una vida más normal, no como ahora, que hay casi que pedir audiencia para hablar con uno. Los tiempos cambian. Eso es estar en prisión.

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-Su nombre estará siempre vinculado a la creación de Mareo porque su traspaso permitió comprar los terrenos. ¿Orgulloso?

-Pues sí. Creo que fue algo importante, en beneficio del club, que se había portado muy bien conmigo. Tenía que ser agradecido, aportar algo al Sporting, que me dio una vida. ¡Fui internacional con el Sporting en Segunda! No debuté en ese momento, pero estuve concentrado en Sevilla. Me siento un privilegiado por la operación de Mareo. Encima salí traspasado al Athletic, que era mi equipo de pequeño. Pagaron esos 52 millones de pesetas al Sporting y la cesión de 'Chato' Núñez. Ese dinero era una burrada y con la mitad se compraron los terrenos de Mareo. Es historia del club y yo pertenezco a ella. Y me importa, claro, no quiero que se olvide. Cuando termine aquí, mis nietos sabrán quién fue su abuelo, aunque las cosas se van olvidando. Veo hablar a mucha gente de Mareo que no tiene nada que ver con Mareo. Les puedo decir a muchos que juegan y entrenan en mis campos (risas). Esto lo digo medio en broma, medio en serio, porque la gente, lo que le decía, se olvida de las cosas y no quiero que se olviden.

-¿No le han invitado nunca a ir a la Escuela de Fútbol de Mareo?

-Ni para pisarlo. Ni en la inauguración. Fui cuando llevé a uno de mis hijos a probar, que era pequeño, y también a ver un partido de Segunda B de la Peña Deportiva de Santa Eulalia de Ibiza. Yo había sido el entrenador de este equipo y venía con su presidente. Fui y pagué la entrada. El presidente del equipo les preguntaba a los de la taquilla: «¿Pero no sabéis quién es este?». Y ojo, que los porteros no tienen culpa de estas cosas ni tampoco potestad para dejar pasar a cualquiera. Incluso igual ni me conocían. Pagamos la entrada y a ver el partido. Son detalles feos.

-¿Le dolió también que nunca le ofrecieran trabajar en Mareo?

-Sí. Yo tenía el carné para entrenar a cualquier equipo. Pregunté a tres presidentes distintos, no voy a decir nombres, y no me hicieron ni caso. Una vez en Mérida, otra creo que en Sevilla, que fui a saludar a 'El Brujo' a la hora de la comida y el entrenador de entonces dijo que no pintaba nada ahí. Tiene razón. Pero creo que soy alguien de la casa, que significo algo. Para mí todos los compañeros han sido importantes para que exista Mareo y el Sporting. Y todas las personas que han trabajado en el club. El último presidente con el que hablé me dijo que estaba todo completo. Había entrenado en Ibiza, al Cádiz B, en Chiclana, en Algeciras. Pregunté si había algún problema conmigo.

-Vivía en Chiclana y se muda a Sariego. ¿Por qué?

-Porque soy así de raro y los asturianos son de carácter abierto. Yo ahora soy abierto a tope, parezco más asturiano que vasco (risas). Lo que hablamos antes sobre tomar decisiones en un momento determinado. Luego igual me equivoco al cabo del tiempo. Pero estoy muy a gusto con lo que he hecho en mi vida. Ha habido de todo, bueno y malo. Igual he perjudicado a alguien sin querer, que no me parece, pero asumo todo lo que he hecho.

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