Carlos García | Escultor de la estatua de Quini
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Carlos García | Escultor de la estatua de Quini
«Esta obra es un reto por lo que Quini es para Gijón, ese valor es una presión añadida»Carlos García (Gijón, 1978) se emociona en algunos momentos de su encuentro con los hijos de Quini, en una cita organizada por EL COMERCIO, en la que ellos conocen al artista por primera vez y durante la que se entremezclan de forma natural y ... casi familiar recuerdos sobre el carácter alegre de 'El Brujo', sus hazañas deportivas y, sobre todo, el proceso creativo que impulsó a este escultor gijonés, que tiene sus raíces en La Calzada, para diseñar la estatua de Quini. De estilo hiperrealista, ya está en capilla. El lunes verá la luz.
–¿Llegó a conocer a Quini?
–Me cruzaba con él de camino a mi estudio en La Calzada. Quini iba a esperar a sus nietos, que estudiaban en el colegio al que yo iba de pequeño, El Lloréu, que antes era el Sagrado Corazón. Mi estudio está al lado. Mi padre coincidió también con él en la 'mili'. Siempre fue una referencia, aunque no tuve ocasión de tratarlo.
–¿Qué supone para usted la obra?
–Es uno de los momentos más importantes de mi trayectoria. Es una pieza especial, no solo por lo que significó Quini a nivel deportivo, sino por lo que fue y es a nivel personal y para la ciudad. El icono, una referencia para Gijón. Representarlo es un honor.
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–¿Cómo es la estatua?
–Una imagen de celebración. Hay veces que nos quedamos con la mítica volea, el golpeo de balón que ni siquiera fue gol. Es una referencia estética, de acuerdo, pero hay algo que es más importante y que se ha repetido infinidad de veces. Quini estaba asociado al gol y es lo que creo que hay que destacar: la celebración y el gol. Luego, está hecha en bronce, a escala real. Está 'patinada' con una cera para protegerla de la intemperie. Tiene un acabado oscuro y, después, en cuanto al peso, andará en torno a los 300 kilos, más otros 300 ó 400 de la peana.
–¿Esa base ya está terminada?
–Este jueves se colocará la peana, sí, que está grabada. Es un granito negro, con veta blanca, con una forma hexagonal. Nos recuerda a los balones de fútbol antiguos. La peana es de 35 centímetros y realza la pieza, pero tampoco la aleja de la escala humana y del valor y la cercanía para poder hacerse una foto al lado. Por lo demás, la pieza está terminada desde hace mucho.
–Un artista siempre se expone en una obra, pero en este caso, igual más. Un gijonés autor de la estatua de Quini...
–Para mí es importante dar imagen a una leyenda como fue Quini. Mis manos simplemente son las que ejecutan esa forma. Sí que me emociona saber de ese valor que le dan tantas miles de personas de nuestra ciudad.
–Usted ha hecho obras de otras personalidades, incluso de un futbolista como Cristiano. ¿Le impuso el reto de Quini?
–Es un reto por lo que significa para Gijón y ese valor es una presión añadida. Siempre habrá gente a la que le guste más con otro gesto, pero eso no es lo importante, sino que Quini va a estar presente frente a su estadio.
–Ha sido un camino largo hasta que este proyecto vio la luz, ¿no?
–Dos largos años de espera (sonríe). Sin embargo, la ejecución partía de casi una contrarreloj. Debía estar instalada hace dos años y se terminó hace dos años. Desde entonces, ha estado esperando en la fundición. Fue un encargo del Ayuntamiento, de las peñas, los Veteranos, la Fundación Sporting... Todos escogieron mi proyecto, pero, después, desapareció la junta directiva y el Gobierno local de entonces. Quedó en el aire una palabra dada.
–Le tocó esperar.
–Me tocó comerme esa espera, los costes, los gastos que asumí y adelanté para la ejecución de la pieza. Nadie me facilitó nada. Pero ha merecido la pena.
–¿A quién está agradecido?
–A todas las personas que confiaron en mí, a los que me propusieron. Desde el concejal José Ramón Tuero, a Germán Robles, que estaba como director de la Fundación del Sporting. También Unipes, la Asociación Anselmo López, que siempre estuvo tirando, los Veteranos, a través de Joaquín... Sí quería destacar personalmente a la alcaldesa. Las riendas que recogió Carmen Moriyón para resolver y, sobre todo, dar valor a esta pieza. Cogió una situación dada y la resolvió. Le estoy muy agradecido. Siempre ha cumplido con su palabra.
–¿A qué ha renunciado en tiempo por hacer la estatua?
–Al primer verano de mi hija, que son muchas horas (sonríe). Íbamos a estar de vacaciones la familia y renuncié a ello por la pieza. Eché en torno a 14 ó 15 horas diarias para cumplir con la fecha.
–La ha situado en la explanada, delante de El Molinón. ¿Por qué?
–Es un sitio perfecto para que, cuando los alrededores del estadio estén llenos un día de partido, la pieza no quede oculta y se pierda entre la gente, sino que esté realzada de manera natural. Uno puede hacerse una foto a cierta distancia, ni demasiado lejos, ni demasiado cerca, con El Molinón de fondo. Tiene una luz natural. Estará colocada de espaldas al estadio, celebrando un gol. Se verá el dorsal de espaldas, caminando por la calle.
–¿Cómo le gustaría que la gente recuerde esta obra y a usted?
–La obra, como lo que es: una referencia para la ciudad. Un icono con el que la gente se venga a hacer una foto. Una persona que trascendió al fútbol y a los años. ¿A mí? Pues como una persona que ha sido fiel a su trabajo, constante, humilde y consciente de que lo que le gusta hacer es crear.
–La celebración es de un gol contra el Hércules, aunque el gesto de la cara es diferente, ¿no?
–Me parecía que, en esa celebración, era correcto el gesto del brazo y el movimiento. Pero el de las facciones, no. En la imagen tenía un gesto gritando, pero no funcionaba a nivel plástico. Se deformaba un poco. Ahí hay un trabajo de cribar y buscar cuál es esa esencia de la gestualidad.
El encuentro entre Carlos García y los hijos de Quini, Lorena, Enrique, Jorge y Óscar, con EL COMERCIO como testigo, se prolonga durante varios minutos. Aunque no se conocían personalmente, a los cinco les unen muchos lazos del barrio, La Calzada, y, sobre todo, claro, el proyecto de la estatua de Quini. «Para nosotros es un orgullo muy grande que nuestro padre tenga una estatua, delante de su estadio y en su ciudad, por la que tanto hizo y a la que tanto quiso. Nos llena de orgullo que todos los aficionados puedan disfrutarla», asegura Óscar, el pequeño de los hermanos.
Carlos García les explica algunos de los pormenores del proceso para la ejecución de la obra con un teléfono móvil. «Es un orgullo y queremos dar las gracias a Carlos y, también, a la alcaldesa por tirar del proyecto adelante, que había quedado un poco estancado. Tardó un poco, pero llegó. Mi padre se lo merecía», subraya Lorena de Castro, la mayor de los hermanos.
Todos sonríen, a renglón seguido, cuando Enrique expresa algo que los cuatro saben bien. «Nuestro padre no era amigo de estos homenajes», apunta, conocedor de la personalidad campechana, cercana y huidiza de los focos de 'El Brujo', contra su gigantesca dimensión. «Son muchos los homenajes que se le van haciendo, todos especiales, y este posiblemente lo será un poco más. Él siempre hizo las cosas desde el amor que le tuvo al Sporting y a Gijón sin esperar nunca nada a cambio», sostiene.
Los agradecimientos al Ayuntamiento, que pilotó esta iniciativa desde su origen, en dos fases distintas, se repiten entre los cuatro. «Que el Ayuntamiento piense que es merecedor de que se le ponga una estatua nos parece increíble», subrayan.
Jorge de Castro, por su parte, llama también su atención sobre el carácter inmortal que tendrá la obra, compañera de muchas generaciones. «Si nadie la quita, estará aquí para siempre», comenta con orgullo, añadiendo que «imagínese lo que supone el tener la estatua de tu padre aquí para las generaciones venideras, para sus hijos, para sus nietos, para cuando nosotros no estemos». «Estamos esperando con ansia el lunes», completa
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